Querida Klare:
Hoy he asistido a tu funeral.
Lo han llamado "despedida".
Pero todos sabíamos lo que era.
Creen que estás muerta, Klare.
De verdad lo creen.
Y ahora resaltan las cosas buenas.
Porque ¿de qué sirve ahora recalcar aquello que se hizo mal?
Apenas llegaron a vislumbrarte, de todas maneras.
No llegaron a conocerte.
(Y yo me pregunto si yo lo hice).
Te has ido.
Y prefieren recordarte así.
Pero yo no.
Ellos recordarán que eras una chica callada pero intensa.
Y en eso les doy la razón.
Yo recordaré que nunca parabas de hacer ritmos
Con las manos,
Con los pies,
Con los bolis.
Resultaba extraño ver tanta vida en alguien tan triste.
Ellos recordarán el brillo en tus ojos.
(Nunca derramaste ninguna de esas lágrimas).
Yo recordaré que tus ojeras crecían
Más
Y más
Y más
Cada día.
Ellos recordarán que tenías un gran corazón
(casi tanto como tu ego),
La felicidad que irradiabas
(oh, te mando esta carta desde el mundo al revés)
Y tu bondad sin límites
(creo que los antónimos no son su fuerte).
Yo recordaré que siempre pensabas que tenías la razón,
Y que te enfadabas continuamente,
Y que eras irritante.
Y mucho.
Yo recordaré que tus ojos siempre fueron marrones,
Por mucho que ahora todos se explayen sobre
"sus motas verdes que transmitían ansias de vivir".
Por el amor de Dios, Klare.
¿"Ansias de vivir"?
Tú querías morirte.
Y ambas lo sabemos.
18 D.K.