I

103 19 4
                                    

Había una vez una princesa, que más que tener su propia historia con un final feliz, se lo brindó a una gran amiga. Siempre fue el centro de atención ante todos. Paseaba a carruaje luciendo fabulosos vestidos de gala a todo momento, la luz del sol siempre reposaba sobre su fina corona de oro, deslumbrando a todo aquel que estuviera cerca. Soñaba siempre con ser la protagonista de su historia, no ser la sombra de otra; sin embargo, aprendió que la palabra sacrificio es mucho más profunda de lo que esperaba.

Este cuento debería llamarse Simone.

Sin embargo, se llama Arabela.

La historia de un dulce personaje secundario, alguien, por el cual nadie daría su vida con tal de su felicidad. Alguien, que daría su propio final feliz por el verdadero protagonista.

Todo da inicio en plena época de invierno. Las flores marchitas no dejan de verse en todas partes y poca gente es la que se atreve a salir de su casa. Las calles están casi vacías con un clima nublado.

La princesa Arabela decide salir a escondidas del palacio, muy pocas veces puede gozar de plena soledad. Su estación preferida siempre ha sido el invierno, ya que es la época en la que hay poco movimiento y, por lo tanto, los guardias no están tan al pendiente de ella. Lleva puesta una capa café con un vestido blanco amarillento, jamás se atrevería a salir portando un vestido verde esmeralda que ella suele acostumbrar. Es la única manera en que puede pasar desapercibida por aquellos que no la conocen.

Va recorriendo las calles desoladas a paso lento y evitando a toda costa interactuar con la gente. Se detiene un segundo a mirar el cielo y visualiza un copo de nieve posarse en su palma de la mano. Observaba como uno tras otro caía. Siempre disfrutaba del silencio, de su ella interior.

De pronto, se escuchó una respiración muy agitada. Arabela volteó con discreción. Agachó un poco la mirada y visualizó una joven acostada en una esquina del callejón, con la cara cubierta. Movía desesperadamente las manos con intención de crear calor y echaba sobre ellas su cálido aliento. Se acercó despacio a aquella muchacha. Cuando centímetros de distancia las separaban, la joven misteriosa miró los ojos profundos de Arabela, mostrando su rostro.

Se sobresaltó al mirar aquella piel áspera de la muchacha. Tenía impactantes ojos granates, piel pálida con espirales plateados dibujados por los extremos de su rostro. No sabía lo que era. Temerosa, abrió despacio la boca para hablar.

—¿Necesita ayuda? —sus dientes estaban temblando por el frío y los nervios.

La mujer asintió levemente, sin despegar sus ojos contra la princesa.

—Puedo llevarla a un lugar cálido, si me lo perite.

La mujer asintió nuevamente.

Arabela le brindó su mano para ayudarla a levantarse. Una vez de pie, se fueron al castillo. Iban a paso lento y la princesa abrazaba a la mujer para guardar el calor entre las dos.

—¿Cuál es su nombre? —pasaron los minutos y la mujer no contestaba—. Yo soy la princesa Arabela y usted es...

Por más que intentaba Arabela, la mujer no decía ni una palabra, recorriendo el camino en silencio. 




¿Qué papel crees que desempeñará la mujer misteriosa? 

¿Heroína o villana?


ArabelaWhere stories live. Discover now