21. Supresión

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Los ojos de Sheel ardían al llegar la mañana. Había dormido muy, muy poco, y aún se sentía avergonzada de su comportamiento el día anterior. Podía haberle felicitado allí, incluso quizá haberle dicho algo acerca de sus sentimientos, aun sabiendo que aquello no habría sido buena idea. Ahuyentando esos pensamientos de su cabeza, se fue a desayunar, para acto seguido volver al estudio intensivo, y poder relajarse.

Las horas fueron pasando, y una tras otra todas las hojas de Sheel fueron pasándose, sin ningún tipo de descanso. Realmente necesitaba aquello, tanto por sus estudios como por su propio bien, olvidándose incluso de comer, hasta que un rugido proveniente de su estómago se lo recordó. Así, se dirigió a la cocina, buscando simplemente saciar su hambre. No hizo nada exageradamente difícil, tan solo un ramen instantáneo, acompañándolo de unos pastelitos de menta que tenía en la nevera, lo que le recordó, de nuevo, a Aizawa.

-Maldita sea... No sé ni por qué se lo di, si total... Ni siquiera le importo.-murmuró, conteniendo las lágrimas. Todo aquel lío de tratarle de usted, de tener que soportar su indiferencia, le había dejado sin energías, aunque el hecho de que aquella semana le hablase de su padre le había impactado. Aun así, quería mantener distancias e ir olvidándose poco a poco.

Volvió al trabajo hasta las once de la noche, donde el sonido del timbre le sobresaltó. Una idea pasó por su cabeza, veloz, cuando tuvo la manilla tomada. No miró a ver quién era, simplemente abrió, encontrándose con unos ojos ónix que le hicieron trastabillar. Su boca se abrió un instante, pero la cerró sin decir nada.

-Hola.- la profunda voz de Aizawa se coló por sus oídos, dejándole sin respiración.

-Esto... Hola...- ni siquiera era capaz de articular una frase correctamente.- ¿Ne... Necesita algo...?

Él simplemente negó, y se apoyó en la puerta.

-¿Por qué te tomaste la molestia?

-¿Molestia?

-El regalo... No era necesario.- su voz se tornó un poco más baja, como si estuviera avergonzado.

-No fue una molestia, tranquilo. Simplemente le quería regalar algo...-las palabras se escaparon de su boca sin querer.- ¿Quiere pasar?

-Tratándome de usted...-musitó en un tono muy bajo, que Sheel no pudo escuchar bien, aunque no preguntó.- Supongo, por qué no.

*No debería estar aquí ...* La conciencia del mayor estaba repitiendo en bucle aquella frase. Aun así, pasó, sentándose en el sofá como le había señalado la chica.

-Vuelvo en un minuto.-dijo, yendo a la cocina, y dejando a Aizawa confuso. En la mesa pudo ver apuntes de su asignatura y, en una esquina de una hoja, un boceto suyo. La tomó, confuso, y vio que de nuevo le había dibujado con una leve sonrisa. *Ella...* no quiso terminar de pensarlo. Rápidamente dejó el papel en su sitio, y sólo pudo observar cómo la luz se apagaba, y una pequeña llama danzaba en el aire, quedando frente a él, e iluminando un pequeño pastelito que estaba bajo ella.- Feliz cumpleaños... No es la mejor tarta, pero no esperaba que viniese...

El corazón de Shouta dio un vuelco al ver la molestia que se había tomado una vez más, por lo que se quedó frente a la vela, pensativo.

-Ahora... ¿Tengo que pedir un deseo?

-Es una creencia, supongo que sí.- respondió con una sonrisa. Aizawa solo asintió, y la apagó, quedando ambos solamente iluminados por la luz tenue de una farola, que se colaba por las rendijas de la persiana. Posó sus ojos en los de ella, húmedos y brillantes.

-Gracias... Sheel.- murmuró, y no pudo hacer más que atraparla en un caluroso abrazo, lo que hizo que ella se sonrojase a más no poder, y dejase que varias lágrimas se quedaran atrapadas en la tela de la camisa de él. No solo la había abrazado, sino que le había llamado por su nombre. No quería separarse, no quería dejar de escuchar el ritmo del corazón de él, extrañamente rápido.

"Insufrible" [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora