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La escuela había concluido sus clases temprano, pero Iwaizumi Hajime se negaba a irse sin antes haber comenzado al menos los primeros trazos de su lienzo. Los segundos se acumulaban hasta ser tantos que podían formarse los minutos, y de la misma manera, los minutos llegaban a ser suficientes como para llamarse horas.

Se sentía un cabeza hueca, ¿cómo pudo haberse ganado su lugar en tan prestigioso instituto? Era un fiasco como pintor.

El lápiz se mecía entre sus dedos, esperando ansioso, mientras su cerebro permanecía igual de blanco que la tela frente a sus ojos, negándose a ceder, negándose rotundamente a dejar fluir al menos un poquito de inspiración, algo que no fuesen largas piernas y ojos color miel.

Maldito Oikawa.

Maldito el momento en que se cruzó en su camino y se adueñó de cada uno de sus pensamientos. 

Maldito sea Tooru y su estúpido círculo de amigos que apenas y lo dejaban solo como para acercase a él y saludar. Pero... ¿Qué diría?

"Hey, ¿qué tal todo? Soy Iwaizumi, tu mejor amigo de la infancia con quien no volviste a hablar por lárgate a América a cumplir tu estúpido sueño de ser la mejor maldita bailarina de todo el maldito mundo"

Nup, definitivamente no podía decir eso. Pero quería, claro que quería. Quizá podría dejarle una nota anónima, después de todo el castaño tenía una pésima memoria y de seguro ni siquiera recordaría su cara, o que tuvo una vida antes de irse.

El moreno bufó molesto, dejando por ahí su lápiz y tirando de sus negros cabellos con frustración; necesitaba un café, y un poco de aire fresco.

Afuera, un azul profundo y oscuro se había apoderado del cielo, y las estrellas brillaban con intensidad, siendo de poca ayuda para la misión "Eliminar, por un momento, a Oikawa de la mente de Hajime", ¿tan difícil era tener un momento de paz? Al parecer sí.

– ¿En qué piensas? – murmuró una macabra y ronca voz detrás suyo, haciéndole saltar.

– Kuroo. – saludó una vez estuvo seguro de que su corazón se mantendría dentro suyo. – ¿Aún aquí? Pensé que tenías una cita.

– Creo que iré detrás del castaño que acaba de llegar, es hermoso, ¿ya lo viste?

– Pudrete. – murmuró, golpeando la cabeza del más alto cuando este comenzó a reír como hiena siendo martirizada por una ballena.

– ¡Piedad, piedad! – gritó Kuroo, aún convulsionado por la risa, sobando su cabeza cuando fue liberado.– Pero ya, hablando en serio, Hajime, no puedes solo quedarte aquí mirando la luna y pensando que al menos él también la ve, mueve tus piernas de enano y lucha por tu chico.

–Pudrete.

Óleo y Allégro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora