Capítulo 7: Confesiones

10 0 0
                                    

Me hayaba tirada en el suelo del desván, dolorida por la actuación de Andrés.

Eran las cuatro de la mañana. Me dolian las muñecas de tenerlas comprimidas en esas esposas que me unian a la pared. De vez en cuando sentia como goteaba una gotita de sangre por mi espalda, el dolor no cesaba. Ojalá estuviese mi padre aquí, diciendome que sea fuerte, que todo estaria bien.

-Hola.

Le vi entrar por la puerta, y me molestaba la luz que salia de detras, cegándome un poco. Me estaba acostumbrando a la oscuridad.

-Por hoy no más Lucas, ya llegó, por favor solo esta noche necesito descansar.

Se acercó a mi sin contestarme y me desató.

Présa del pánico le di un golpe en la entrepierna y huí. Corrí como nunca lo había hecho,pero el dolor me impedia avanzar y cai rendida en el suelo.

Una vez tumbada, veía en frente de mi sus mocasines negros,  y empece a llorar.

-No te voy a hacer nada, solo relájate y siéntate si no quieres que te ate se nuevo.

Obedecí y alli estabamos, el de pie y yo sentada en la madera del desván. El silencio empezaba a incomodarme demasiado,así que decidi romper el hielo.

-¿Por qué haceis esto?

Ni se molestó en responder. Solo me miraba.

-¿POR QUÉ LO HACEIS LUCAS, POR QUÉ?! NO OS HEMOS HECHO NADA, NADA!.

Sin respuesta. Solo se agachó y me dio la vuelta. Me tumbo en su regazo, boca abajo y me empezó a echar alcohol en las heridas.

Jadee de dolor por el contacto. Me ardía la piel en exceso.

-Ahora duele, pero luego te aliviará algo.

-¿Se supone que tengo que darte las gracias?

-No lo hagas si no quieres. Estás en tu derecho.

-¿En mi derecho? Vaya no recibo castigo por saltarme la norma número dos.

-El que las impone es mi padre, no yo. Yo soy alguien bastante distinto.

Al oir esa frase me incorporé y señalé con el dedo uno de mis moratones del ojo que me había hecho el.

-Debo comportarme como él ante sus ojos.

-Porque él sea un maltratador, no quiere decir que tengas que serlo tú Lucas.

-Es complicado, no lo entenderias.

-No soy ninguna niña.

-Pero yo te saco unos años. Y en ese tiempo, aunque sea poco, se pueden cometer muchos errores incurables. Ese tipo de errores, que te persiguen en tu mente, cada minuto de la noche. Oir súplicas, lamentos, lloros, y mil imágenes tan aterradoras que una niñita de 16 años jamás podría imaginarse.

Hoy en día, aun me recarcome por dentro toda la maldad que he hecho sin motivo ninguno. Y ese es el momento en el que te das cuenta de que estás solo. Y solamente posees un compañero idéntico. Algo es algo.

-¿Que errores has cometido como para que te esten atormentando durante ocho años?

Me miró con frialdad y rozando su nariz con la mia y agarrándome la mejilla para que no apartara la mirada de sus ojos, añadió:

-Quiero, o almenos trato de poder llevarme contigo bien. No lo estropeés con preguntas que no son de tu incumbencia. ¿Entendido?

Asentí. No me convenia en estos momentos tenerle de enemigo, pero algún día lo descubriré. De eso estoy segura.

-Y a tu padre... ¿Que le ocurrió?

Dos años atrás...

Oí un jadeo de dolor que provenía detrás, en la cocina.

-¿Papá?-no me respondía. La verdad, no era capaz de darme la vuelta por miedo a lo que verian mis ojos.

Volví a escuchar un sollozo, y sin pensarlo dos veces, me giré rápidamente y allí lo vi, de pie, inmóvil. Un pequeño hilo de sangre salía de su boca y en la barriga pude observar que tenia incrustado un cuchillo. Y cayó. Cayó al suelo y no se volvió a despertar nunca más.

Quería pedir ayuda, pero un nudo se enrredó en mi garganta, y mi voz tan solo emitia un gemido agudo de angustia. Detrás del cadáver, había un hombre, vestido de negro y con el rostro tapado. Mientras escapaba por la ventana para no ser descubierto, paró a mirarme y a hacerme un gesto de silencio. Jamás olvidaré aquellos ojos azules de asesino.

-Ey, ¿Estás bien?-me dijo sacudiéndome.Parece que llevaba un buen rato en mi mundo.

-Sí...-dije temblorosa-.

-¿No vas a responder a mi pregunta?

-Un... un accidente, de coche.

Asintió.

-Lo siento.

Tenía muchas ganas de llorar. El hecho de recordarlo me hizo aún más débil, pero él me impidió que me saliera tan solo una lágrima.

-No llores.

-A veces es bueno para desahogarse.

-Puede que... haya técnicas mejores. Mucho mejores.- añadió mientras se acercaba lentamente hacia mi rostro.

En ese instante, la puerta se abrió de golpe. Lucas y yo nos sobresaltamos, al ver la cara de furia de Andrés.

- ¿Que cojones haces aquí?

Noté enseguida que Lucas estaba aterrorizado. Respiraba rápido, nunca pensé que algún hijo tuviese tanto miedo a su padre.

El no sabía otra forma de arreglar la situación, así que optó por darme una bofetada, pero no tan dura como la primera vez.

-Es que... me ha mirado mal y la tuve que poner en su lugar.

-Veo que vas proguesando hijo, y no perdiste las facultades que yo daba por perdidas en ti.

-Por supuesto que no papá.

-Bien.-me miró fijamente y dijo-. tu ya puedes irte a tu cuarto. Espero que de esta hayas aprendido una lección. Como has observado, esta noche que has pasado aquí no ha sido muy placentera que digamos, pero te aseguro que si te saltas el resto de reglas, irán empeorando poco a poco. ¿Quieres comprobarlo otra vez de verdad? Yo creo que no. -me dedicó una asquerosa sonrisa y me fui-.

Tenia que salir de este infierno, la cuestión era como. Aún tenía seis noches de reflexión.

Siete noches con los Screamfold.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora