18: Nick y Noah

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La lluvia me golpea la cara con fuerza, arrastra mi cabello hasta que me cubre los ojos y mi ropa pesa diez veces más

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La lluvia me golpea la cara con fuerza, arrastra mi cabello hasta que me cubre los ojos y mi ropa pesa diez veces más. Aprieto el pasto con las manos, la tierra se mete entre mis uñas y entre mis dedos. El frio de mil agujas en mi piel contrarrestando ardor de mi cabeza y las cuencas de mis ojos palpitando como si alguien me hubiese dado un buen derechazo. Contemplo a mi madre derrumbada en esa cama de hospital, mirándome con esos ojos que me hacen sentir culpable de estar vivo. Mi padre tomando su mano, sonriendo para ella. Vuelvo tres años atrás y veo a mamá sentada en la mesa del comedor leyendo los resultados de sus exámenes, respirando como si le costara mantenerse despierta. Lanza un par de platos al suelo y los trozos de vidrio se esparcen por todas partes. Mi padre besa su frente y me pide que vaya a mi habitación mientras recoge la mesa. Subo las escaleras y los escucho llorar. Cubro mis oídos, pero el llanto nunca para.

Cuando vuelvo a la realidad, observo a Noah agachado frente a mí, tan empapado como yo pero menos fracasado. Él me rodea con sus brazos y el frio desaparece. Lleva mi cabeza hasta su cuello y ese simple gesto hace que un chubasco de lágrimas me corra por el rostro.

-Todo va a estar bien –me dice con suavidad.

Aunque no lo sabe. Solo sabe que hay momentos en los que necesitamos que nos digan que todo va a estar bien. Son esos momentos que nos definen como personas, esos en los que te dan ganas de mandar al mundo a la mierda mientras lo abrazas con fuerza.

 Son esos momentos que nos definen como personas, esos en los que te dan ganas de mandar al mundo a la mierda mientras lo abrazas con fuerza

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Durante el viaje de regreso nadie dice una palabra. En realidad Nick revela un par de veces su preocupación por mojar los asientos de mi auto pero eso es lo que menos me importa en este momento. Cuando lo dejo en su casa, la sensación de que mi alma cosquillea no ha desaparecido todavía. Observo como se aleja corriendo bajo la lluvia y levanta la mano hasta la altura de su pecho en señal de despedida. Después desaparece y, por primera vez en mucho tiempo, me siento realmente solo.

Me quedo mirando el volante algunos segundos, sin pensar, solo sintiendo. Tomo mi teléfono y marco el número de Bárbara. Ella contesta justo cuando estoy perdiendo las esperanzas de que lo haga.

-Hola, mamá.

-¿Qué quieres que te lleve? –Me pregunta con agilidad.

-¿Qué te hace pensar que necesito algo?

-Me llamaste "Mamá" –señala-. ¿Quieres uno de esos chocolates gigantes de maní y arroz inflado?

Me toco la parte trasera de la boca con la lengua.

-En realidad este favor es un poco más complejo que eso -Suelta una risilla corta pero no dice nada-. Sé que no estás aquí pero ya se ha cumplido el plazo de tiempo para poder hacerte otra pregunta sobre papá, y ahora enserio necesito saber esto –Durante un instante el mundo se queda sin sonido-. Es importante –añado.

Ella se aclara la garganta e intenta contener un suspiro que logro escuchar.

-¿Qué necesitas saber?

Pienso con rapidez las palabras que quiero usar.

-¿Cómo te diste cuenta de que estabas enamorada de él? –Debí pensar mis palabras con más calma.

-No es algo de lo que te das cuenta -responde, más rápido de lo que esperaba. A lo mejor no es una pregunta tan imposible de todas formas-. No puedes anotar en tu calendario el día en que te enamoraste de alguien. Supongo que, una vez que conoces a la persona correcta, solo es cuestión de tiempo.

Trago saliva y me muerdo el labio con más fuerza de lo normal. Bárbara cuelga la llamada. Imagino mis brazos alrededor de Nick, sus manos en mi espalda. Sus lágrimas, mi necesidad de secarlas. De pronto me siento inseguro.  

  

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Siento arder mi piel justo en los lugares en los que Noah estuvo

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Siento arder mi piel justo en los lugares en los que Noah estuvo. Me tumbo en las escaleras y abrazo mis rodillas, el ardor se hace más fuerte y se extiende por todo mi cuerpo como una brisa caliente. Aunque esté empapado de agua, mi cuerpo se está quemando. Lo único que puedo hacer es cerrar los ojos y disfrutar de las llamas.

Cuando los abro, descubro que mi papá está en el borde de las escaleras con la mirada perdida y esa botella de vodka en su mano. Se esfuerza para sostenerse del pasamano y sus pies tropiezan torpemente. Me levanto rápidamente, salto los escalones para ayudarle a mantenerse erguido y, cuando estoy por agarrar sus hombros, él me abraza y comienza a llorar sobre los míos. Observo la habitación de mamá y noto que la puerta está abierta. Él nunca se había atrevido a entrar desde el funeral, hasta ahora; puedo ver que entró y también que desordenó todo el lugar como cuando alguien busca respuestas. Lo que todavía no me atrevo a decirle es que yo ya encontré las mías.  

  

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Nick y Noah: El primer poema [Terminada✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora