Capítulo 1.

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“Consequences”
-Parte 1.



POV. LAUREN JAUREGUI

Dicen que el amor tiene sus consecuencias. Sin embargo, cuando finalmente encuentras a esa persona que te hace sentir especial, vale la pena dar un salto de fe y arriesgarte. Después de todo, sólo se vive una vez, ¿cierto?

Y yo había decidido arriesgarme con Camila desde hace ya 2 años. ¿Valía la pena? Completamente. Ella valía cada segundo de mi vida, desde aquella tarde de invierno cuando la conocí a las afueras del colegio, y pude tropezar con esos hermosos ojos color chocolate que marcarían mi pasado, mi presente y mi futuro.

Una sonrisa iluminó mi rostro ante los bellos recuerdos. Y aunque, como en toda relación, existían complicaciones, yo no podría separarme de la mujer que me hacía feliz. Camila Cabello era mi primer amor, y lo que más deseaba es que fuera el único.

Un suspiro salió de mis labios, y sin perder más tiempo, salí de mi vivienda. Los árboles yacían completamente cubiertos de nieve, y de escarcha se impregnaban las plantas y el tejado de las casas. Un gélido escalofrío recorrió mi piel, y atiné por abrazar mi propio cuerpo. Porque, ni la intensa nevada, sería impedimento suficiente para encontrarme con mi amada.

...

Apenas entré a la vivienda de Camila, pude escuchar su voz proveniente del salón principal, parecía reír y conversar con alguien. Sin embargo, Camila se encontraba completamente sola sentada en el cómodo sofá de estilo rústico.

–¿Mi amor? –Llamé su atención para sacarla de sus pensamientos, y hacer que se percatara de mi presencia.

—¡Lauren! —Camila corrió a abrazarme inmediatamente, y no dudé estrecharla entre mis brazos—. Yo… estaba recordando cuando nos conocimos. Me gusta contarme esa historia siempre.

Apenas atiné a levantar una de las comisuras de mis labios, y a asentir levemente reprimiendo un suspiro. —Lo sé, mi niña. Lo sé.

—¿Lauren? —Camila me llamó haciendo que nuestras miradas conectaran—. ¿Podemos salir fuera, y armar un muñeco de nieve?


Simplemente no podía negarme. No había nada en este mundo que no hiciera por el amor de mi vida. Incluso, ponerme bajo su piel.

...

Luego de varias horas, cuando el sol comenzaba a esconderse, decidimos entrar a casa. Camila abrió la puerta, se quitó su chaqueta húmeda de inmediato para dejarla en el perchero, y yo la seguí repitiendo la misma acción.

—¿Quieres un café, mi amor?— Preguntó Camila mirándome, y asentí rápidamente frotando mis manos y tiritando un poco. Camila sonrió negando con la cabeza y se acercó a mí dejando un corto beso en mis labios para después separarse y caminar a la cocina.

Me senté en el sofá, cerca de la chimenea mientras esperaba. Cuando Camila volvió, me sorprendió poniendo sus brazos alrededor de mi cuello, abrazándome por la espalda. Respiré profundo, su dulce aroma inundaba mis fosas nasales, y fue suficiente para ponerme de pie, y traerla conmigo al sofá, cargándola y poniéndola sobre mi regazo, mientras nuestros labios se unían con necesidad.

Mis manos se aferraron a su cintura, y dejé suaves masajes por debajo de su blusa, sintiendo su cálida piel quemarme. La amaba tanto, y mi cuerpo reaccionaba ante esa creciente de necesidad de tomarla y hacerla mía.

Lentamente, la despojé de su blusa, y era completamente alucinante la forma en la que el brillo de las llamas, proveniente de la chimenea, iluminaban su torso semi-desnudo. Era una mujer demasiado atractiva... Era mi mujer.
Sin perder tiempo, deslice mis dedos por debajo de su sostén, pero entonces, ella me frenó. Dejó de besarme, y en su semblante pude notar tortura. Ella posó sus manos sobre su cabeza y negó un par de veces.

Solté un largo suspiro, y busqué sus manos para tomarlas, buscando de esta forma, tranquilizarla.

—Camila…— Musité en un suave susurro, intentando sonar lo más calmada posible.

—Lo siento, Lern. Me vino un dolor de cabeza… —Camila bajó la mirada, parecía tan avergonzada que mi pecho se oprimió al verla en ese estado.

—Camz… Tienes que volver al hospital, creo que necesitas una nueva valoración del médico, amor.

Pero apenas aquellas palabras salieron de mi boca, Camila se puso de pie y negó furiosamente con la cabeza. —¡No iré a ninguna parte, Lauren! ¡Sabes perfectamente que odio los hospitales!

—Camz, por favor, ¡Tranquilizate! Sabes que me preocupo por ti. ¡Me preocupo porque te amo, Camila! —Contraataqué intentando  no generar otra de nuestras clásicas discusiones innecesarias debido a este tema.

—¡Estoy bien, Lauren! ¡Estoy bien! —Repitió Camila en un intento por convencerme, o tal vez, por convencerse a si misma.

Lo cierto, es que Camila ya no era la misma desde hace unos meses atrás. Su personalidad se había vuelto distraída, triste, y hasta agresiva. Era evidente que algo le sucedía, pero ella no quería aceptarlo, y eso me dolía. Mirarla así, dolía.

Y entonces, no pude evitar llorar. Pero antes de que mi llanto se hiciera estrepitoso, Camila me tomó por el rostro y me besó. Un beso tan tierno y delicado, que hizo estremecer mi alma con suma dulzura.

Paulatinamente, limpió mis lágrimas, y se sentó sobre mi regazo. Entonces, perdí la noción del tiempo.

Camila comenzó a dejar suaves caricias sobre mi abdomen, al mismo tiempo en que comenzaba a moverse con enorme insinuación, provocándome así, que de mis labios escaparan dulces jadeos de placer.
—Por cierto, mi amor. —Exclamó repentinamente llamando mi atención, haciendo que rogara porque no frenara otra vez—. Olvidé decirte que no hay café.

Reí negando, y mordí mi labio inferior. —¡A la mierda el café, preciosa! Conozco otras maneras más eficientes para quitarnos el frío.

Dicho esto, tomé a mi mujer por la cintura inclinándome sobre ella para recostarla con cuidado en el sofá. Comencé a repartir besos bastante húmedos por su cuello, llevando ambas manos a la parte delantera  de su sostén para quitarlo despacio y lanzarlo por algún lugar del salón. Me separé un par de segundos para admirar a mi chica, la cual  miraba directamente a mis ojos, completamente en silencio. Camila sonrió, y le correspondí negando con la cabeza para volver a acercarme depositando un profundo beso en sus labios. Con una de mis manos separé un poco sus piernas para arrodillarme entre ellas, y así poder apegar mi cuerpo con el suyo, comenzando a frotarme contra ella de manera suave, lenta y muy tortuosa; Tal, como sabía que le gustaba a mi chica.
Relamí mis labios, y sonreí maliciosamente disfrutando de la excelente vista que tenía ahora de los atributos físicos de mi mujer. Atributos que atendí con mis manos y mi boca, al mismo tiempo en que terminábamos por despojarnos totalmente de toda la ropa, provocando así, que nuestros cuerpos se fundieran en uno solo, bajo el calor de la pasión, que era mucho más intenso que el calor que emanaba la vieja chimenea.

Fuertes gemidos endulzaban la boca de Camila, resonando por todo el salón como si de una bendición se tratase. Constantemente, esas cuatro paredes solían ser testigas de nuestro amor. De ese amor que nos unía, y que era tan joven, salvaje y libre…

—¡Te amo, Lauren Jauregui! —Expresó Camila en un susurro tan tierno, que me hizo estremecer a medida de que nuestros cuerpos llegaban en una perfecta sincronía a la cumbre de un clímax devastador.
—Te amo tanto, Camila Cabello. —Respondí entre jadeos, terminando por derrumbarme sobre su cuerpo delicadamente, mientras un par de lágrimas de completa felicidad se deslizaban por mis mejillas.

Nuestro amor era tan caliente y tan dulce, y eran estos momentos por los que vivía.

Luego de unos minutos, tras recuperar energías, dejé un beso sobre sus labios y otro sobre su frente. Observándola casi dormida, me levanté para vestirme, y posteriormente tomé su menudo cuerpo entre mis brazos, para llevarla hasta la habitación. La dejé sobre la enorme cama, cubriéndola con las sábanas, y me recosté a su lado. No demoré mucho tiempo en quedarme dormida, entre esos brazos que tanto amaba.



—¡No! ¡No! ¡No haré eso!

Fuertes gritos hicieron que abriera mis ojos de golpe. Estaba confundida, no entendía que sucedía, pero mi instinto me hizo levantarme. Más aún, al percatarme de la ausencia de Camila, quien había dejado una solitaria y fría almohada. Di largas zancadas hasta llegar a la cocina, en donde los gritos horrorizados de mi novia se volvieron a hacer presentes, ésta vez, con más intensidad.

—¡No! ¡Basta! ¡No puedo hacer eso!

Mis piernas temblaron apenas traspasé la puerta de la cocina, y fui incapaz de moverme. Camila yacía arrodillada en el piso, llorando con amargura, y completamente fuera de sí. Aquella escena me rompió por completo, y una sola mirada más, me hizo comprender la razón de su estado. En sus temblorosas manos, Camila sostenía mi teléfono móvil con la pantalla encendida. Y en ese momento, lo comprendí; ella había leído mi registro de llamadas y mensajes que había intercambiado con un médico esta mañana, al estar preocupada por la salud de la mujer de mis sueños. Pero ella, sin embargo, era incapaz de comprenderlo.

—¡No iré al Hospital, Lauren! —Gritó Camila fuertemente, haciendo que mi mente abandonara mis pensamientos—. ¿Este era tu plan? ¿Pasar la noche conmigo, para después llevarme al hospital?

Camila rió sarcásticamente, víctima de la amargura y el coraje que sentía en contra de mí.

—No es así como tú dices, Camila. —Murmuré en un intento por explicar mis motivos, pero ella me calló.

—¡Ya te dije que yo no estoy enferma, Lauren! —Gritó nuevamente, y caminé hasta ella para levantarla del piso, pero ella forcejeó y rechazó mi ayuda—. ¡Déjame! ¡Eres una traicionera!

Cerré los ojos, había tanto dolor en sus palabras, que era difícil no sentirlo como algo propio. Respiré profundo, pero ni así evité lo que sucedería a continuación.

—¡Basta, Camila! —Grité furiosa, en una involuntaria explosión de mis emociones—. Tú no estás bien! ¡Mírate! —Recalqué cada una de mis palabras, sin dejar de observar esa mirada que me reprochaba—. ¡En los últimos meses has perdido peso, porque no has estado alimentándote! ¡Por Dios!  ¡Ya no eres la misma, Camila! Todo el tiempo pareces estar en un mundo diferente, tan ajeno al que ambas hemos construído con nuestro amor. Tienes problemas de confianza, porque no quieres decirme lo que ya sé desde hace tiempo. ¡Ignoras todas las alertas! Pero yo lo sé. ¡Yo lo sé! Camila tú…

Pero cerré la boca antes de terminar. Camila se puso de pie, y caminó hasta el fregadero para darme la espalda. Temía que mis palabras le afectaran más, pero tan sólo quería ayudarla. Inhalé profundamente, e hice mi último intento para hablarle con paciencia y amor.

—Camz, yo te amo. —Me paré detrás de ella, y comencé a repartir besos sobre sus hombros—. Quiero ayudarte, ¿lo entiendes, mi amor? —Pregunté sin obtener una respuesta, e insistí —. ¿Mi amor?

Pero Camila no respondió. Bajó la mirada hacia el fregadero, y la vi jugar un poco con las copas vacías e utensilios sucios. Parecía distraída, probablemente no quería escucharme, pero no iba a rendirme ahora.

—Camz, mi vida. —Proseguí hablando, dejando suaves caricias sobre sus brazos. El médico me otorgó una cita para que mañana lo veamos en su consultorio, yo te acompañaré. Jamás te dejaré sola, princesa. Yo…

En ese momento guardé silencio, mis ojos se toparon con el reflejo de su rostro en la ventana, y se giró para mirarme.

Y entonces, vi en sus ojos algo que nunca había visto.

Y lo supe, en ese momento nuestro amor tendría consecuencias que serían irreversibles.


CONSEQUENCES. (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora