Capítulo 2.

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Mis ojos se abrieron, debido al ardor que la luz del sol provocaban en éstos y a la pesadilla que había tenido. Me habría gustado haber reaccionado de una forma más normal. Mas, me fue imposible, mi cuerpo no respondía a las órdenes de mi cerebro.

Pasaron unos segundos, y aún no podía ver nítidamente. Mis párpados parecían dos bloques enormes de cemento; era incapaz de abrirlos del todo ya que pesaban más de lo que podía aguantar. Pero, a pesar de aquello, sabía que algo estaba mal. Invierno.


La mejor y peor Estación de mi vida.
Recuerdos de amor y muerte rondando por mi cabeza.


Fuiste mi primer amor.
Mi amor más joven, salvaje, y libre. Mi amor más refrescante, caliente y dulce. Esa clase de amor que nunca se olvida.


Irónicamente, amarte también fue  tonto y oscuro. Tu amor seguirá disparándome como mil flechas clavadas en mi sangrante y débil corazón, hasta el final de mis días.


Sin embargo, tu amor y muerte me salvaron. Pues, fue tu eterno recuerdo, el que finalmente calló las voces de mi cabeza, y me dio la libertad después de casi 50 años de lucha constante contra los demonios que me enfermaban.


Fuiste mi rayo de sol, Lauren Jauregui.


Y sólo espero que un día me perdones por lo que hice.




Por favor, perdóname por hacerte vivir las consecuencias de amar a alguien como yo.





Una lágrima resbaló por mi mejilla, al mismo tiempo que besaba los pétalos de una rosa roja que dejé amorosamente sobre la fría y triste lápida de la mujer que siempre consideré como el amor de mi vida. Y eso no cambiaría nunca.

Me reincorporé para tomar mi inseparable bastón, y eché a andar a paso lento, sintiendo mis piernas cansadas, debido a mi avanzada edad.



«Amarte fue un placer, Camila Cabello. Y siempre estaré contigo».



Me detuve abruptamente, y di media vuelta. ¡Había escuchado una voz! Pero, a diferencia de las voces que en mi pasado me torturaron, ésta era diferente. Porque, estaba segura, ésta no era cualquier voz.


Era… Su voz.




Levanté mi vista al cielo, y una ráfaga de viento pareció acariciar mi mejilla. Y entonces lo supe, el frío invierno por fin había terminado. los pelos uno a uno. Sintiendo, disfrutando, cada tirada como mil demonios para evadir la depresión que emanaba este cuarto.

<<Pues no estaría mal hacerlo>>

—¿Quién ha dicho eso? —Pregunté algo aturdida.

Estuve unos instantes esperando una respuesta. La cual no obtuve.

No le di más importancia e intenté reincorporarme. Mi cuerpo estaba adormilado, ergo, me costaba tratar de ponerme cómoda en la cama.

Luego de un tiempo, y una vez acomodada, me quedé aún más aturdida. Esta habitación parecía la de un hospital. Lo que tal vez explicaría el ambiente tan lúgubre que sentía. Sin embargo, eso no era lo que más me importaba. Lo que realmente puso mis pensamientos boca arriba fue el mero hecho de estar en una cama de hospital, llevando un camisón y una aguja penetrando en mi piel, transportando un suero por todo mi cuerpo.

<<Pobrecita, no sabe nada>>

Al escuchar de nuevo aquella voz analicé todo el dormitorio, nerviosa y con algo de miedo. Pues aún no veía a nadie…Estaba totalmente sola, no había ningún rastro de nadie. O al menos eso es lo que creo yo. No obstante, ese sentimiento desapareció tan pronto como vino. Pues luego recordé el lugar en el que he despertado.

—¿Por qué estoy aquí? —Ese hilo de voz fue tan débil que a duras penas pude escucharme a mí misma.

—Porque hiciste algo horrible, Camz. —Me sobresalté y miré hacia mi derecha, en dirección a la puerta.

No podría creer lo que estaba viendo…

—¿Qué…?

—En tus manos está la respuesta. —Estuve unos segundos vacilando en si hacer o no lo que Lauren me ordenó.

Mi cuerpo comenzó a temblar de repente, como si supiese que en mis manos hallaría la prueba de algo horrible… Y no, no me equivoqué. Mis manos, parte de mis antebrazos, ya no eran una parte de mi cuerpo, solo eran un batiburrillo de sangre seca y cortadas realmente profundas en mis muñecas.

Una caótica batalla es lo que era, dictaminó mi propia mente.

Me mantuve sin quererlo paralizada durante unos minutos, viendo, analizando, horrorizándome cada vez más al ver aquellas marcas, al verlas cada vez más reales que en el segundo anterior. Sentía un nudo en mi garganta que me impedía respirar con normalidad, sentía que estaba atrapada en una caja menguante y que, en cualquier instante, ésta me iba a aplastar. También sentía la manera en la que mis lágrimas salían sin permiso, la manera en la que mi respiración se tornaba más torpe y rápida. Mi corazón no paraba de estamparse contra mi pecho. Eso me producía un dolor infernal, no era capaz de aguantarlo.

Quería liberarme de mí misma, pero las cadenas eran mil veces más fuertes que yo.

—¿Sabes que pasó? —Escuché la voz de Lauren en mi oído.

Negué con la cabeza, cerrando fuertemente mis ojos. Tratando de ocultar mis lágrimas, mi debilidad.

¡Joder! ¡¿Qué narices me está pasando?!

¡Necesito una respuesta!

—Camila, ¿recuerdas que tuvimos una pelea? —Abrí los ojos para mirarla directamente. Fue un error. Su cálida mirada de siempre se convirtió en una muy fría, rota. Eso me destrozaba aún más, pues no sabía la razón por la cual sus ojos me miraban de otra manera—. Por si no lo recuerdas, tuvimos una pelea muy gorda. No supimos cómo arreglar las cosas, y tú…

Se calló a sí misma, ya que, comenzó a ponerse nerviosa. Y su nerviosismo repentino me hizo poner más de los nervios. Mi corazón no aguantaba tanto, nada en mí aguantaba tanto. Empezaba a perder los papeles antes de saberlo.

—¿Qué hice? Joder, ¡Dime! —Mi grito asustó a la persona que más amaba en este mundo. Lo que me dolió aún más.

Se supone que debo protegerla, no asustarla.

<<Es difícil proteger a alguien cuando eres un monstruo>>

—¡¿Quién narices dijo eso?! —Solté en un sonoro y duro grito, lleno de dolor, desesperación y agonía.

Estaba harta de esto, quería deshacerme de esta pesadilla. No quiero quemarme en mi propio infierno, no estoy lista para resistirlo. Arde como la maldita mierda. Ni mi alma ni mi piel son capaces de resistirlo…

—Camila, tú me mataste… —La voz de Lauren ni siquiera se rompió al pronunciar aquellas palabras. Cosa que me llevó a pensar que estaba de broma.

Sin embargo, la observé con más detenimiento: en su abdomen y en su pecho pude ver dos grandes cortadas, rodeadas por la sangre seca de su camiseta. Además de que se veía anormalmente pálida, con los labios cortados, repletos de grietas. Su cuerpo temblaba de una forma que no me gustaba, no temblaba como aquella noche en la que nos unimos y explotamos juntas. Su temblor significaba frío, miedo. Miedo a su novia. A mí…

<<Eres un monstruo, pero tú no hiciste eso>>

Cerré los ojos mientras negaba con la cabeza. Yo no la maté,  estoy aquí porque al ver a mi novia muerta intenté suicidarme. Mi vida perdió sentido al ver que la razón por la cual me levantaba cada día ya nunca estaría.

Eso fue lo que pasó. Esa es la realidad, la verdad.

—Camz, tú me mataste. No obstante…

—¡Calla de una puta vez, yo no lo hice. Te lo estás inventando! —Pusé mis manos en mis oídos para no oírla más. Sus mentiras solo me hacían más daño.

Instantes más tarde, ella se acercó lentamente. Se notaba a kilómetros que me tenía miedo, que en el fondo quería irse. No sólo por su manera  de aproximarse a mí, sino también por su mirada repleta de inseguridad, incertidumbre. Mas, su amor por mí, le hacía avanzar. Su corazón la guiaba. Lo cual me relajaba y me alteraba más al mismo tiempo.

Una vez ya cerca de mí me tomó de la mano. Yo respondí de una manera que no me gustó, me zafé de su agarre de una forma tan brusca que casi la tiro al suelo. Incluso se tambaleó un poco.

¿Por qué estoy haciendo esto? ¿Qué me pasa?

<<Mátate>>

—Cam… —No fue capaz de acabar mi nombre. Sus lágrimas se lo impedían—. Tú me mataste, lo hiciste a sangre fría. Pero sé que no fuiste realmente tú. Esa parte insana de tu cerebro fue quien te lo ordenó y la obedeciste porque sabías que era la única manera de calmarla. Eso lo entiendo… O quiero entenderlo.

<<No escuches>>

<<Te odia>>

—Camz, te amo. Sé que podrás luchar contra esto. —En ese momento acarició mi mejilla con total delicadeza.

Amo cuando hace eso. Es de las pocas cosas en este mundo que me relajan.

—Yo también te amo, Lauren. —Comenté en una voz muy débil al igual que sincera.

<<No te ama>>

<<No la amas>>

<<Dile que no>>

<<Vete a la mierda>>

<<Mátala de nuevo>>

Tapé mis oídos con mis manos, presa de una agonía insoportable. Sabía que me estaba ahogando en un mar de pesadillas. Trataba de subir a la superficie. No obstante, todos mis intentos eran en vano. No valían, siempre la corriente era más fuerte, me engullía. No tenía escapatoria… Me iba a ahogar.

<<Mátate>>

—¡CALLA! —Sin saber qué hacer agarré  un jarrón que se encontraba en mi mesilla. Lo observé por unos segundos, pesando en si hacerlo o no.

<<Hazlo>>

Y estampé el jarrón contra la pared. Aunque no fuese el único objeto en romper. Hubieron muchos más, mucho más caos, mucho más dolor. Cada objeto que rompía me creaba más ira. Pues yo, en parte, deseaba ser uno se esos objetos. Deseaba que lo que fuera que me hablase parase de una maldita vez. Anhelaba tanto sentirme en paz por una vez en mi vida por mí misma…  Aquellas voces no paraban de perturbarme, de romperme, de destruirme sin darme cuenta. E iban a seguir, lo sé. Siempre sigue hasta que no me duerma. A veces, ni aún durmiendo soy capaz de apaciguar esas voces. La única persona en este maldito mundo en poder hacerlo era Lauren. Y ahora se supone que ya no está. O eso creo.

No podía parar de gritar, de tirar cosas, de decirle a Lauren que parase de detenerme. Ya que ella trataba de poner las cosas en su sitio, de calmarme aún cuando comenzó a agobiarse y a llorar como una niña pequeña. Hasta que, de repente, la puerta se abrió con una gran brusquedad. El doctor que vino casi la rompe. Pero eso parecía importarle muy poco.

—¡Camila, para ya! —Hice caso omiso a las plegarias del doctor.

No, no iba a parar. Seguiría hasta destrozar cada parte de este infierno. Incluso, si es necesario, me dañaré a mí misma para hacerlo.

—¡A la mierda! —Susurró el doctor antes suministrar algo en unos de los goteros.

No sé lo que me administró. Quizás fue un calmante o algo. Ya que, al paso de cada segundo, aquella catástrofe se fue amainando. Mi mente se calmó, mi cuerpo se liberó de su peso, comenzaba a flotar, mis ojos se cerraban. Se sentía jodidamente bien… Me pasaría toda una eternidad con esto recorriendo por cada parte de mis venas.

Al cabo del tiempo la paz pareció manifestarse ante mí, me sentía yo misma. Salvo por el hecho de que Lauren se había marchado. ¿Cuándo se habría ido? Quizás ni siquiera me habría dado cuenta del momento en el que se fue. No sé.

—Doctor, ¿sabe en qué momento la chica que trataba de ayudarme se fue? —El señor que estaba ahora cuidándome puso una cara difícil de descifrar.

Estuvimos unos segundos en silencio. Él me observaba con cara de tener que tomar una gran decisión y yo le desafiaba con cara confusa. Nunca me gustó no obtener respuestas en momentos en los que me siento impotente. Esta era un de esas situaciones.

—¿Qué pasa, señor? —El hombre tomó aire con torpeza, pero al mismo tiempo encontrando de mostrarse profesional al igual que seguro.

Aquello me daba mala espina.

—Camila, lamento decirte que tu novia nunca estuvo aquí… Ella está muerta. Tú… —Carraspeó, tomándose tiempo para encontrar las palabras exactas—. Tú la mataste. Luego, al ver lo que habías hecho, intentaste suicidarte…

¡¿Qué?! Espera, ¿esto en serio es real lo que me está diciendo?

—Camila, ¿Escuchas voces? —Preguntó muy interesado en la respuesta.

<<Di no>>

—No. —Contesté fríamente.

El doctor se me quedó mirando dudoso. Se podía apreciar a una gran distancia que no me creía, que sabía lo que pasaba en mi mente.

—Mira, no la mataste tú del todo. Sabemos que escuchas voces, que ves cosas que no son. Tu visión de la realidad está totalmente distorsionada. Por eso pudiste ver a tu novia otra vez, porque, Camila… Sufres de esquizofrenia. Por eso estás aquí, para ayudarte a controlar esas distorsiones.

No dije nada, me quede congelada. El tiempo, para mí, se paró y se acabó en este mismo instante. No me entraba en la cabeza lo que mis oídos escuchaban.


Invierno.


La mejor y peor Estación de mi vida.
Recuerdos de amor y muerte rondando por mi cabeza.


Fuiste mi primer amor.
Mi amor más joven, salvaje, y libre. Mi amor más refrescante, caliente y dulce. Esa clase de amor que nunca se olvida.


Irónicamente, amarte también fue  tonto y oscuro. Tu amor seguirá disparándome como mil flechas clavadas en mi sangrante y débil corazón, hasta el final de mis días.


Sin embargo, tu amor y muerte me salvaron. Pues, fue tu eterno recuerdo, el que finalmente calló las voces de mi cabeza, y me dio la libertad después de casi 50 años de lucha constante contra los demonios que me enfermaban.


Fuiste mi rayo de sol, Lauren Jauregui.


Y sólo espero que un día me perdones por lo que hice.




Por favor, perdóname por hacerte vivir las consecuencias de amar a alguien como yo.





Una lágrima resbaló por mi mejilla, al mismo tiempo que besaba los pétalos de una rosa roja que dejé amorosamente sobre la fría y triste lápida de la mujer que siempre consideré como el amor de mi vida. Y eso no cambiaría nunca.

Me reincorporé para tomar mi inseparable bastón, y eché a andar a paso lento, sintiendo mis piernas cansadas, debido a mi avanzada edad.



«Amarte fue un placer, Camila Cabello. Y siempre estaré contigo».



Me detuve abruptamente, y di media vuelta. ¡Había escuchado una voz! Pero, a diferencia de las voces que en mi pasado me torturaron, ésta era diferente. Porque, estaba segura, ésta no era cualquier voz.


Era... Su voz.




Levanté mi vista al cielo, y una ráfaga de viento pareció acariciar mi mejilla. Y entonces lo supe, el frío invierno por fin había terminado.


CONSEQUENCES. (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora