Capítulo 2 ~ Sueños y carreras
- Lyana, acompañame a un lugar ¿si?
- Claro. - sonreí ¿Cómo decirle que no a esos hermosos ojos oscuros y esa sonrisa hermosa?
Cuando menos me di cuenta ya estábamos en un lugar desconocido para mi. Habían flores alrededor y una hermosa fuente en medio. Tomamos asiento en la fuente y lo miré a los ojos.
- ¿Por qué vinimos aquí?
- ¿No te gusta?
- Si, es hermoso. Pero eso no aclara mis dudas.
- Tan curiosa como siempre mi niña- de repente, sus ojos marrones se tornaron verdes, su piel más oscura y su sonrisa diferente...
- ¿Alan? Pero... ¿qué rayos...
She's not afraid of all the attention
She's not afraid of running wild
I've got she's so afraid of falling in love.
Mi alarma sonó y afortunadamente me despertó de ese sueño tan extraño. Hice mi rutina de todos los días. Me bañé y cepillé mis dientes, para luego peinarme y finalmente colocarme ese maldito uniforme gris con camisa y medias blancas y zapatos horrendos negros. Me distraje mientras desayunaba hasta que escuché la bocina del auto de Sandra. Esperaban por mi como todos los días para llevarme a la escuela.
- Buenos días Lyana - dijo Sandra con su sonrisa habitual de todas las mañanas.
- Buenos días Sandra, Antonio, Alan... - y como de costumbre me coloqué los auriculares hasta llegar a la escuela. Nos bajamos y cada uno emprendió su camino.Eso, claro, hasta que vi a Alejandra, una de mis mejores amigas.
- Buenos días. ¡Vaya! Que bonita cara traes.
- No todos nos despertamos con buen humor en las mañanas querida.
- Eso es claro. La señora Muñoz no sabe lo que es una sonrisa en las mañanas. -ambas reímos ante esto. La señora Muñoz era nuestra maestra de inglés y NUNCA tenía una sonrisa por más increíble que pareciera.
- ¿Llegó la señora Meyer?
- No ¡tenemos la mañana libre!
- Lyana - escuché a lo lejos. Me volteé y cuando vi sus ojos marrones y su hermosa sonrisa automáticamente se dibujó una en la mia. Dejé que llegara para saludarlo con un beso en los labios.
- Buenos días Alejandra. ¿Están libres?
- Sí, Meyer no vino hoy. - y le di una sonrisa.
- Perfecto. ¿Quieres pasar la mañana conmigo?
- Si... ¿te molesta si te dejo sola Ale?
- No, para nada. Los veo luego.
Pasé toda esa hora con Christian riéndonos y desayunando unas tostadas mediocres de la tienda que estaba junto al colegio. Los desayunos allí eran malísimos y tras de malos ¡caros! Prácticamente te asaltaban sin tener que usar pistolas o cubrirse con pasa montañas como en las películas. Sonó el timbre y me marché a mi siguiente salón. Pasé la mañana entre bostezos, risas con las chicas y regaños de los profesores. O sea, normal. Tocó el timbre del almuerzo y sonó a gloria.