SAMANTHA
Se coloca el delantal suspirando lentamente, hacia lo mismo todos los días, como si aquello disiparan todos los problemas que tenía. Su cara se transforma en una delicada sonrisa, tan acogedora, que en los últimos meses la transformó en el empleado del mes.
Samantha había dejado su lugar natal para mudarse a la gran ciudad, no tenía padres, ni hermanos, pero eso no le impidió crean un lazo familiar con las hermanas del convento "María de Claire." Como nadie la adoptó, supo valerse por sí misma desde que tenía ocho. Ahora a sus diecinueve años de edad, dejó todo lo que conocía atrás para comenzar desde cero.
Necesitaba terminar sus estudios, con media beca apoyando varios de sus gastos, se estableció en unos apartamentos cerca de la universidad, logró conseguir un trabajo de medio tiempo en el restaurante "Placeres culposos".
Cada vez que pensaba en aquel nombre, sonreía de forma ladina. Todos y cada uno de sus postres nombrados de forma ingeniosa para hacerlos más llamativos y prohibidos.
Todo en su vida iba de acuerdo al plan, trabajaba por las tardes y estudiaba en la mañana. Compartía habitación con una compañera de la universidad, y su casa estaba a unas pocas calles de su trabajo. Todo le quedaba cerca...
—¡Ahí esta! — expone Brenda con una sonrisa saltarina.
La joven observa el punto señalado y sus mejillas enrojecen de golpe. Justo en la mesa de la esquina se encontraba aquel misterioso caballero, ella toma su bandeja acercándose a su encuentro, todos y cada uno de los empleados se confabulaban contra ella para que siempre lo atendiera, para ella solo era un apuesto cliente, no comprendía el por qué sus compañeros la emparejaban, no era como si hubieran entablado conversación alguna.
El sujeto la mira directamente a los ojos y ella se siente cohibida de golpe. Sus ojos de color café se centraron en la cara de la interpelada, ella muerde su labio inferior sin pronunciar palabra alguna.
¡Era de esperarse! Aquel sujeto parecía modelo de revista, su cuerpo fornido, parecía aquellas estatuas esculpidas de marfil, de tez clara y fina como la porcelana; que opacaba a los algodones si se acercaban, su mandíbula cuadrada y cabello negro azabache.
Sus labios como una línea perfecta y dibujada, se unen como un fino hilo hundiéndose hasta su mejilla.
Permanecía observándolo de la forma más tonta posible, aunque muchos jóvenes del lugar le decían que ella era hermosa, se sentía un ser diminuto comparado con aquel, comienza a jugar con uno de sus mechones sueltos para recobrar la postura, su cabello castaño hecho una coleta mostraban a una joven de gesto noble y sonrisa dulce.
—¿Samantha, puedes tomar mi orden? —pregunta con voz tan suave como la seda, era absurdo creer que aquel iba todos los viernes solo para verla a ella, pero no sabía que pensar, cada viernes de cada semana llegaba al restaurante, se sentaba en la misma mesa y pedía las mismas cosas, en estos dos meses ha estado haciendo exactamente lo mismo, Brenda trato de atenderlo, pero él parecía un león enjaulado cuando alguien más se acercaba a su mesa, de manera que solo con ella podía mostrar aquella hermosa hilera de dientes.
—¡Disculpa! — canta ella regresando a la realidad. —¿Qué quiere de cenar, señor Jadeen? — la palabra señor le quedaba tosca a una cara de marfil que no aparentaba más de veintiséis años, pero aquellas eran las reglas del restaurante, incluso el llamarlo por su nombre era algo poco adecuado, pero el peli-negro insistió hasta que ella aceptó.
—Quiero el plato número dos, y el postre... "Un beso prohibido" —
Presentó señalando las fotografías del menú.
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Lujuria y venganza
RomanceSi están buscando un: "felices para siempre" está no es su historia... La vida es injusta... Como una víbora, que sin importan cuan hermosa sea, de la misma intensidad se torna su veneno. Pero para dicha serpiente la ponzoña es algo con lo que tiene...