Capítulo I

431 49 17
                                    


-Yamazaki-sensei... - La voz de su asistente a través del interfono le obligó a desviar la mirada de los papeles que estaba revisando en ese momento, su dedo presionó el botón que brillaba en rojo y esperó. -La siguiente cita ya llegó, ¿le hago pasar?-. Ah, otro paciente. Consultó su reloj, faltaban cinco minutos para la hora, era la última consulta del día y no recordaba a quién había agendado en ese día, un viernes a las 8pm.

-Sí, adelante... -. Iniciar cinco minutos antes significaba terminar un poco más temprano y tener tiempo suficiente para fumar un cigarrillo mientras caminara a su auto antes de volver a casa. Y es que a su actual pareja no le gustaban los vicios, así que fumar tranquilamente sentado en su sofá con una taza de café caliente esperándole jamás iba a pasar.



La puerta se abrió y dio pase a su última cita del día, dejó los papeles en el escritorio y con un ademán le indicó pasar a ponerse cómodo en la pequeña sala dentro del consultorio. Lugar donde tenía varios cojines con distintas texturas, algunos peluches de tamaño considerable, cajas de pañuelos desechables y su cuaderno de notas. Encendió la vela aromática de aroma a lavanda y se dispuso a trabajar.



Yamazaki Sousuke era un psicólogo reconocido por varios colegas y medianamente afamado entre la población. Tenía más de seis años de haberse graduado con honores de la universidad y de haber terminado sus postgrados, aunque su consultorio se mantenía funcionando desde antes de terminar la Universidad, un plan muy bien elaborado para adquirir experiencia laboral. Se especializaba en tratar adultos, jamás se sintió a gusto con niños. Al menos, no después de tener que atender a una menor con tremendas secuelas provocadas por la violencia sexual que sufría de manos de su propio padre. No. No tenía el corazón lo suficientemente frío y duro como para no sentir que cada palabra que los inocentes e indefensos seres pronunciaban le dolía y afectaba su percepción del mundo. Era como si los niños sufriendo lo arrastrasen al límite entre su ética profesional y sus deseos de ser el karma que acabara con ese montón de violadores abusivos.



Así que adultos y jóvenes con problemas de ansiedad, insomnio, depresión, conductas autodestructivas, pensamientos suicidas y, a veces, parejas en crisis eran sus mejores clientes.



Amaba su trabajo. Ayudar en lo posible a las personas que más lo necesitaban era su pasión. Escuchaba mil historias, conocía a mucha gente, ganaba muy buen dinero, seguía preparándose... En fin. No podía quejarse de su vida para nada. Y pensaba en ello mientras degustando su cigarrillo avanzaba hasta su auto. Su último paciente era todo un torbellino, tenía 17 años pero era tan dulce e infantil como un niño de 10. Él no veía ningún tipo de problema, no tenía retraso ni se trataba de algún complejo, sólo le gustaba mantener su alegría infantil. Estaba pensando en cómo anunciar a los preocupados padres que su hijo estaba perfectamente sano cuando una sombra frente a él lo alertó.



No lucía amenazante, pero sí que parecía algo sumamente sospechoso cuando encontraba que el cuerpo de alguien parecía esperarle sentado en el suelo, recargado en su auto. Sus pasos se volvieron pesados, más firmes, con toda la intención de que hicieran el ruido suficiente para hacer saber al otro de su presencia y ahuyentarlo en caso de que no tuviera nada que hacer ahí o bien, hacerlo reaccionar. Y funcionó. La pequeña sombra se giró en su dirección y trató de ponerse de pie sin éxito. Al notar eso Sousuke se apresuró a llegar, quizá fuera algún herido requiriendo auxilio.



-Yamazaki-sensei...-. Escuchar esa voz le congeló la sangre en las venas. Sonaba tan adolorido y triste. La luz de un auto pasando en la calle del frente iluminó el panorama, deteniendo su aliento. -Lo hizo otra vez... -. Su paciente, un joven de ojos azules y cabello negro estaba terriblemente herido. Tenía los pómulos hinchados y rojos, el labio sangrando, sus ojos morados... El cabello despeinado y montones de rasguños marcando su piel. -Él me prometió que no pasaría de nuevo... Él lo prometió...

Sick of itDonde viven las historias. Descúbrelo ahora