Capítulo II

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Gracias infinitas a mi beta: RotMond. Por su tremenda paciencia y amabilidad.

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Aquella noche, después de que Haruka confesara sus sentimientos por él, fue incapaz de dormir. A la mañana siguiente no pudo probar bocado y sentía una asfixiante presión en el pecho que le hacía complicado permanecer sentado mucho tiempo. Le faltaba el aire, no podía concentrarse. Tuvo que cancelar todas sus citas de ese día y huir del consultorio porque no podía... simplemente no podía escuchar a nadie más. Todo lo que podía oír en su cabeza era la voz del pelinegro diciéndole que se había enamorado de él. Y la culpa se extendía de nuevo por todo su ser... ¿Él, sin saberlo, había provocado todo? ¿El dolor, las lágrimas, los golpes, los constantes abusos y humillaciones? Para Sousuke, saber la verdad detrás del sufrimiento de Haruka Nanase fue más difícil de lo que pensó.

No. Sousuke jamás fue culpable de nada. Joder, lo sabía. Pero algo dentro de él se negaba a creerlo... y estaba consciente de que era malo. No debía seguir intentando justificar a Haruka, ni a su pareja, ni la situación... ni nada. Él sólo era el médico encargado de la salud mental de ese joven, y por lo visto ya era incapaz de lidiar con ella. No podía ayudarle, todo se había vuelto demasiado personal. Pero... tampoco se sentía capaz de abandonarlo a su suerte, mucho menos durante su enfermedad. Vació el tercer vaso de whisky, dejando que el cristal chocara contra la barra de aquel bar. La mirada de desaprobación que le dirigió el barman hizo disculparse en un susurro. Soltó un suspiro. ¿Ahora qué? Ya llevaba tres días lejos de su consultorio, sin atender citas, pero sin ánimo de salir. Pasando la noche en hoteles, porque no se sentía bien para mirar esos profundos ojos azules de su paciente y tampoco los castaños de su pareja. Su bolsillo empezó a vibrar y ni siquiera tenía ganas de sacarlo para ver quién era. Intuía a Makoto o a su pareja. Y no, no quería hablar con ninguno de los dos.

Lo último que había enviado con ese teléfono había sido un mensaje a su amigo de ojos verdes para que se ocupara de Haruka mientras él no estaba. No dio más explicación y tampoco se la pidieron, pero supuso que después de tres días todos de pronto necesitaban saber qué demonios estaba haciendo. Cerró los ojos un momento, echando la cabeza hacia atrás para intentar despejarla, pero no funcionó. En su mente seguía bailando la misma situación: Haruka, su confesión, sus heridas, sus ojos llenos de lágrimas... Mierda. No se sentía cómodo con nada, con nadie. Y no tenía ni idea de lo que debía hacer. Fastidiado, dejó el dinero de la cuenta sobre la barra, ya que el bartender estaba más ocupado hablando por teléfono que en ponerle atención, y se marchó del lugar sin decir ni una palabra, volvería al consultorio y tomaría sus cosas para irse a un hotel diferente... o quizá a casa. Aún no estaba seguro. Se detuvo un segundo en la puerta, revisando que llevara todo lo que era necesario. No estaba ebrio, ni mareado siquiera, pero últimamente se sentía demasiado torpe y todo olvidaba. Incluso el detalle de que su pareja sabía que ese era su bar favorito, y que conocía al barman encargado porque habían sido compañeros en la primaria... y que eso explicaba perfectamente la razón por la que Ikuya le esperaba recargado en el auto, con el ceño fruncido y una mueca de molestia en el rostro.

—Ikuya... —Susurró, con una mezcla extraña de emociones. Por un momento se sintió como un niño. Se acercó con paso firme, pero lento, conocía el temperamento de su pareja—. ¿Usaste tus influencias? —preguntó, sin afán de fingir inocencia.

—Más de lo que hubiera querido —admitió, exigiendo las llaves del auto. No iba a permitir, bajo ninguna circunstancia, que su novio condujera por la ciudad tan tranquilamente después de haber bebido, así hubiera sido una sola copa en toda la noche—. Makoto no sabía dónde te habías metido, tampoco tu asistente en el consultorio... Me tenías preocupado, desde hace días actúas extraño, ¿qué te está pasando, Sou? —Sin rodeos, así hablaba Ikuya cuando estaba enojado. Por suerte no le había levantado la voz, no sabía si su cabeza iba a soportar el escándalo que era capaz de armar. Le siguió, abordando el auto y subiendo al lugar que le iba a corresponder esa noche como copiloto. Soltó un suspiro, era hora de soltarlo todo.

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⏰ Última actualización: May 11, 2019 ⏰

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