— ¿usted es el conde? — entrecierro los ojos al ver la cara de espanto de Irina.
— ¿algún problema?
Ella mira a Ibran quién se ha olvidado de nuestra existencia debido a los panecillos.
— me siento avergonzada ante usted.
— no te preocupes, de todas las personas entrevistadas ninguna se le ocurrió traer una muestra de lo que cocinan, sólo a ti y soy conciente que fue por el hambre que tenias pero eso... te ha dado el puesto.
Los ojos de Irina se iluminan y la veo tomar impulso para correr hacia mi pero me hago a un lado a tiempo.
— no te preocupes por los agradecimientos, soy conciente que eres feliz de tener el puesto, bien, te quedarás en la casa, Ibran se encargará de llevarte a las dependencias del personal de servicio. Cada quince días podrás salir para visitar a tu familia. El salario te lo dirá Ibran — avanzó pero me detengo — deseo que no falten esos panecillos en mi mesa.
Irina asiente y veo que trata de controlar que una risa escape de sus labios... me sentí tan mal ya que años atrás yo era un espiritu alegre pero ese hombre había muerto.
Cogo un panecillo y la cara que me hizo Ibran me hizo recordar a mis perros cuando gruñen por que les quieren quitar el alimento, sin desearlo una sonrisa se dibuja en mi rostro.
Ibran se gira a un costado de frente a la pared con la cesta de panecillos.
— debes disculparlo, tiene días sin alimentarse, su sustento a sido raíces y hierbas.
Irina abre más los ojos por la sorpresa, oímos un gruñido escapar de la garganta de Ibran y me apresuró a salir antes de que la risa me visite.
Irina
— ¿será que me puedo retirar ahora? — con tristeza veo la loza en la mesa que no he podido lavar ya que el señor Ibran se niega a abandonar la cocina, ha llenado plato tras plato de alimentos y no ha dejado de comer y de hacer ruidos extraños, por mi parte me he bebido 3 te de canela ya que la actitud del señor Ibran me ha puesto los nervios de cabeza. Soltaba una risa después que se llevaba un bocado a sus labios. Luego hablaba como si alguien mas que yo estuviera en la cocina acerca de la maravillosa comida que yo preparaba, por más que mirará hacia todas partes no había nadie presente.
— claro — lo veo servirse de nuevo una porción de carne.
— pero la loza quedará sucia...
— es tu hora de estar en cama, lógicamente que el señor la lavara.
Me sobresalto al escuchar la voz del Conde Vrej.
— Stefano, mañana puede ser lavada.
Mi mente se ha quedado en su nombre... me encantaba, él era un hombre guapo, elegante aunque vistiera como los zopilotes que rondaban la granja de papá cuando había algún animal muerto.
— no lo pregunté Ibran, tienes a Irina prácticamente secuestrada en la cocina, no es justo que se duerma tarde por tu culpa y encima madrugar a lavar la loza, terminas y te encargas de dejar la cocina tal como me gusta, Irina ve a dormir — mi cuerpo se ha estremecido al escuchar esa voz imponente.
— si.. si amo — desearía darme un pisotón yo misma por que la voz me ha temblado, estoy segura me ha visto con la boca abierta admirandolo, tenía razón mi santa abuelita que en paz descanse,《para pendejo no se estudiaba》obviamente se lo decía a mi santo abuelo que se quedaba callado ante cada insulto de mi abuela por regalar los huevos del gallinero a las señoritas bonitas que llegaban a comprarlos, sacudi la cabeza y decidí que dejaría de pensar en mis abuelos, me puse de pie y para mi desgracia, me sentía tan nerviosa que di tres vueltas alrededor de la mesa sin razón alguna, ahora me sentía como el perro que había en la granja, Espinaso él daba tres vueltas para echarse y yo di tres vueltas para salir.
Salí rápidamente de la cocina, me sentía avergonzada, quizás la gran admiración que sentía por el conde me hacía actuar como una total idiota.
Sólo esperaba que el conde no me tachara de tonta y me despidiera.
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El conde Vrej ©
Lãng mạnStefano Giles, es un hombre considerado en el más correcto, amante esposo, padre. Alguien quién nunca ha infringido la ley. Pero todo cambia el día que le es arrebatado su mayor tesoro, su esposa e hija. El dolor lo ha transformado en alguien disti...