Capítulo 1: "Es una fiesta, ¿qué podría salir mal?".

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Contemplaba el techo aburrida, llevaba 3O minutos así, si es que no más. Era la noche del sábado más aburrida de la que ha habido existencia, ni mis pensamientos eran los más gratos.

Sentí el teléfono entonces, me levanté de golpe buscándolo entre las ropas de mi cama.

-¿Bueno?.

-Soy yo, Christine.

-Hey – contesté más agradable – ¿cómo estás?

-Bien, bien, gracias.

-Y, ¿para qué llamas?

-¿Es notorio que esta llamada tiene un propósito? – rió – pues llamo para avisarte que iré por ti a las 10 pm, iremos a una fiesta.

-¿Qué? – pregunté – queda una hora.

-Es suficiente para que te arregles.

-No es eso – cuestioné – sabes que mamá no me dejaría, lamento arruinar tus planes, pero tendrás que ir sola.

-Claro que no, iré por ti a las 10 pm, si te dan permiso o no, es tú problema, yo estaré ahí.

-Bien, veré que puedo hacer.

-Así se habla, no te arrepentirás cuando veas los guapos chicos que hay allí.

-Cómo digas – colgué el teléfono.

No importaba si decía que no, Christine vendría de todos modos. Mamá no me dejaría ir, nunca voy a fiestas, nunca salgo, tengo 17 y me cuidan como si tuviera 5 años. Nunca he entendido porque son tan sobreprotectores, nunca he podido actuar como los adolescentes, no con ellos encima.

Bien, no tenía nada que perder al preguntarle, quizás en una de esas podría convencerla. Me levanté de la cama, y bajé las escaleras tropezando con mis pantuflas, la vi entonces en la sala con una copa de vino, como siempre estaba los sábados. Mis tropezones lamentablemente no pasaron desapercibidos y mamá volteó a verme con cierta sorpresa.

-Pensé que estabas durmiendo – dijo.

-Son las nueve de la noche, nadie está durmiendo a esa hora – respondí.

-No sentí ruido, pareciera que estabas durmiendo, como siempre estás en tu habitación – tomó un sorbo de la copa de vino.

-No tengo más opción.

-¿A qué te refieres? – preguntó.

-No vine a hablar de eso – me senté a su lado en el sillón – sabes que nunca pido algunas de estas cosas.

-¿Qué estás tratando de decir? – sacó la mirada de la copa de vino y fijó sus ojos en mí.

-Soy la única chica de california que se queda las noches del sábado en casa – reclamé – estoy harta de tener que acostarme para no aburrirme, estoy harta de ver televisión mientras mis amigos salen de fiesta. Yo también quiero ir a una.

-¿Es por eso?, ¿si tus amigos van tú vas? – arqueó una ceja.

-No he dicho eso.

–Sabes cuál es mi respuesta – tomó un sorbo de vino nuevamente – no te dejaré ir, menos en la noche ¿acaso no sabes los riesgos que hay allá afuera?.

-¡Lo sabría si me dejaras salir! – grité. Mamá se quedó callada unos segundos, casi poco notorios.

-No – insistió – no puedes ir.

-Es una fiesta, ¿qué podría salir mal?.

-Todo – volteé al sentir otra voz en la sala, era papá.

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