Lección perdida

748 89 13
                                    



-Entonces, como pueden ver, es así como se asemeja a un río...un río que parece estar hecho de leche. ¿Puede decirme alguien qué le confiere ese brillo blanco?

  ...:..::...:....:::....:...:::.....  Lección aprendida ..::..:.:...:..::...:....:::..... 

Era un colegio pequeño, agradable a la vista... ¡y qué vista! Como un ombligo, la edificación era particularmente la única que sobresalía entre tanto pasto verde, arboles y florecillas silvestres. Mirándolo desde el cielo, las nubes contemplaban la maravillosa forma de contrastar los colores blanco y rojo de las tejas del techo, con el verde amarillo del suelo.

Eran ocho pinos que custodiaban la escuela en un radio de cinco metros alrededor de ella.

Era un caminito delgado, finito, que conectaba la escuela con la carretera. Largo, largo... como las horas que pasaban dentro de ella.

¿Quién vendría a aventurarse en esa idea tan descabellada? Una escuela elegida, un salón elegido, un niño elegido... quizá eran dos.

...::..:.:...:..::...:....:::....:...:::.....

-Entonces, como pueden ver, es así como se asemeja a un río...un río que parece estar hecho de leche. ¿Puede decirme alguien qué le confiere ese brillo blanco? –el señor Iruka era un hombre amable, tranquilo y muy entregado al conocimiento. Era en resumidas cuentas, un maestro, tal como su título lo confiere. Su mano sostenía una varita y con ella apuntaba las ilustraciones donde, en forma caricaturesca, plasmaban las constelaciones del cielo.

-Yo. –levantó la mano un chico de tez blanca y ojos negros. Su seriedad era ya característica principal de él como el de las niñas, el seguirle el juego.

-¡Yo!

-¡Yo! ¡Yo!

-¡YO!

-¡Yo, maestro! –todos los pequeños de nueve años (quizá alguno de ocho todavía) mantenían sus manitas alzadas, moviéndolas con el afán de llamar la atención del docente.

Era Kiba uno de ellos, el más aprovechado y burlón de todos. Notando como uno de sus compañeros dormía con sus manos apoyando su mentón, levantó la voz y gritó un "yo" tan estruendoso que el pobre chico cansado abrió los ojos con sorpresa.

-¡Yo! ¡Yo! ¡Yo!

Iruka siempre vigilaba a cada uno de sus alumnos, por eso supo elegir al adecuado.

-Naruto. –al chico dormilón, por supuesto. Un niño de nueve años con ojos azules y cabello rubio que se puso de pie y miró aun modorro al profesor. –Dime, Naruto, si miras la galaxia por un telescopio ¿de qué está compuesta?

Pobre Naruto... no era precisamente el tipo de niño que estudiaba con afán. Dormirse siempre era su pérdida completa pero no podía evitarlo. Miró aquella ilustración que se empeñaba en apuntar el profesor. Su gesto serio bien podría ser por el rastro de sueño o porque estaba viendo aquella escena de nuevo... y es que Naruto soñaba muy a menudo con una lluvia extraña de cuerpos blanquecinos cayendo sobre él.

-Naruto estaba dormido, maestro. –no tardó en echarle de cabeza su compañero Kiba mientras soportaba la risa.

-Siempre hace lo mismo. –se escuchó de una chica.

-Está mañana llegó tarde. –se quejaron más al fondo.

-Es que reparte periódicos desde temprano.

-Pues no debería hacerlo.

Todo esto lo escuchaba con tolerancia Iruka, a sabiendas de la situación de su alumno más querido. Resuelto a detener las quejas, carraspeó y cambió de tema.

Una noche en el tren de la galaxiaWhere stories live. Discover now