Capítulo 33

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Las dudas existenciales carcomen

Y queman tu cabeza,

Incluso llegan al corazón.

Lastiman. Hieren. Rompen.

Pero cuando es resuelta,

Es un alivio, una cura, una esperanza,

O aveces solo destrucción.

~*~

Había pasado una semana del incidente en el festival de invierno, me había negado a seguir hablando con Fergus. Y no, no estaba enojada con él, era algo mucho más grande y complicado. Ambos pertenecemos a mundos distintos, y yo no seria la causante de que el dejara eso de lado, por más amigo que pueda ser, yo no haría eso. Así que Fergus se había rendido de llamarme e incluso de tocar la puerta. Me dolía en el alma alejar a mi único amigo y apoyo en este momento, pero yo no sería la causante de terminar con su vida social.

En cuanto a Richard, extrañamente solo venía a comprar algo de la panadería, siempre dos donas de chocolate con chispas, aprovechaba el momento para hacerme preguntas casuales, saludar y despedirse.
Algo normal, algo seco, algo tan él.

Tomo el uniforme del restaurante “Moon” el lugar donde lamentablemente trabajo por las noches. Hoy era viernes, por lo que sería una noche muy pesada, llena de gente, En especial de hombres buscando sexo y embriagándose hasta perder el conocimiento.
Y si, era yo la que tendría que levantar los vómitos. Asqueroso.

Bajo las escaleras cuidadosamente, veo a mi madre en la panadería antes de salir por la puerta principal. El frío golpea mi cara, revuelve mi cabello y enrojecé mis mejillas.  No me molesto en pagar por un taxi, mis pies caminan con ligereza por el asfalto hacía el lugar donde trabajo. La luna está casi en su esplendor por lo que aun es temprano.

Al llegar a “Moon” no me sorprendo al ver un gran gentío, y sobre todo, a una América vuelta loca.

—¡Darcy! Por fin llegas… —antes de seguir hablando pasa saliva—. Los gemelos están enfermos, tendrás que ayudarme a atender las mesas del fondo, además de ayudarme un poco en la cocina.

Doy un largo suspiro, antes de dejar de lado mi pereza y ponerme a trabajar.

~*~

Mis pies arden, mi cabello huele a comida frita y mi uniforme está repleto de cosas que no quiero imaginar su procedencia.

—Estás más gorda —la voz de América llega algo distorsionada por el aire al salir, no lo dice para ofender, mas bien es una observación, algo muy común en ella. Nadie del trabajo sabe de mi embarazo, por lo que tengo que conservar la mentira hasta que mi cuerpo lo permita, porque estoy segura que mi jefe no me querrá dar trabajo así.

—Tengo una panadería ¿Qué esperabas? —digo sarcástica, pero suspiro de alivio al verla reír.

—Ojala yo tuviera una panadería —da un paso hacia atrás, justo la dirección contraria a la mía—. Hace días que lo único que como son ensaladas y sopas gracias a George.

Ríe, y su risa es más lejana, me quedo viendo como se va, y justo antes de que se pierda de mi vista la escucho gritar.

—¡Eres afortunada Darcy!

Y se va.

Y en lo único que puedo pensar es en lo equivocada que esta.

Mis pies caminan por el asfalto en un maldito juego de no tocar las grietas en el, un juego malditamente difícil si soy sincera. Son alrededor de las dos de la madrugada, un frío abrumador me abraza pero no importa, este momento es el que más disfruto. Es tranquilidad, noche y oscuridad.

Adorable Tormento PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora