VIII

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 Corrió hacia dónde lo había visto para encontrarse con varios libros abiertos en el suelo. Podría haber entrado en cualquiera. Había vuelto a cruzar miradas con el chico que no salía de su cabeza desde que lo había visto la primera vez. Y ahora podría estar en cualquiera de esos libros, en cualquiera de sus páginas y no tenía la más mínima idea de cual podría ser.

Miraba a uno y a otro, desesperado. Decidió probar suerte.

Le recibió un ejército frente al cual había una chica demasiado joven para estar ahí. Pero no veía al chico que buscaba por ningún lado. Rápidamente probó un segundo libro y se vio en pleno bombardeo en la Segunda Guerra Mundial. Al no encontrar ese cabello rubio, salió enseguida de allí. No sabía si podría morir dentro de una novela, pero sabía que no se iba a quedar allí para comprobarlo.

Una vez fuera, y en un momento de lucidez, hizo lo que tenía que haber hecho desde un principio: esperar. Tarde o temprano tendría que salir de donde quiera que estuviese.

Pasaron dos días. A Wonwoo y Mingyu no le importaba que se quedara allí por las noches, de hecho mucha gente lo hacía. Aunque no lo supiesen, mucha gente seguía dentro de las historias cuando las puertas de la biblioteca cerraban. Mingyu le traía comida e incluso se ofreció a esperar en su lugar para que Vernon pudiera volver a casa a descansar, a lo que se negaba. Seguía esperando por él aunque a veces se preguntaba si realmente valía la pena tratar de encontrar a una persona de la que ni siquiera conocía su nombre.

Pero todas sus dudas se esfumaron durante su segunda noche allí.

Notó cierto movimiento a su lado justo antes de caer rendido ante el sueño. Alguien estaba colocando una chaqueta sobre él con cuidado. Al alzar la vista se encontró con esos ojos que no dejaban sus pensamientos en los últimos días y esta vez no iba a perder la oportunidad. Lo sujetó por la muñeca con más brusquedad de la que pretendía, haciendo que el chico se asustara.

-Esto... perdona si te he hecho daño... no quería... -trató de disculparse. No encontraba las palabras. Estaba nervioso, pensaba que le habría dado la peor primera impresión del mundo. El sueño que sentía hace unos minutos se había esfumado y ahora su mente era una mezcla entre inseguridad, nervios y admiración al chico que tenía delante.

-No te preocupes, está bien -si sus ojos ya le parecían dulces, sus voz le dio una subida de azúcar.- Por cierto, me llamo Seungkwan -le sonrió.

Por mucho que lo pensase, no encontraba qué era lo que le hacía sentir así. Observaba al chico y realmente no era alguien que destacase por su apariencia, no parecía nada del otro mundo. Pero cuando lo miraba, el mundo de Vernon desaparecía y sólo estaba él. Nunca se había sentido así por nadie. No sabía lo que estaba sintiendo. Pero quería sentir más.

-Yo soy Vernon -en realidad era una mente bloqueada, ni siquiera pensaba lo que estaba diciendo.

-Encantado de conocerte. No sé qué haces ahí, sentado en el suelo. Te va a doler la espalda si duermes ahí, en alguno de los sillones estarás mejor -comenzó a andar hacia una estantería, dispuesto a coger un libro.- Bueno, me voy. Espero verte pronto.

-No, espera -no pudo llegar a la estantería porque la mano de Vernon se aferró a su pantalón, mirándolo desde el suelo como un cachorro abandonado,- quédate. Por favor. Yo... te estaba esperando... a ti -Efectivamente, no pensó antes de hablar. Seguro que ahora le había asustado más. Le había estado buscando durante días, tratando de seguirle. Seguro que antes le había hecho daño al sujetarle tan fuerte, aunque dijese que no. Seguro que pensaba que estaba loco. Seguro.

Pero le tomó de la mano para que se levantara y le dirigió hacia los sillones. Definitivamente eran más cómodos que el suelo. Y más si Seungkwan estaba a su lado.

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N/A:

-El Arma Definitiva (Vol. 4), Shin Takahashi

-Alto Riesgo, Ken Follett

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