Capitulo # 1

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14 de Enero de 1814, ciudad de Kiel.

Dinamarca y Rusia, naciones que desde hacía mucho daban batalla a Suecia, por fin lograron triunfar, haciendo que Suecia se viera obligado a ceder su más preciada "joya": a su hermano, Finlandia.

No, claro que eso no se quedaría así, Dinamarca se había metido con lo más preciado y lo pagaría con la misma moneda, perdiendo  a Noruega.

Las letras que conformaban el tratado de Kiel ahora definían el destino de Noruega, redactando la unión oficial con Suecia. Tanto Noruega como Dinamarca se veían destrozados, pero este último le faltaba poco para perder la cordura.

—Aquel que te ayudó a arrebatarme Finlandia, es quién te ha presionado a cederme a Noruega, mira que vueltas da la vida. Forma bien tus alianzas para la próxima—una falsa sonrisa se dibujó en el rostro del sueco.

Los radiantes y celestes ojos de Mathias, la representación humana de Dinamarca, se encontraron con los intimidantes ojos turquesa de Berwald, su "hermano", pero antes de que la pelea comenzara, Lukas, la seria y "misteriosa" representación de Noruega estalló al verse siendo "codiciado" por sus hermanos, sin importar sus sentimientos y las circunstancias por las que su gente pasaba.

—¿Creen que soy un maldito objeto? ¡Déjenme decirles que no!, ¡tú, eres un idiota: es tu culpa el que ahora nos separemos!—apuntó a Mathias, con coraje— ¡Y tú, no creas que me dejaré gobernar por ti!—exclamó, antes marchar hacia la puerta.

Antes de partir, Mathias intentó hablar con Lukas, pero este no quiso hacer las cosas más difíciles, por lo que solo le dirigió una palabra para solicitarle una última petición:

—Cuida a Islandia, sé como un padre para él. Dile que nos veremos muy pronto.

Pero antes de que aquel tratado se efectuase, déjenme contar una historia que sucedió unos escasos años atrás:

Año de 1809, en Finlandia.

Suecia ya no podía más: un año, ya llevaba un año y seis meses en aquella batalla, era todo lo que podía dar. Con cierta desdicha, firmó el tratado, y así fue como Iván Braginsky, la representación de Rusia, se vio satisfecho.

Exigió a al sueco llevarle en donde estaba el finés, y a regañadientes lo guió hacia el bosque, donde yacía una pequeña cabaña a las orillas de un estrecho río. Antes de llegar, estando a tan escasos metros de la puerta, Berwald, tratando de mostrarse lo más firme y frívolo posible, como si no le doliese aquella perdida tan grande, le pidió a la gigante encarnación de Rusia que se detuviese:

—Por favor, prométeme que lo cuidarás.

—Claro que lo haré, ¿Quién crees que soy?, yo, a diferencia tuya, sé cuidar perfectamente a mis hermanas, y ellas a mí.

Berwald no dijo nada, porque Iván tenía razón, él, a diferencia suya, tenía a sus hermanas consigo, siempre habían sido "muy unidos", algo que desde hacía mucho tiempo no se podía decir de los nórdicos, pues la unión de Kalmar hacía años que se había desintegrado, y con ello el surgimiento de las guerras entre los ex miembros.

El ruso siguió su camino, disponiéndose a tocar la puerta muy amablemente para no levantar sospechas, y vaya que no las levantó, pues el finés al abrir la puerta, mostraba una amigable sonrisa, la cual se borró al notar al ruso frente a él, y al lado de este al sueco que se veía un tanto triste al verle. 

—¿Su-san? ¿Por qué está el señor Iván aquí?—tenía la esperanza de que se tratase de una pesadilla.

***

MEMORIAS DEL SIGLO XIXWhere stories live. Discover now