Capitulo # 5

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CAPITULO 5

Año 1898

Recibió una invitación a pasar unos días en su casa, pues hacía mucho tiempo que no se veían. El finés aceptó, pues extrañaba no solo a Iván, sino también al resto de los residentes de aquella mansión de San Petersburgo.

Al llegar notó que la pequeña mansión no había cambiado en lo absoluto por fuera, sin embargo, por dentro se encontró con la absoluta renovación de tapices y arreglos.

Los guardias dejaron las maletas en la entrada e inmediatamente se marcharon. El ruso, mientras tanto, no dudó en abrazar al finés tan fuertemente que casi lo asfixia. El ruso se veía un poco demacrado, pues había vivido dos guerras: la guerra de Crimea y la ruso-turca, pero a pesar de ello no dejaba de mostrar imponencia.

—¡Sorpresa!—exclamaron Katyusha y Edward desde la entrada, con una botella de vodka en cada mano

—Qué bueno que vienes, ¡y qué fachas son estas! ¡Necesitas urgentemente un cambió de ropa!—comentó el polaco, espantado al ver que las vestimentas del finés eran "demasiado sencillas".

Raivis tomó las maletas y las llevó a la habitación que anteriormente pertenecía al finés. Mientras tanto, el resto siguió su camino hacia el comedor, encontrándose con la comida servida. Tomaron asiento, y antes de dar un solo bocado, el ruso pidió toda atención hacia su persona.

—Como verán a partir de hoy Tino nos acompañará en esta mesa, espero que lo traten como se merece, como el Braginsky que es.

Tino se quedó muy sorprendido ante semejantes palabras, pues él se llevaba de maravilla con todos, independientemente de ser el "hermano adoptado" de los Braginsky, no era necesario decir aquellas palabras, aparte... <<¿Dijo a partir de hoy? No es que me vaya a quedar por mucho tiempo>>.

La extravagante cena en su honor terminó, y después de que Tino desempacara sus cosas el ruso pidió hablar con él en la biblioteca. Iván sirvió la última botella de vodka que quedaba, pues sabía que el finés necesitaría un trago después de escuchar la noticia.

—Tino, antes de decirte esto, quiero que sepas que no son ordenes mías sino de mi jefe.

—¿De qué ordenes hablas?—preguntó el finés, sin prestar mucha atención.

—Verás, al parecer va ocurrir una rusificación en Finlandia...

El finés casi se ahoga al escuchar aquellas palabras—¿Una qué...?

—Sí; tu pueblo tendrá que aprender a hablar ruso, los papeleos de tu administración estarán en ruso, y tu pueblo va a perder cierta autonomía. Créeme que  yo no lo sabía, me lo acabaron de notificar hoy en la mañana. Aunque debo admitir que me emocioné al saber que te traerían aquí, te extrañé mucho.

Le abrazó fuertemente, pero Tino aun seguía igual de desconcertado, no podía imaginarse de nuevo encerrado, siendo sobreprotegido, dependiendo de alguien más...

—Pero Iván, eso no puede ser posible, apenas he disfrutado de mi libertad e idioma...

—Debes de hacerlo, por eso muchos te excluyen del grupo nórdico, no permitas que te excluyan del grupo eslavo...

—Yo no soy un eslavo, y a pesar de que mi idioma no tiene raíces germanas soy un nórdico, me crié con ellos. No Iván, no voy a renunciar a mis privilegios...

—Aquí tendrás privilegios, ¿ya olvidaste que eres mi hermano?, los únicos privilegios que perderás solo son políticos...

—...y culturales—concluyó el finés.

MEMORIAS DEL SIGLO XIXWhere stories live. Discover now