primera parte

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Mi padre no creó su biblioteca para exhibirla, era un lugar donde los miembros de la familia pasábamos muchas horas. También era el lugar donde mi padre escribía sus cartas -lo que hacia continuamente-, dirigidas al Senado, el emperador, a los tribunales, a sus amigos, etcétera.
   Vayamos ahora al recuerdo que quiero narrar. Yo había cumplido diez años. Un día, después de estar jugando en el jardín, entré a la gran sala de recepción de mi padre, cubierta de tierra de pies a cabeza, con el pelo alborotado y el vestido roto, y me senté a los pies del amplio diván para oir lo que decían, mientras mi padre se hallaba tumbado en él, ostentando toda la dignidad de un destacado romano, charlando con varios hombres que habían acudido a visitarlo.
   Yo conocía a todos aquellos hombres excepto a uno, un individuo azebache con los ojos obscuros, muy alto, que en el transcurso de la conversación -consistente en murnullos y gestos de asentamiento con la cabeza- se volvió y me guiñó un ojo.
   Se trataba de Sasuke, con la piel ligeramente tostada debido a sus viajes y unos ojos demasiado obscuros pero muy bellos. Tenía tres nombres como todo mundo. Pero insisto en que no quiero revelar el nombre de su familia. Porque yo lo sabía. Sabía que Sasuke era un <<bala perdida>> aun que profundamente intelectual, el <<poeta>> y el <<haragán>>. Lo que nadie me había dicho era que fuera tan hermoso. Aquel primer encuentro entre nosotros, cuando Sasuke aún vivía, se produjo unos quince años antes de que se convirtiera en vampiro. Calculo que no debía tener más de veinticinco años, aun que no estoy segura.
   Pero continuando. Los hombres no me prestaron la menor atención, y yo, curiosa como siempre, no tardé en comprender que habían ido a ver a mi padre para referirle noticias sobre Ovidio (poeta que había sido desterrado de roma), y que el joven alto de extraordinarios ojos negros, a quien llamaban Sasuke, acababa de regresar de la costa báltica y había llevado a mi padre, como regalo, unos hermosos tomos de las obras de Ovidio pasados y actuales.
   Los hombres aseguraron a mi padre que aún era demasiado peligroso implorar a César Augusto que perdonara a Ovidio, y mi padre lo aceptó. Pero si no me equivoco, mi padre confío a Sasuke, el joven alto y moreno, un dinero para que este se lo entregara el poeta.
   Cuando los caballeros se disponían a marcharse, vi a Sasuke en el atrio, observé su gigantesca estatura, inusual en un romano, y solté una infantil expresión de asombro seguida de una carcajada. Sasuke volvió a guiñarme un ojo.
   En aquel entonces Sasuke llevaba el pelo corto, al estilo militar romano, con unos pocos mechones sobre la frente; posteriormente, cuando se convirtió en vampiro, llevaba el pelo largo, al igual que ahora; pero era rubio, su cabello refulgia bajo el sol, y allí, de pie en el atrio, me pareció el hombre más maravilloso e imponente que jamás había visto. Sasuke me miró con una expresión llena de bondad.
   -¿Cómo es que eres tan alto?- pregunté.
    A mi padre le pareció una pregunta muy cómica, y no le importó lo que los demás pensaran de su hijita despeinada cubierta de tierra, colgada de sus brazos y hablando con aquel distinguido caballero.
   -Bonita mía, soy alto porque soy un bárbaro, y se echó a reír, coqueteando conmigo como si yi fuera una damita, tratándome con una diferencia a la que no estaba acostumbrada.
   De pronto abrió las manos como si fueran garras y se precipitó hacía mí como un oso.
   Yo me enamoré de él de imediato.
  -¡No, enserio! -exclamé-. No puedes ser bárbaro. Conozco a tu padre y a todas tus hermanas; viven un poco más abajo, en la colina. Mi familia siempre habla de ti en la mesa, y solo dice cosas agradables, por supuesto.
   -De eso estoy seguro- dijo, echándose a reír.
   Advertí que mi padre empezaba a impacientarse.
   Lo que yo no sabía es que una niña de diez años podía comprometerse en matrimonio.
   Sasuke se irgió y dijo con su voz suave y hermosa, educada tanto pata hablar en público como para pronunciar palabras de amor:
   -A través de mi madre desciendo de celtas, mi pequeña beldad, mi pequeña musa, gentes altas y rubias del norte, de la Galia, pero a diferencia de los demás, mi madre tenía el pelo muy obscuro como el mio. Ella era ahí una princesa, según me habían dicho. ¿Sabes quienes som esas gentes?
   Respondí que lo sabía, por supuesto, yo empecé a resitar de memoria el relato de Julio César sobre la conquista de la Galia, o tierras de los celtas: << La Galia se compone de tres partes...>>.
   Sasuke estaba francamente impresionado, como los demás, así que continúe:
   -Los celtas están separados de Aquitania por el río Garona, y la tribu de los belgas por los ríos Marne y Sena...
   Mi padre, un poco incómodo poruqe su hija había acaparado toda la atención, me interrumpió para asegurar a sus visitantes que yo era la alegría de su vida, que estaba muy consentida por todos y que no dieran importancia a ese incidente.
   Y yo, que era muy osada y díscola por naturaleza, exclamé:
   -¡Transmitid al gran Ovidio mi amor y decidle que yo también deseo que regrese a Roma!
   Luego recité algunos pasajes atrevidos de  El arte de amar.

Ella rió y le dio sus mejores y más apasionados besos, capaces de arrancar el rayo de tres puntas de manos de Júpiter.
Era una tortura pensar que ese joven recibía unos besos tan ardientes.
¡Ojalá no lo hubieran sido tanto!

   Todos se echaron a reír, excepto mi padre; Sasuke aplaudió, entusiasmado. Animada por su reacción, eché a correr hacia él como un oso, al igual que él lo había echo hacia mí momentos antes, mientras seguía recitando las ardientes palabras de Ovidio:

Para colmo, esos besos eran mejores que los que yo había dado a ella, quien parecía complacida..., ¡mala señal! La besaba con la lengua, y mi lengua también la besaba.

   Mi padre me agarró del brazo y dijo:
  -¡Basta Hinata, es suficiente!
   Eso provocó más carcajadas en los amigos de mi padre, quienes lo abrazaron, condescendientes, sin parar de reír.
   Pero yo tenía que obtener una última victoria sobre aquella pandilla de adultos.
  -Te lo ruego padre, déjame terminar con unas sabias y patrióticas palabras de Ovidio: <<Me congratulo de no haber llegado a este mundo hasta la época presente, que encaja con mis gustos.>> (Me estaba declarando)
   Sasuke parecía más asombrado que regocijado ante esa afirmación. Pero mi padre me agarró por los brazos y dijo con claridad:
   -Hinata, Ovidio no diría eso ahora, quiero que tú, que eres...una experta en literatura y filosofía, segures a los estimados amigos de tu padre que sabes muy bien que Ovidio fue desterrado de Roma por Augusto por una causa justificada y que nunca podrá regresar.
   Pero Sasuke, sin ejarse arredrar, se arrodilló delante de mi, me tomó la mano, la besó y dijo:
   -Yo transmitiré a Ovidio tu amor, pequeña Hinata. Pero tu padre está en lo cierto. Debemos aceptar la censura del emperador. A fin de cuentas, somos romanos. -A continuación hizo algo muy singular: me habló como si yo fuera una persona adulta-. César Augusto ha dado más a Roma de lo que jamás pudimos imaginar. Y también es poeta. Escribió un poema llamado Ayax, que él mismo quemó porque dijo que no valía nada.
  Yo me la estaba pasando en grande. En aquel momento me hubiera fugado con Sasuke, pero tuve que contentarme con bailar alrededor de él mientras salía del vestíbulo y se dirigía hacia el portal.
   Me despedí de él con la mano.
   Sasuke se detuvo por un instante.
  -Adiós, pequeña Hinata- dijo
   Luego dijo unas palabras a mi padre en voz baja.
   -¡Estás loco! -repuso mi padre.
    Sasuke me miró sonriendo con tristeza y se marchó.
    ¿Qué te ha dicho? ¿Qué ha pasado?- pregunté a mi padre.
    -Escucha , Hinata -contestó mi padre-. ¿Te has tropezado alguna vez, en los libros que has leído, con la palabra <<comprometida>>?
    -Si, padre por supuesto.
    -Pues bien, ese aventurero y soñador pretende comprometerse en matrimonio con una niña de diez años porque ésta es demasiado joven para casarse y así él podría disfrutar de unos años más de libertad, sin la censura del emperador. Todos son iguales.
   -No, no, padre -dije-. Nunca lo olvidaré.
    Creo que lo olvidé al día siguiente.
    No volví a ver a Sasuke hasta cinco años después.

Continuará...

Pandora (versión sasuhina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora