tres - thomas [tmr]

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treinta de julio de dos mil doscientos cuarenta;

— ¡Niños, se os va a acabar cayendo un coco en la cabeza! — Thomas no pudo evitar reír cuando su hija se alejó de un salto de la palmera.

El Refugio hacía tiempo que había dejado de ser un conjunto de cabañas para ser un verdadero poblado. Cada uno tenía su tarea en la comunidad y todo funcionaba de maravilla. Había nacido una nueva generación de niños para los que CRUEL no sería más que historia del pasado, y todo el pueblo estaba más que feliz por ello.

Thomas se encontraba sentado en el suelo, vigilando a los pequeños. Movía un collar entre sus dedos: el collar de Newt. Había pasado mucho tiempo desde la batalla en la Última Ciudad, pero cada vez que veía a los niños jugar, la recordaba.

Y es que los niños del Refugio tenían un juego que les encantaba. Los diez segundos. El objetivo era conseguir reunir el mayor número de cocos en ese tiempo. A veces los adultos se asombraban de la cantidad que los niños habían conseguido recopilar. Sin embargo, Thomas sabía que diez segundos podían ser demasiado largos.

Diez segundos pasaron desde que aquel cuchillo acabó con la vida de Newt hasta que llegó la cura que podría haberlo salvado. Diez segundos que tardó la luz en esfumarse de sus ojos. Diez segundos en los que el corazón de Thomas se hizo añicos. Diez segundos en los que se dio cuenta de que acababa de perder al amor de su vida.

Y desde entonces no había vuelto a amar, no lo necesitaba. El recuerdo de Newt era para él mejor que cualquier otra persona en el mundo. Pero eso no significaba que estuviese solo. En absoluto. Tenía a Minho, Aris, Brenda, Jorge... Y a Teresa, la niña que Thomas había decidido adoptar al morir su madre cuando ella apenas era un bebé.

— ¡Papá Tommy, el tío Minho está haciendo trampas! — La niña reía mientras perseguía al ex-corredor, quien pasó por al lado de Thomas.

— Para no ser tu hija biológica no se le da nada mal correr. — El moreno rió divertido ante el comentario de su amigo y se levantó de un salto, uniéndose al juego.

Su vida era feliz, sí. Y, como le deseaba Newt en su carta, no había nada que quisiese cambiar cuando echaba la vista atrás. Nada salvo aquellos diez segundos.

y... ¿fin? | multifandom one shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora