Receta

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Era un hermoso y típico caluroso día en Santa Cecilia. Tú te encontrabas leyendo en tu habitación cerca de la ventana para tener mejor visión en las páginas del libro en tus manos.

Hace unos cuantos días las vacaciones habían comenzado, así que no habían muchas opciones sobre qué hacer. Todos tus deberes ya estaban hechos para este momento, por lo que decidiste relajarte un poco y sentarte a leer. Desgraciadamente para tí las cosas se tornaron aburridas después de haber estado en la misma posición, y haciendo lo mismo durante horas.

Cerraste tus ojos y suspiraste mientras bajabas el libro hasta tu regazo y recargabas tu espalda en la pared. De tanto estar leyendo y con la luz del sol tus ojos comenzaron a arder, así que masajeaste tus párpados con los dedos.

—esto es TAN aburrido —dices en un suspiro. No ha pasado nada interesante desde que saliste de la escuela, al menos ahí tenías amigos con quiénes hablar, porque no había otra cosa mejor que hacer, y se espercian chismes sobre personas "populares" y compañeros. Pero ahora.

Todos tus amigos y amigas estaban ocupados disfrutando sus propias vacaciones en familia como para hacerte caso a tí. Qué bien, ¿no?

—¿Qué hago? —dices mirando hacia la ventana. Talvez algo bueno esté pasando afuera.

Es entonces cuando algo, o alguien, capta tu atención. Parece ser que una pequeña mancha roja está intentando transportar un montón de ingredientes de cocina. Pobrecito, se le va a caer todo. Para evitar que la pobre mancha roja sufra cargando tantas cosas ,y sobretodo para que no se le caiga y pase vergüenza en medio de la calle, te levantaste y bajaste hasta la puerta principal de tu casa y saliste en su auxilio.

—disculpa ¿Necesitas ayuda? —preguntas con una sonrisa nerviosa al ver cómo la "mancha roja" casi se cae de lado por evitar que se caigan las cosas que lleva.

—s-si. Muchas gracias —responde una voz familiar desde el otro lado de la montaña de cajas.

—¿Miguel? —preguntas en lo que remueves un par de cajas para poder ver a la personita de voz aniñada y saber si tus sospechas son ciertas.

El mencionado asomó su cabeza por un lado y al verte te dedico una sonrisa y un suave "hola"

—¿Qué haces con tantas cajas? —preguntas, otra vez, mientras comienzas a seguir a Miguel rumbo a su casa.

—ah, este... Mis primos están a punto de cumplir años así que tendremos una fiesta, y como toda fiesta, va a haber muchos platillos de donde escoger. Así que aquí me tienes —responde el castaño con una voz algo opacada por todo lo que lleva.

—¿Los gemelos?

—exacto

Después de caminar unas pocas calles más llegaron a su destino. Primero entró Miguel seguido de tí.

—ya volví mamá —oyes decir a Miguel justo al pasar la puerta del taller.
Y para no verte mal también saludaste —buenas tardes —dices a todos los presentes y como respuesta recibiste una sonrisa por todos ellos.

Después de pasar el taller seguiste a Miguel por el patio de la hacienda hasta llegar a la cocina, donde dejaron toda la carga en la mesa del medio.

Tan pronto terminaron de acomodar las cosas alguien entra a la cocina y escuchas su voz a tus espaldas.
—m'ijo, que bueno que ya llegaste. Se nos está haciendo tarde para empezar a cocinar —dice la abuelita de Miguel mientras le llena el rostro a besos.

Al parecer la señora no se había percatado de tu presencia de no ser que Miguel te miró, un poco avergonzado por el saludo de su abuelita, y la señora siguió su mirada hasta que te encontró.
—¡Ay! Discúlpame hija, no te ví —exclama doña Elena postrando sus manos en su pecho—¿Vienes a ayudarnos? Nos hace falta mucha ayuda —dice la señora poniendo una mano sobre el hombro de su nieto e intercambiando un par de miradas con él. Tú lo pensaste un poco antes de contestar.
—está bien. Yo feliz de ayudar —respondes con una sonrisa.

Y con eso la señora salió de la cocina, no sin antes despedirse de ustedes dos. Después Miguel extiende su mano hacia tí—toma, ponte esto —te dice Miguel pasandote una tela doblada de colores claros. Es un mantel. Miguel también se puso uno. Mientras tú te acomodabas el tuyo y amarrabas las cuerdas a tu espalda, Miguel se fue a quien sabe dónde y regreso con una pequeña y vieja libretita—y... Aquí está la receta —dice Miguel mirando una página de la libreta y empieza a sacar los ingredientes de las cajas.

—y... ¿Qué estamos haciendo? —preguntas acercándote para tratar de ver la receta.

(...)

—(T/n) ¿podrías traerme un poco más de harina? Por favor, porque ya se acabó la bolsa —pide Miguel mientras observaba detenidamente la hoja de la receta.

—claro. ¿En dónde está? —preguntas sacando unas cuantas cosas de la alacena.

—arriba del mueble rojo —te responde apuntando a dicho mueble.

Al dirigir tu mirada notas que está algo alto para tu estatura; pero Miguel se veía muy ocupado así que no dijiste nada. Ni estando de puntitas lograbas bajar la bolsa de harina, muy apenas lograbas tocarla con la palma de tus dedos.

—¿Necesitas ayuda? —pregunta Miguel sin mirarte.

—no, gracias. Tú sigue en lo tuyo —aunque quisiera no podría, Miguel es ligeramente más alto que tú; pero no lo suficiente como para alcanzar la bolsa.

—como tú digas.

Esforzándote un poco más, y sintiendo cómo los dedos de tus pies comienzan a arder de tanto intento, pudiste jalar un poco la bolsa hacia tu dirección y en eso ¡Bum!

Mala suerte.

—¡(T/n)! —dice Miguel antes de comenzar a reír con fuerza.

Parpadeaste unas cuantas veces mientras tosias. Al ver tu ropa toda estaba cubierta de polvo incluyendo tu cara y cabello.

Todo lo que se oía era la fuerte risa de Miguel, y para hacer que se callara tomaste un puño de harina que estaba en el suelo y se la lanzaste.

Miguel tosió un poco callando su risa. Ahora tú eras la que se reía, su cabello quedó totalmente blanco.

—te llegó temprano la vejez, Miguel —dices entre risas.

—con que esas tenemos —dice Miguel sonriendo mientras toma con una mano un puñado de canela y te la lanza.

Y así estuvieron lanzándose ingredientes hasta que abuelita llegó a checar cómo iban.

Cuando abuelita entró a la cocina encontró todo el piso cubierto de polvos de diferentes colores y a dos niños de la misma forma riéndose como locos mientras se aventaban comida.

—¡Miguel! —grita abuelita llamando la atención de ambos. Miguel voltea y al ver a su abuelita con los brazos cruzados y arqueando una ceja el castaño, ahora peli-blanco, traga saliva. (T/n) se calma y mira a Miguel.

Suerte, Miguel.





Dispulpen si hay faltas de ortografía 😅

•Miguel Rivera y tú• {One-shots} CANCELADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora