Charitas, si bien era una mujer extraordinaria, era también normal.
Un tanto alocada en su juventud y, desde que tenía memoria, una amante de la naturaleza, no había tenido problema en hacer amistad con Ezra, el chico que tocaba la guitarra en el parque todos los jueves de cinco a ocho. Tampoco fue difícil que Ezra se enamorara de la única persona que asistía puntualmente a su presentación semanal.
El verdadero problema es que Ezrael tenía un secreto de familia; un secreto que se extendería a la persona que decidiera compartir la vida con él y que, con el tiempo, alcanzaría a su único hijo.
Cuatro días antes del evento de Solomon Creek.
Holowi Pevesh se encontraba despierto mucho antes del alba. Sin importar cuánto le había repetido a su padre que estaba más tranquilo, no fue capaz de dormir aquella noche, luego de lo sucedido con Honey.
La tarde anterior llegó a su casa corriendo, casi obligando a la niña a dar cada paso. De alguna forma había intuido que cubrirle el brazo con barro fresco del arroyo ayudaría a calmar el dolor, pero la niña estaba aterrorizada y ciertamente seguía sufriendo.
Al principio creyeron que el chico había apretado con mucha fuerza, pero el hecho era que el brazo no estaba sólo enrojecido, sino quemado. Incluso al momento de aplicar el barro, ya se notaban algunas ampollas en la piel. Después de eso había tenido mucho cuidado de no tocarla, limitándose a estirar una punta de la manga o un cordón de la mochila cuando notaba que Honesty empezaba a darse por vencida.
—¿Qué sucedió?—había preguntado Ezrael Pevesh al bajar del auto, justo al tiempo que los niños llegaban a casa.
—Lo siento papá —decía Holowi vencido por el llanto—. Ha sido mi culpa, ayúdala. ¡Ha sido mi culpa!
—Cálmate, Lowi. Sólo dime qué pasó. ¿Le hiciste daño?
—Él me salvó, señor, no lo regañe —había interrumpido de pronto Honey con voz temblorosa entre sollozos—. Creo que algo no salió bien, pero Holowi es un héroe, yo lo sé.Lowi se quedó sin palabras en ese momento, casi sin sentir las lágrimas que escurrían por sus ojos, pensando que quizá aquella niña si fuera su mejor amiga después de todo. Era eso lo que volvía más horrible el hecho de que le hubiera quemado el brazo.
—Tranquila, Honey, vas a estar bien—había dicho Ezra con tono tranquilizante mientras invitaba a los niños a pasar por la puerta de la cocina—. Y no te preocupes por mi hijo, no está en problemas, sé que no lastimaría a nadie si pudiera evitarlo.
De lo que sucedió después, Honey no recordaría mucho al despertar. A decir verdad, no recordaba nada después de llegar a Solomon Creek y lavarse la cara, excepto que había llegado a casa y dormido con sueños muy extraños. Aquel mismo día planeaba contarle a Lowi uno que recordaba con mayor claridad, sobre la princesa del bosque y el anciano en el arroyo, pero Holowi Pevesh no iría al colegio esa mañana. Era imposible después de pasar toda la noche sentado al borde de la cama, temiendo que le prendería fuego a las sábanas si se quedaba dormido.
Ezra le había explicado que esas cosas nunca pasaban mientras los niños dormían, que debían hablar más sobre aquel tema pero que lo principal era descansar para reponer la energía. Si lograba tranquilizarse y dormir, todo estaría bien.
El problema es que los niños comunes y corrientes, como Holowi había creído ser por mucho tiempo, no siempre entienden las cosas sobrenaturales con demasiada facilidad, algo en lo que Ezra no había reparado al haber crecido siempre consciente del fuego que le palpitaba por dentro, volviendo su propia experiencia un tanto más fácil, aunque también mucho más dolorosa.
Siendo apenas un niño, Ezrael vio como el fuego consumía su casa. Su padre, el abuelo de Holowi, era un hombre que no sabía dominar ni su carácter ni sus debilidades, de modo que el poder del fuego de la familia Pevesh lo había dominado a él, terminando por destruir no sólo al viejo, sino también a la madre de Ezra y a la hermana mayor de este.
Desde los siete años, Ezrael quedó solo en el mundo, conocedor como nadie del riesgo que conlleva ser fuego.
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Holowi Pevesh
ФэнтезиPerseguido y molestado por los más grandes, delgado como un alfiler, dormilón empedernido, soñador incurable y amante de los cuentos de hadas, Holowi Pevesh es un niño de tan sólo once años que esconde un gran poder, uno que deberá aprender a contro...