Tenía apenas cuatro años cuando su papá le contó la historia.
—Todos los reinos tienen su princesa y todas las princesas tienen su caballero, aunque las princesas de verdad ni siquiera necesitan de uno que las proteja —había comenzado su padre, sentado en la orilla de su cama—. A veces el caballero tiene otras ocupaciones al servicio de su reino, como cuidar que todo el mundo viva en paz o mantener lejos a los dragones, todo para que la princesa pueda ocuparse de otros asuntos que los torpes hombres fortachones no sabemos manejar —decía fingiendo una pose y dando una breve carcajada antes de seguir—. Aunque también hay dragones que viven como amigos de los seres humanos, nunca hay que prejuzgar.
Holowi Pevesh —Lowi, como le llamaban sus papás— escuchaba atento y divertido el nuevo cuento que su padre seguramente estaba inventando para él en ese momento, como era su costumbre hacer antes de dormir.
—De vez en cuando —seguía el señor Pevesh—, algún caballero no cumplía con su trabajo y aprovechaba su fuerza para despojar a los más pequeños. Cuando eso pasaba, su princesa le pedía al Cielo que surgiera un campeón, y este enviaba un nuevo caballero con la fuerza del Fuego Eterno, un poder que podía vencer al caballero malo y regresar la paz al reino.
El pequeño casi se había levantado de la cama para ese punto, seguro de que todo eso sólo podía desembocar en una lucha sorprendente o en cualquier clase de aventura fantástica, pero su padre lo sorprendió al tomarlo de los hombros para captar aun más su atención.
—El Fuego es muy peligroso, Lowi. Hay que mantenerlo quieto, controlado —le había dicho el hombre, acelerando de pronto el ritmo de sus palabras—. ¿Entiendes lo que digo?
—No —confesó el niño, ciertamente extrañado por el comportamiento de su padre.
—Somos fuego, Lowi —dijo este, relajando el agarre al notar una mueca de dolor que apenas empezaba a trazarse en la pequeña carita pálida como el papel, igual a la piel de su madre—. Somos fuego.Cinco días antes del evento de Solomon Creek.
—Holowi Pevesh, es la última vez que lo digo. ¡Sal de la cama!
Era la tercera "última vez" que su madre decía esa mañana cuando Holowi al fin escuchó y salió de debajo de las sábanas, tan rápido como haría un gato que acabara de caer al agua. Desde la cocina, Charitas y Ezrael Pevesh escucharon un fuerte golpe ahogado cuando el niño cayó de la cama sobre el piso de madera.
—¡Estoy bien! —gritó el muchacho antes de que sus padres tuvieran tiempo de preguntar pues, a decir verdad, a pesar de ser un verdadero alfeñique era también bastante resistente.
Cuando por fin bajó saltando los escalones de dos en dos, Ezra estaba ya en el auto, esperando frente a la casa, y Charitas se había marchado en el coche que compartía con otros compañeros para mantener la contaminación al mínimo. Tomó un emparedado que estaba sobre la mesa y lo comió por completo aun antes de llegar donde su padre y partir a la escuela.
—Holowi Pevesh, damas y caballeros —le presentó el señor Irons cuando acababa de abrir la puerta del aula—. Me alegra que haya hecho un espacio en su apretada agenda para deleitarnos con su presencia.
—Lo siento, señor Irons, me quedé...
—Dormido, lo sabemos —dijo haciendo un gesto con la mano para abarcar a los estudiantes, que dejaron escapar risas no muy disimuladas—. Pase a su lugar antes de que termine la clase, ¿quiere?Caminó sin decir palabra hasta tomar asiento, sin levantar la vista siquiera cuando Vilein Novell lanzó un pedazo de papel que estaba pegajoso por alguna razón que Holowi prefería no saber.
Siempre había sido igual, desde el mismo día en que se conocieron, unos cinco años atrás.
En aquella ocasión, Holowi no era más que un niñito jugando a ser héroe, tratando de salvar a un pajarillo que había caído de su nido y al cual Vilein usaba como tiro al blanco.

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Holowi Pevesh
FantasyPerseguido y molestado por los más grandes, delgado como un alfiler, dormilón empedernido, soñador incurable y amante de los cuentos de hadas, Holowi Pevesh es un niño de tan sólo once años que esconde un gran poder, uno que deberá aprender a contro...