"En ocasiones también nos abandonamos a nosotros mismos. Y en esos casos, las fotografías parecen contarnos acerca de cómo éramos antes. Nos abandonamos por el camino, dejamos sueños, principios, ciertos lenguajes, y si pudiésemos desprendernos de ellos habríamos dejado también la piel y la memoria. Llegados a un punto donde el retorno es imposible, descubrimos que nos parecemos más a aquellos que juramos nunca ser que a aquellos a los que aspirábamos. Un día alguien me dijo que el cambio es bueno. Yo nunca lo he creído, a menos que ese cambio nos haga crecer, nos dote de experiencias y alimente nuestra integridad, entonces es bienvenido. Lo cierto es que en ese caso no hablaríamos de un abandono, sino de un crecimiento o, dicho de otra forma, de madurez. Pero la mayor parte del tiempo eso no ocurre, y en lugar de crecer, nos abandonamos, extraemos piezas de nuestra esencia y las mandamos a volar, como si pudiésemos reemplazarlas después. Será esa una de las razones por las que a cierta edad nos sentimos vacíos, como si nuestro lugar en el mundo fuera cualquiera menos en el que nos encontramos, y entonces surge la pregunta: ¿En qué nos convertimos? Pero lo cierto también es que solemos olvidar incluso qué piezas son las que nos faltan, y tenemos que resignarnos a vivir en esa constante ignorancia, la de esperar lo inevitable, dejándonos arrastrar por el destino que elegimos."