Relatos de River Plate.

Fernando Ezequiel Cavenaghi

   Porque nada malo podía pasarnos con vos dentro o fuera de la cancha. Toda tu vida llevaste un perfume triunfal, y conservaste en la sangre el mismo instinto goleador que ganador.

   Porque para ganarle a River también había que vencer a todo lo que significaba tu presencia. Porque creciste y maduraste tanto que además te convertiste en ese enorme capitán y líder positivo del mejor plantel y grupo humano que haya pasado por el club. 

   Porque varios se cansaron de denigrarte y dudaron de tus condiciones, y vos, en lugar de confrontarlos, les respondiste siempre con altura mientras con una sonrisa te tocabas esa panza llena de gloria después de cada gol. 

   Porque estabas en Brasil y manejaste sin pensarlo hasta Udaondo y Alcorta cuando tuvimos el alma destrozada. 

   Porque te infiltraste dos meses seguidos un dedo para volver a ganar un campeonato, que además te clasificó a una Libertadores que también conseguiste para retirarte por la puerta grande. 

   Porque lo tuyo fue una prueba de amor superada tras otra, y por eso te convertiste merecidamente en mi último gran emblema inmortal.

   Por todo esto, y por mucho más, es que River brilló siempre a tu lado. El vacío de tu ausencia no se puede reemplazar con nada.