3 Octubre 2008

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Completa oscuridad era todo lo que podía ver y el único sonido que era capaz de escuchar era el silbido del viento.

Entré al baño de mi departamento. Mientras me cepillaba los dientes, era capaz de ver mi reflejo en el viejo, sucio espejo. Podía notar como mi cansada cara tenía el maquillaje corrido por haber llorado tanto. Definitivamente ese funeral había dejado una cicatriz en mi corazón, un antes y después en mi vida. Nada iba a ser como lo era en tiempos pasados.

Ella era la única cosa que me importaba en el mundo entero aparte de mí. Mi auto dependencia casi tocaba el narcisismo. Siempre me adoré. Nunca consideré espacio en mi vida para alguien más. Era yo constantemente, pero aún así, encontré un lugar para ella. La valoraba a ella y a nadie más. Ella que murió justo ese día, el día en que me cepillaba los dientes observando el espejo, el día en que todo era oscuridad, excepto por el baño, que era iluminado por una tenue luz verdosa con destellos azules.

Escuché un ruido. Pensé que era una puerta, una cajonera o algo más hecho de madera. No, definitivamente era el ruido que una cajonera haría. A juzgar por el sonido de los cubiertos, deduje que alguien estaba en mi cocina. Entonces supe que era incuestionable; alguien había empuñado un cuchillo. Alguien estaba intentando asesinarme. El viento comenzó a aullar. Podía oírlo colisionar con las paredes de concreto del edificio, pero a pesar de todo el ruido, podía escuchar la rápida, nerviosa respiración del asesino. A pesar de que no podía decir lo mismo acerca de los pasos "¿Por qué no hay pasos?" Simplemente no era posible que pudiera escuchar tan claramente la respiración de una persona pero no sus pasos... A menos que esa persona fuera yo.

Estaba fría y sudando. No podía soportar ese sentimiento, la angustia de saber que mi única amiga estaba muerta me consumía y la furia por no haber sido capaz de salvarla me corroía. Abrí la puerta y miré directamente a los ojos de la asesina mientras me apuñalaba en las costillas. En ese punto me sentía rompible e incluso más cansada que antes, justo como si me estuviera marchitando.

Antes de caer al suelo, rompí el espejo. Una vez mi cuerpo sintió el frío de la cerámica mezclado con el calor de mi sangre, empuñé un pedazo de vidrio, lo lancé directamente a los ojos de la mujer y cerré los míos.

Cuando la escuchécaer y aún con los ojos cerrados, tomé otro cristal; quería usarlo para asípoder encontrar mi cara una vez más antes de morir, necesitaba ser la últimacosa reflejada en mi retina. Coloqué la pieza de espejo de roto en frente de micara, separé los párpados e inmediatamente sentí el dolor en el pecho más grandeque había tenido jamás: estaba ciega.    

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⏰ Última actualización: Sep 26, 2018 ⏰

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