Once de la noche

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Pensabas que en la noche la ciudad dormía. Pero no, son las once y quince, y recién se está despertando de su largo sueño. En cuanto caminas por la calle principal, jugueteas con tus manos un poco nervioso. Primero te sientes fuera de lugar, todos a tu alrededor saben su lugar y función en esa ciudadela iluminada.

Pero rápidamente la encuentras.

Te acercas a una estrecha calle que ha captado totalmente tu atención. Hay tantos bares en ese pequeño lugar que te parece sorprendente que la gente pueda estar allí. Aunque las personas que tú ves entrar te parecen una multitud, no se compara con lo que entraran a media noche. Pero tú no lo sabes, y tampoco sabes que pedir en cuanto ingresas a un bar llamado Garden.

Mentirías si dijeses que no te da un sabor agridulce ese lugar, y los borrachos que están en la esquina del lugar son tu mayor preocupación. Pero todo lo demás lo recompensa. La decoración te parece increíble, desde el escenario que se alza al frente tuyo con telas de seda, hasta los objetos colgantes que hay arriba de ti.

Las miras con detenimiento, al parecer son pequeñas estrellas que al apagar la luz del local cobran vida. Una sonrisa se forma en tus labios al saber eso.

El mesero te vuelve a preguntar qué quieres para beber, y parpadeas atontado volviendo a tierra firme. Otra vez te has perdido en tus pensamientos, y te reprochas mentalmente como siempre lo haces. Le pides disculpas y con pudor recorriendo tus venas le confiesas que es tu primera vez en un bar.

Él se queda callado por un corto tiempo, y ahora te arrepientes de decir semejante estupidez, que era mejor callarse y pedir un vodka o algo que recuerdes de las películas de Hollywood. Pero te sorprendes cuando se va a toda velocidad y regresa con la carta del bar entre sus manos. Que tonto fuiste, habías olvidado la existencia de esas cosas. Y claro, como no hacerlo si siempre pides delivery. Vas de frente a la sección de licorería y pides lo primero que ves, un Midori.

El mesero te sugiere acompañar la bebida con algo sólido, pero niegas con la cabeza. Y en cuanto lo ves alejándose hacia la cocina, te cuestionas si fue mala idea no hacerle caso. 

Chasqueas la lengua. No hay ni un solo día en que hagas algo mal.

Mientras esperas tu pedido apoyas los codos en la mesa, y mantienes la cabeza entre tus manos. Observas a las personas cerca de ti, lo que hacen y lo bien que la pasan. Te muerdes el labio inferior, envidiándolos. Se ven felices, riendo a carcajadas y tomando cerveza a más no poder, pero luego recuerdas que todos tenemos una vida miserable. Y que este lugar, no sirve nada más que para olvidarse de los problemas.

Es ahí cuando sientes que tu pecho se oprime y que la única solución es largarse de allí. No volver, y seguir con tu vida monótona. Pero todo cambia en cuanto las luces del bar se apagan lentamente y al escenario van subiendo dos chicas. Y una de ellas te ha hipnotizado completamente.

Una de la mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora