En el momento en el que aparco sé que algo va mal. Es como si estuviera escrito que pasara y yo solo acabara de asegurarme de que se cumpliera. Un escalofrío me recorre de arriba a abajo. Inclino ligeramente la cabeza y diviso la luna por encima de mí, con su pálida luz blanquecina. No sé qué espero, quizás a que algo suceda y afirme mi sospechas de que algo malo está sucediendo en alguna parte. Alguna parte quizás no demasiado lejos.
A pesar de que fuera no hace demasiado frío me ajusto la chaqueta. Miro el móvil y reviso los mensajes antes de salir. Entonces lo veo. Me cuesta un poco reconocer la figura que sale al exterior de la casa. Tampoco llego a distinguir si se tambalea o es producto de las sombras que proyecta la farola sobre los cuerpos. Salgo del coche y camino hacia él o ella. Hasta que no nos acercamos unos metros no puedo asegurarme de que es un hombre.
—Perdone...
No obstante, el individuo parece tan ausente y sus ojos tan vacíos que es como si mi presencia resultase irrelevante en esta calle.
—Da igual —susurro, molesto por su inexistente respuesta.
Pasa por mi lado sin mirarme siquiera y me quedo quieto hasta que la figura desaparece de mi vista. Frunzo el ceño y sacudo la cabeza.
Introduzco las manos en los bolsillos de mis vaqueros y echo a andar hacia la imponente casa. Subo los escalones que me separan de la puerta, y cuando estoy a punto de golpearla, me doy cuenta de que está abierta. ¿Qué está pasando exactamente? Me giro, aunque sé que el hombre se ha marchado y que no podría verlo aunque quisiera. Me vuelvo de nuevo hacia la puerta y la empujo levemente, vacilante. Me aclaro la garganta antes de hablar.
—¿Señor Benson? —pregunto. Mi voz se extiende por el amplio recibidor, pero no recibo respuesta alguna.
Avanzo unos metros y me paro. Miro a mi alrededor. Jamás me he quedado solo en esta casa. Debería responderme alguien. Debería haberme recibido alguien. Debería poder sentir tranquilidad pero lo único que me invade es un temor profundo y absoluto. Un miedo real.
—¿Señor...? —empiezo—. ¡Dios!
Entro en el despacho de Geoffrey lentamente, parándome a observar el desastre que se extiende por el suelo y el escritorio. Miro horrorizado la mancha roja que cubre el respaldo de la silla y durante un instante, dudo en marcharme de aquí cuanto antes. Sin embargo, mis pies deciden por sí solos y me acerco al otro lado de la mesa. Avanzo despacio. No sé qué encontraré cuando mire detrás del escritorio.
—¿Señor Benson? —repito, aunque sé que no sirve de nada.
Me inclino sobre el escritorio y en ese preciso momento, una horrible sensación de pánico me invade por completo cuando observo la escena que se encuentra ante mis ojos.
Por supuesto, es el señor Benson.
Pero está muerto.
(¡Hola! Hemos subido el prólogo de la historia que estamos escribiendo, ya que teníamos ganas de saber cuál sería vuestra opinión. Estamos muy ilusionadas con ella, porque tenemos muchas ideas y pensamos que os podrá gustar. Seguiremos con los siguientes capítulos más adelante, dado que preferimos esperar un tiempo para ver qué os parece. Por ello, os pediríamos que si os llama la atención la historia, por favor la votáseis, comentáseis y recomendáseis a otras personas, para así saber que continuar con ella valdrá la pena. ¡Muchas gracias a todos por leer, esperamos vuestras opiniones con ganas! M&J xx).