Antes de que sea tarde

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(leer nota al final)


—¡Espera! Hoy cumples dieciséis años, mi niño, por lo que es momento de que sepas la verdad.

—Am... señora, en serio no la conozco ni sé de qué habla. Yo solo la ayudé a cruzar la calle.

—La vida es un constante ciclo sin fin, Jimin

—¿Cómo sabe mi nombre? Ya me da miedo. ¡¿Y cómo sabe que hoy es mi cumpleaños?!

—Yo soy tu madre. O bueno, lo era en otros tiempos.

Jimin miró a la mujer, debatiéndose internamente entre correr o golpearla y correr. Esta loca ya le estaba poniendo los pelos de punta. Más aún cuando suspiró y de su pecho comenzó a brotar una luz. ¿Acaso las personas a su alrededor, no la veían?

Aquella luz pronto tomó la forma de un pequeño diamante envuelto en una radiante aura de colores rosa, rojo y naranja. El destello permaneció en la mano de la mujer quien se lo estaba ofreciendo, junto a una sonrisa.

Una vez más, el pelirrosa dudó entre huir o ponerse a gritar como un niño chiquito, que una loca intentaba secuestrarlo.

—Ésta es tu esencia que siempre protejo cuando tu cuerpo ya no puede soportar el peso de tu alma.

—Am... en coreano, por favor.

La mujer suspiró algo cansada a pesar de que una inmensa paciencia la rodeaba. Después de tantos siglos, ya estaba acostumbrada a las mismas reacciones.

—Eres la reencarnación del dios Eros y esta luz es tu esencia que guarda todos tus recuerdos de siglos. Cuando mueras, volverá a mí y yo deberé entregársela al siguiente elegido.

—Wo, wo, wo. Alto ahí loca —esto ya había dejado de parecerle aterrador, comenzando a ser más una broma de mal gusto. Park Jimin no se iba a dejar engañar por esa arpía.

Ahí era cuando le ofrecía esa chuchería llena de brillos y posiblemente con una lamparita dentro, por tan solo 10.000 won y de regalo, un trapito para darle brillo. Sí, cómo no. Él no era tan tonto como para caer en cosas así... dos veces.

El joven rodó sus ojos y sin importarle dejar a la mujer hablando sola, puso sus pies a andar, en dirección a la escuela, donde se supone ya debería estar.

—Pero niño... No puedes rechazar tu propia alma —acotó la mujer, regalándole una cálida sonrisa cuando él se volteó a verla.

—Disculpe señora, pero váyase a la mierda con luz y todo —soltó el menor y sonriendo orgulloso de sí mismo, continuó con su...

—¡Pinche mocoso! ¡Toma tu puta alma, que no la pienso cargar hasta tu otra reencarnación! —gritó la mujer, azotando la espalda del joven provocando que casi se le salieran los pulmones.

Todo su pecho ardió cuando aquel cristal se fusionó con su cuerpo sin causarle ninguna herida. No tenía fiebre, no le dolía nada, solo era un intenso calor lo que sentía. Como si se encontrara en la playa, en un día de verano, con más de treinta y siete grados de calor.

En el momento en que la sensación se disipó, miles de recuerdos comenzaron a llover en su mente. Recuerdos de la Edad Antigua, época de los conquistadores griegos, romanos, Edad Media, época medieval y colonial. Periodos históricos en los que el amor siempre rodeó a las personas y otras en las que la obsesión y la locura gobernaron hasta llevar a los hombres y mujeres a la perdición.

Miró hacia todos lados, aturdido, cuando aquellas imágenes dejaron de aparecer y buscó a la mujer por una explicación que no lo involucrara a él y un manicomio.

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⏰ Última actualización: Feb 14, 2018 ⏰

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