1. Rabia.

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Osana Najimi.

Me encuentro en mi cama, inmovilizada. No consigo ver nada; me han vendado los ojos. Oigo una voz. Hecho de menos a Taro-Kun; el seguro que me rescataría.

- Vaya, vaya.¿A quien tenemos aquí?

-Soc...

- Shhh... Nadie te podrá oír.

- ¿Quién eres?

- Uf que pena, no te lo puedo decir.

-¡¡¡Porq...!!!

Me tapa la boca con un trapo, me resisto, pero al final lo único que consigo es que me la tape con más fuerza. Me duelen las muñecas y los tobillos, no puedo gritar y lo peor de todo es que no sé quien cojones es la persona que me ha secuestrado. Tengo mucho miedo.

- ¡Acabemos con eso de una puta vez!

-¡¡¡Mmmhhh!!!- Intento gritar pero no lo consigo.

Comienzo a ser golpeada con algo que parece ser un bate y finalmente me inyectan un líquido terriblemente frío. Comienzo a perder la consciencia. Se vuelve todo negro.

Ayano Aishi.

Me encanta coger un bate, me recuerda todo lo que puedo hacer con esto. También me gusta sorber la sangre, ese sabor metálico... Delicioso. Me gusta torturar a mis víctimas, sobretodo cuando se trata de las putas que me intentan robar a mi amado.

Tengo mi víctima atada a una cama, no puede ver. Se acaba de despertar, que comience la fiesta.

-Vaya, vaya.¿A quién tenemos aquí?

- Soc...- Le tapo la boca con mis manos. Puedo detectar el miedo que invade su cuerpo. Cuando está indefensa no se atreve a decirme nada.

-Shhh... Nadie te puede escuchar.

- ¿Quién eres?

- Uf que pena, no te lo puedo decir.

- ¡¡¡Porq...!!!- Esta vez le mantengo la boca cerrada amarrándole un trapo en la boca. Se me intenta resistir, pero es muy débil.

Callada esta hermosa, pero lo estará más cuando esté muerta.

- ¡Acabemos con esto de una puta vez!

Empieza a retorcer su cuerpo, es tan mona. Agarro el mismo bate de beisbol que usó mi madre para conseguir a su amado, que es mi padre. Le miro la cara, está sudando del miedo. Recorro el bate por su cuerpo hasta llegar a su estomago. En ese momento la comienzo a golpear con fuerza y... Rabia. La golpeo tantas veces que hasta para de retorcerse y llorar.

Me dirijo a la nevera para recoger una bolsa de sangre, agarro una jeringuilla del cajón. Me acerco a esa perra y le inyecto el líquido en vena. Como las personas somos de sangre caliente, el contraste provoca que el corazón deje de bombear sangre y acaba muriendo, lentamente.

Sostengo mi dedo debajo de la nariz de Osana-Chan, en unos segundos deja de respirar. Le miro el pulso, ya no tiene.

La desato y la meo en una bolsa grande de basura. Mañana me levantaré más pronto para dejar el cuerpo en la puerta principal de su casa. Seguidamente limpio y perfumo el sótano para que no hayan sospechas.

Me dirijo a mi habitación. Me pongo el pijama y me acuesto. Mañana será otro día.

Enferma de amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora