Bocados de San Valentín

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Wade Wilson podía ser conocido por muchas razones. Ser faltón, malhablado, con un sentido del humor más básico que una ameba, pero nadie podía decir que no era romántico. Si no, ¿por qué iba a estar cargando con semejante regalo por medio Queens al trote, casi rezando para que llegara de una pieza?

De edificio en edificio que saltaba, Wade, con su llamativo traje rojo de Deadpool, se encontró con lo que estaba buscando. El traje rojo y azul que caracterizaba a Spiderman. Se lo encontró sentado en el borde de una azotea, contemplando el barrio completamente relajado. Le resultó divertido ver como se mecía suavemente de un lado a otro mientras sus pies se balanceaban en el aire.

Se acercó a él a paso rápido y Peter no necesitó darse la vuelta para saber quién acababa de sentarse a su lado.

—Feliz San Valentín —le deseó Wade, sin darle siquiera la oportunidad de saludarle, poniendo la caja en su regazo.

Peter, sin quitarse la máscara, enarcó una ceja ante el detalle. Lo notó extrañamente tibio y lo tomó entre sus manos con recelo.

—No será alguno de tus juguetes, ¿verdad? Porque ya sabes por dónde te los puedes meter.

—¡Qué clase de pensamientos son esos! Si tus padres te escuchara...

—Si mis padres me escucharan lo primero que harían es venir a darte una patada en el culo, que aún no se han olvidado de lo que pasó en fin de año.

—Solo te estaba dando el tradicional beso de año nuevo.

—No en el lugar correcto.

Sin perder el recelo, Peter abrió la caja, encontrándose con un corazón elaborado con más de una decena de sándwiches. Humeaban ligeramente, lo que quería decir que habían estado hacía poco en la plancha.

—Oh.

—¿Oh?

—No era para nada lo que esperaba.

—¿Habrías preferido una caja de bombones?

—No, este es más mi estilo.

Oh, lo sé, pensó Wade con cariño.

—Que me hayan mirado como si estuviera loco al encargarlo ha merecido la pena.

—Como si a ti te importara lo que pensaran de tu locura.

Peter se apartó la máscara de la boca, enrollándola sobre la nariz, y cogió un pedazo de sándwich. No pudo evitar la sonrisa mientras masticaba.

—¿Está rico?

—Mucho —dijo antes de tragar, haciendo un mohín al tener la boca aún llena, y tomar otro bocado.

Tan lindo, pensó Wade, observándolo comer como un pequeño y feliz glotón, definitivamente es de los que se conquista por el estómago. Y con ese pensamiento, Wade lo imitó y tomó un pedazo. Se apartó la máscara con tranquilidad, enrollándola sobre su nariz al igual que había hecho Peter, un movimiento que este captó por el rabillo del ojo y que le hizo ampliar la sonrisa. Le había costado años que Wade se sintiera tan cómodo y confiado a su lado.

Wade tiró de los mechones de la nuca que se dejaban entrever bajo la máscara enrollada, llamando la atención de Peter, quien suspiró divertido. Sabía muy bien las intenciones de Wade, su afán por intentar robarle besos pillándole por sorpresa. Y tenía que remarcar lo de intentar porque Peter siempre lo veía venir, solo que se guardaba ese pequeño secreto porque sabía cuánto disfrutaba él al realizar esa pequeña travesura. Teniendo en cuenta que él siempre lograba sorprender a Wade cuando le robaba algún beso, era un trato justo.

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