5 de Junio.
No sé si conozco en realidad el amor. De hecho, ni siquiera sé si alguna vez he estado enamorada. Me han gustado muchos hombres en el camino, pero mi naturaleza es romántica, es dulce y suave. Mi naturaleza, creo yo, es de esas enamoradizas que se esconden como los ojos de los caracoles cuando los intentas tocar.
A propósito, recuerdo que mi abuela Concepción era una sádica para esos asuntos. Veía un caracol (o una babosa) y manda a traer la sal. No miento, era divertido ver como esos animalitos tan raros y asquerosos (babosos, pues) se “retorcían” en el suelo y comenzaban a espumear intensamente y se volvían verdes como los mocos de los niños enfermos y así, ahí yacían hasta que morían. Después de hacer esto jamás supe qué hacía con ellos, si eran echados a la basura o a las plantas o al drenaje, no sé.
Mi estómago truena. No sé si es por hambre, aunque lo dudo. No sé si es por enfermedad, pero esa posibilidad está firmemente negada..
Ayer hablando con, el que llamaremos: mi Akela, le decía que temía que la lluvia y el frío fueran del diario, pues, siento que podríamos caer en algo monótono, simple y cotidiano y, quizá, así perderíamos el sentido de belleza y de placer que tenemos al momento de escuchar el agua resbalar contra el vidrio o como cae a los árboles y de ahí va bajando, en tandas, por las ramas.
Terminé por fin “Bajo la misma estrella”. En dos días y medio me devoré ese libro. ¡Maldita empatía! Siempre lo he dicho: la clave de ser buen escritor es hacer que sientan una profunda empatía tus lectores con los personajes/historia que estas escribiendo, lo demás vale madre. Ahí tienes a Crepúsculo: es la peor historia de Vampiros, la peor. Pero démosle un aplauso a Stephenie Meyer por lograr una empatía enorme con la historia de amor que narra Bella. En serio, a nadie le gustan los vampiros que brillan como anillo de compromiso, ni que sean tan buenos y piadosos que procuran a la raza humana, pero si comienzas a hablar de un hombre que da todo, absolutamente todo, por una mujer; Si comienzas a hablar del sufrimiento que todos sentimos cuando el amor se tiene que contener y te lo tienes que tragar como una píldora de veinte milímetros sin agua, así, sólo así, logras un éxito mundial. Un bien llamado: Best Seller.
11:04 de la noche en un viernes seis de junio. Quiero escribir.
Es noche de platicar con Akela hasta morir. Hasta que el maldito sueño crónico devastador que sufro me venza. Él mi Akela tan extraordinario. Es lo que le comentaba a mi hermana una vez: Con él puedo hablar absolutamente de todo, por más soso, estúpido, insignificante, vacío y torpe que sea. Lo sé, la mayoría de las veces no hablamos de cosas tan materiales o superficiales, somos muy filosóficos muy de vez en vez.
En diferencia con el Compañero, Akela es muy reservado, y aunque es algo egocentrista, sus pláticas pueden fluir hacia cualquier dirección… Con el otro ser, no sale del típico “yo-yo”.
Estoy a nada de tomarme una foto para el perfil de Facebook y “patética” se queda corto en el adjetivo que debo usar en mí. Me miro y descubro que hay una versión horriblemente secretaria de mi cara y que el peinado, que consistía en un “chongo”, no ha servido de nada. Mi cabello cae por mi cara y a los lados. Los lentes que tengo puestos son más viejos y feos que los que usa mi abuela (usaba).
¿Quieres platicar? –Manda Compañero por Facebook-
¿Qué pretende? Ya sé, espera a que le dé entrada para decirme: -¿me llamas?. ¡Carajo! Él bien podría hacerlo. Aunque bueno, sabemos bien que a estas horas de la noche, por más que insista, no le contestaría. Sólo me gusta hacerme la difícil. ¡Jajaja! No es cierto.
Por mujeres como tú, hay hombre como yo. (Canción mexicana, de esas que recomiendo si, al momento de leer esto, estés con dolor de amores. Corazón partido, pues) En serio, por mujeres así como yo creen los hombres que somos más difíciles de entender que la letra de un doctor chino que escribe con los pies.