Miralo vos a Miguel. Mirá hasta donde llegó. Semanas se pasó en el sotano ese que tiene preparado tipo bunker. Ahí donde justamente se pasa semanas sin ver la luz del sol. Frente a esa computadora, o esas tres computadoras, o esa computadora con tres pantallas; ¡ni idea cuántas computadoras son! Pero esas tres pantallas acomodadas tipo cuarto de seguridad de supermercado generan la única iluminación de esa habitación; las compus, la cama, y ese espeso olor que surge de la mezcla de la falta de ventilación y una caja de pizza que aún conserva las aceitunas de hace una semana; aceite, cartón y zapatilla húmeda, resumido como "olor a perro húmedo", como le decía Charly, su mejor amigo cada vez que pasaba a ver si su amigo aún respiraba.
Pero Miguel hoy tenía otra actitud. Hacía rato que caminaba distinto. Estaba bañado. Vestido como siempre, pero oliendo muy distinto a un animal sucio. Miguel se ponía desodorante, se peinaba; hacía dos meses que recorría los más disímiles lugares. Llegaba, se paraba en la puerta, sacaba su teléfono, lo consultaba lentamente y mandaba el primer mensaje. Y acto seguido recibía una respuesta que, con gran posibilidad, lo invitaba a sentarse en una mesa. En los últimos sesenta días había compartido mesa con distintas mujeres, grupos de despedida de solteros, equipos de fútbol, parejas a punto de separarse, hombres recién separados, citas fallidas, y vaya a saber cuantas otras posibilidades más. Había charlado, escuchado y dado más consejos que en toda su vida. Él, siempre de perfil bajo y con un gran problema para relacionarse estaba experimentando un cambio en su vida que venía siendo muy positivo. Y todo a partir de su app. Si, la app que él desarrolló, solito. Que pensó como un paso más para las redes sociales pero que sin duda iba a revolucionar muchas vidas. Al menos, la de él.
Antes de su app, Miguel salía poco. Tenía un mejor amigo y los demás eran sólo conocidos. Él decía que no le gustaban los lugares donde había mucha gente y se escudaba en esa excusa para no ir casi a ningún lado. Pero lo cierto era que tenía serios problemas para relacionarse. Al punto de aguantarse muchas horas de ir al baño en lugares públicos por las dudas alguien le toque la puerta y tener que contestarle. Pero esos días habían terminado. Con algo de ingenio y catarsis pensando en esa chica que lo había vuelto loco en aquel bar a la que no se animó ni a saludar cuando se fue, nació aYtoY. "Aytoy", el nombre, había nacido de un juego de palabras que significaba algo así como "aquí estoy" y jugaba con las palabras con el significado de "toy" (juguete), y funcionaba más o menos así: se trataba de una aplicación celular que uno instalaba en su teléfono y creaba un perfil, como Facebook. La aplicación mantenía en tiempo real la ubicación del teléfono con el gps. La idea suponía que una persona podía chatear con otros usuarios solamente cuando el otro usuario se encontrara en un radio de treinta metros. Solamente cuando dos usuarios con sus respectivos teléfonos se encontrasen dentro de ese radio podrían entablar una comunicación y sólo con autorizaciones de cada uno, podrían chequear sus respectivos perfiles. La única información que cada usuario tendría era el sexo del otro usuario dentro de ese radio. La app tenía potencial. Miguel calculó muchas posibilidades antes de publicarla. Y un día, cuando creyó que podía empezar a usarse, la subió al playstore previas pruebas con Charly. Luego confeccionaron algunos cartelitos que pegaron por toda la ciudad universitaria que decían: "querés probar una app para relacionarte con gente? Bajate aYtoY de PlayStore". Las descargas comenzaron, un poco por la volanteada, aunque la parte más importante se logró por el boca en boca. La viralización indicaba algo: la app estaba funcionando.
Entonces Miguel llegaba a una clase en su facultad y llegaba el momento en que el profesor señalaba que debían hacer grupos para trabajar. En otras épocas habría trabajado sólo, pero con la ayuda de su app sacaba el teléfono y miraba. Era notable como las primeras veces sólo tenía disponibles a dos o tres personas, pero en cuestión de semanas una séptima parte del auditorio estaba online con aYtoY. De todos modos en clase ya no le hacía falta usarla porque en sus primeros contactos conoció a Marcos, Laura, Pedro, Mariano y Carla; cinco jóvenes con personalidades parecidas a las de él a los que su imposibilidad para relacionarse les daba tiempo para probar nuevas aplicaciones y casi vivir para sus teléfonos. En las materias que compartía con ellos ya no hacía falta la app; Miguel estableció grupo con ellos y sólo tenía que poner su app offline cuando los encontraba.
De a poco se dio cuenta que el alcance de su app no tenía límites. Si bien la desarrolló pensando en aquella morocha del bar, ni bien subía al colectivo su teléfono empezaba a vibrar y no tardaba en ponerse a conversar con gente que curiosamente cruzaba todos los días pero desconocía que compartía muchos intereses. Incluso la aplicación guardaba aquellos usuarios que ya habían sido contactados y autorizados al chat entonces Willy, un cuarentón con el que compartía su gusto por Metallica, ni bien advertía que Miguel subía al colectivo (porque aYtoY le avisaba "Miguel está cerca") tomaba su teléfono y ponía Enter Sadman en el altavoz y así lo recibía, previo a un apretón de manos.
El funcionamiento de la app lo llevó a seguir perfeccionando detalles; así agregó la opción "grupos" donde en tiempo real podía saber en que lugares físicos había mucha gente con la app, cuantos de ellos eran hombres o mujeres, y hasta se podía filtrar según la información que esos usuarios habían puesto en sus perfiles. Entonces, una noche quería sentarse en un bar a escuchar rock nacional y filtraba en "intereses: rock nacional", y la app le mostraba a donde en ese momento había mucha gente que gustara de rock nacional. Ese cambio llevó a que los comerciantes de la noche vieran un costado lucrativo y comenzaron a pagar un servicio donde la app no sólo ubicaba qué cantidad de gente había sino que decía como se llamaba el bar, donde quedaba, y lo linkeaba con la página. La app no sólo servía sino que mantenía a Miguel, característica impensada en los inicios por el muchacho, pero necesaria porque aquellos servidores en el sótano mohoso fueron quedando chicos y hubo que invertir para que todo siguiera creciendo.
Las cosas para Miguel iban cuesta arriba: económicamente iba cada vez mejor. Su último cambio daba la posibilidad de que los usuarios puntuaran los lugares a donde estaban y dejaran pequeños comentarios. Entonces tenían gran concurrencia aquellos que realmente estaban buenos, a diferencia de aquellos a los que los usuarios subtitulaban con un "la cerveza está caliente", mensaje que los invitaba a no visitarlo. Entonces había que hacer las cosas bien porque hacerlas mal significaba directamente perder. Así fue que se suspendió el recital de ANIMAL cuando la gente que ingresó primero advirtió que el local a donde tocaban no tenía matafuegos. En pocos minutos, todos los que estaban en la puerta reclamaban la devolución del dinero de las entradas y hasta que la misma banda se sumó al repudio al local. Como ese ejemplo hubo muchos; la gente tenía una herramienta poderosa en las manos. Herramienta de defensa con la que se podía pedir auxilio a gente que estaba realmente cerca. La app reemplazaba a un grito incómodo ante posibles atacantes, reemplazaba al pedido de ayuda para empujar el auto, indicaba un corte de calles, una manifestación... en fin: Miguel empezó a sentirse poderoso. Empezó a darse cuenta que tenía en sus manos la posibilidad de quitarle a miles de personas lo que ya se había vuelto un modo de vida. Porque era tan increíble el poder de la app que quien no la tenía ya no conseguía relacionarse. Las personas iniciaban conversaciones sólo con quienes hacían contacto vía aYtoY. Y tan fuerte fue ese nuevo hábito social que, si bien había conseguido relacionar gente que nunca lo hubiese conseguido de otra forma, también había aumentado la cantidad de personas deprimidas; personas que se negaban a que sus relaciones humanas pasasen por la tecnología y por ello habían quedado casi solas. Cuando el brillo de aYtoY empezaba a deslumbrar, algunos detalles empezaban a evidenciar su lado oscuro.
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Ficção CientíficaLa aparición de una app que va a cambiar la vida de muchas personas.