Capítulo 9: Princesa

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—¿Jennifer? —no da crédito a lo que ve—. ¿Qué haces aquí?

Intento recuperar el aliento, la adrenalina de no llegar a tiempo me hizo llegar a mis límites sin importar las consecuencias. Intento hablar, jadeante.

—Venía... para... hablar... contigo —apenas puedo hablar, pero poco a poco me recupero y puedo formular mis frases con más soltura—. No te vayas.

—¿A qué viene eso ahora?

—Marth me ha llamado para avisarme de tu partida, de que vuelves a París. Me ha entrado el miedo y he venido corriendo para hablar contigo.

—¿Hablar conmigo? ¿De qué? —¿en serio sigue sin pillarlo? ¿Acaso no ha visto películas de romance?

—Yo... —otra vez no—. Es difícil.

—Pues inténtalo —la gente de la fila se fijan en nosotras, al igual que las que reciben el tique del vuelo—, porque sino sabré que nunca tuviste las suficientes agallas para decirme lo que te tiene de esa manera.

Las atentas miradas de todas aquellas personas me ponen nerviosa. No sé si podré hacerlo, quiero ser suave.

—Gloria, no quiero que te vayas.

—¿Por qué? ¿Hay alguna razón por la que deba quedarme?

—¡Sí! —mi coraje poco a poco sale.

—¡¿Y cuál es?! ¡Me tienes en vela por saberlo! ¡No me lo has contado en ningún momento y siempre que tenías la oportunidad no lo has hecho! ¡¿Qué es esa cosa tan importante que no te deja hablar?!

—¡Pues que me gustas! ¡Eso es lo que me pasa! —se queda paralizada, ahora la que no puede hablar es ella—. En ningún momento he tenido las agallas de poder declararme ante ti, de poder decirte que me gustas desde que te conocí, desde que vi que eras mi vecina, todo porque el miedo a perderte era inmenso. Imagínate si me gustas hasta tal punto que no podía ni soltarlo así de fácil —las lágrimas van saliendo, pero no son tan notorios—. Solo cuando Marth me dijo que te ibas ahora, tuve que mentalizarme, guardar las agallas y gritarlo a los cuatro vientos si así lo escuchas.

Nadie dice nada, Ricky está a un lado, observando la escena y los pasajeros de ese avión se llevan las manos a la boca, además de que graban la escena con sus móviles. Su rostro es un poema ilegible, sus ojos no se separan de los míos. Solo el altavoz del aeropuerto la despierta con la frase más típica.

"Pasajeros del vuelo a París, Francia, está a punto de volar en cinco minutos.".

—Jennifer... —ahora intercambiamos los papeles, es la hora de lo que tanto he estado buscando.

Me acerco a ella, apoyo la mano en su espalda, la atraigo a mí y la beso, posando la otra mano en su mejilla, acariciando su suave piel de chocolate. Cierro los ojos, sus labios carnosos me llevan a otro mundo que jamás había notado con otra chica. Sin duda alguna, he sido una estúpida al no haberme declarado antes. Su dulce aroma se apega a mi cuerpo, la necesito conmigo.

Cuando nos separamos, abro los ojos. El alma se me cae al suelo al verla llorar.

—Lo siento —dice sin más, alejándose de mí y dando el billete para entrar.

—Gloria, te amo. ¡Eso es lo que me ha estado pasando todos estos años! Por favor, no te vayas.

—Lo siento —y camina por el pasillo hacia el avión.

—Si no te vuelvo a ver, al menos que sepas que te amo y que, si te vas, me vas a matar.

Noto su llanto, se intensifica. Quiera o no, esto no me lo quita nadie, pero las ganas de vivir sin amor son de cero. Sin ella... Todo se acaba.

La pierdo de vista, me alejo del pasillo con los rostros apenados de los pasajeros, que intenta dar apoyo, y me acerco a Ricky llorando también.

—La he perdido, Ricky. La he perdido para siempre —me abraza con delicadeza, pero me estruja más contra su pecho y eso solo aumenta mi llanto—. No va a volver.

—Lo siento, Jennifer —un par de minutos después, vemos el avión despegar—. Siento que esto acabe de esta manera.

Viendo el avión irse, veo también al amor de mi vida irse de mi lado, irse para no volver. Para dejarme aquí tirada, sin sentimientos, sin nada por lo que querer amar.

Sin su piel de chocolate. Sin mi princesa.

She Loves MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora