La misión era simple. Ir a Puerto Rico, entrevistarse con el comandante de la base que estaba al mando y ponerse a sus órdenes para la cumbre que se llevaría a cabo en la isla. Lo habían convocado por su conocimiento antiterrorista. Serian solo un par de días y volvería a la libertad que sentía sobre la cubierta de un barco. Durante el viaje había vuelto a sus ex compañeros y había sido entretenido verlos emborracharse a mas no poder mientras escuchaba lo emocionante que había sido para ellos pasar esos años en altamar, y atracando cada cuanto en un puerto distinto por un par de días, sin tiempo para conocer realmente algo o a alguien, pero el suficiente para tener una aventura con un o una lugareña. Él solo bebía de su cerveza y sonreía. Había pasado demasiado tiempo en tierra como para no extrañar esas bromas y camaradería tan propia del cuerpo de la marina. Pero él tenía como compensar todo aquello. “Dios escribe derechos en líneas torcidas” le había dicho su padre hace tiempo y cuánta razón tenía
- ¿Feliz de volver, teniente? – dijo una mujer a su lado haciéndolo volver en si
- Extrañaba esto – dijo Steve sonriendo
- Entonces vuelve – le dijo ella acercándose lentamente
- Hawaii tiene su encanto – sonrió el castaño –, pequeños encantos
- No dudo que las playas sean hermosas – dijo Catherine –, pero el altamar es único
- Coincido contigo – dijo Steve bebiendo de su cervezaLa teniente Catherine Rollins era una mujer extremadamente hermosa que cuando quería algo iba por ello hasta obtenerlo y no se detenía ante nada ni ante nadie. Steve la había conocido a hacia un par de años y por un tiempo habían salido, hasta que a ella le asignaron una misión en Afganistán y él había decidido volver a casa. Días antes de aceptar, Steve le había pedido matrimonio pero como ella sería la comandante de la siguiente misión, Rollins declino la propuesta y se marchó sin mirar atrás. Steve le había enviado cartas durante meses pero ella simplemente las archivo sin abrirla. Se negaba a tirarlas por el hecho de quien era el remitente. Sonreía al saber que el alfa más deseado de Hawaii besaba el suelo que ella pisaba y que en el momento que ella sonara los dedos el volvería a su lado, aunque no entendía como siendo un hombre de recursos no había intentado localizarla. Bueno no era momento para eso, ahora la vida los había colocado nuevamente frente a frente y no iba a desperdiciar más tiempo.
- Nosotros nacimos para estar en altamar – dijo Catherine acariciándole el tatuaje que llevaba en el brazo derecho mientras acercaba su rostro al de su colega, pero en ese momento su teléfono sonó
- Disculpa tengo que contestar – dijo Steve poniéndose de pie y alejándose.Catherine suspiro y aprovecho para ir al tocador, esa noche muchas cosas cambiarían, ella recuperaría a ese alfa y seria la envidia de todos. No era un secreto para nadie los resultados que habían arrojado los exámenes de Steve cuando se había postulado para entrar a la fuerza, alfa clase cuatro. McGarrett era de los pocos en el mundo que decidía quien y cuando tendría sus hijos, y ahora ella estaba dispuesta a darle todos los que él quisiera, después de todo era la única Omega en ese lado del hemisferio clase cuatro, lo que significaba que podía tener en un solo parto hasta cuatro niños sin riesgo en ningún momento y estar como si nada una semana después del parto. Eran la pareja perfecta. Cuando volvió a la mesa se sentó junto a Steve y “accidentalmente” rozo su pierna
- Dime que por lo menos te quedaras un par de días – dijo el oficial Matthew con una botella en mano una vez Steve colgó
- Mi vuelo sale mañana a las seis de la mañana – dijo este – y antes que se te ocurra sugerirlo, la repuesta es no. Y sabes porqué
- Al menos invítanos un par de días a tu paraíso – dijo Jones sonriendo
- Cuando quieran – dijo Steve con una carcajada
- ¡Chicos – grito Jones –, dijo cuando quieran!
- ¡Entonces está decidido – grito Miller – nos vamos mañana a Hawaii, cortesía McGarrett!
- Uohhh – dijo Steve sorprendido escupiendo su trago – ¿Cómo que mañana, sargento Miller?
- Conseguimos un avión privado que nos llevara a todos – dijo Wilson – y sale dentro de dos horas, así que señores, ¡alistarse!
- ¡Señor, si, señor! – gritaron todos al unísono y a Steve no le quedó otra alternativa que lanzar una carcajada en la que Catherine se le unió

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Pequeño Gran Reves
FanfictionLos reencuentros y las despedidas tienen algo en común, púeden ser extremadamente crueles