Aléjense de las mujeres que leen

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Si está conociendo a una mujer y una de sus pasiones –la de mayor fervor– es leer… Huya, corra, escóndase, improvise una excusa evasiva; no se comprometa, no siga hablando. ¡No se meta con ella! No, a menos que quiera lamentarlo de verdad por el resto de su vida.

Las mujeres que leen, pueden ilusionarlo con tenues y delicadas palabras, con susurros, y con bien pronunciados cánticos; pueden hacerle recordar fantasías, incluso pueden recreárselas mientras le hablan, y mucho más peligroso aún: pueden terminar enamorándolo, no sólo por su ortografía.

Las mujeres que leen son meticulosas, minuciosas. Al igual que usted en las conquistas, ellas tienen sus propias estrategias, también le dan importancia a las prioridades de su vida como individuo, y créame, usted no es una prioridad. Las mujeres así, que leen, pueden sobrevivir y seguir sin usted, hiriéndole el más profundo ego machista. Le demostrarán siempre que es único, pero no indispensable.

Las mujeres que leen, pueden ser como el demonio de las poesías, capaces de robarle el alma y quedarse con su corazón, y sí es una persona con muy mala fortuna, ella le entregará su corazón; y por donde lo mire, tener su corazón terminará siendo un problema. Un verdadero problema.

¿Qué hace usted después de que ha sido enamorado? ¿Qué hace usted cuándo el corazón de alguien más, es su responsabilidad? Yo le diré qué hace: se abre como un compás, quedando completamente vulnerable, y termina por herir a alguien con la punta de la aguja.

Una mujer que lee siempre será impredecible, nunca sabrá qué decirle, qué hacer, o cómo comportarse con ella. Quizá como en las novelas, están llenas de dramas. Con ellas se arriesga a quedar perplejo y perder su hombría; corre el riesgo de sentir su ausencia para siempre, después que decidan marcharse, porque usted no es indispensable. Recordemos que una mujer que lee, es terriblemente inteligente y una persona inteligente no necesita depender de nadie más.

Con una mujer que lee, siempre, siempre, siempre, estará en una constante competencia intelectual, casi como una batalla campal.

Una mujer que lee, entiende el amor como una prosa o una linda y transparente lírica: llena de belleza y complejidad. Aunque también, pueden entender el amor como un proceso bioquímico cotidiano lleno de supuestos.

Una mujer que lee, le entrega más que su cuerpo y sus sentimientos, le entrega su intelecto, sus utópicos sueños formados por alguna extraña novela romántica que ha leído a sus quince años, y todos sabemos que eso es mucha responsabilidad para un hombre que piensa en sexo, fútbol, y amigos.

Sería mucho mejor una mujer que no lee, una que quizá le gusten más las compras que contemplar las estrellas y crear absurdas teorías de vida basadas en todas esas tonterías que ha leído en la web y retazos de revistas.

Sebastián París

Poemario RobadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora