peppa pig

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Sabemos que los niños pequeños son capaces de quedarse horas y horas delante del televisor viendo esta monótona y mal

dibujada serie animada, que, por cierto, es de estilo similar a "Caillou" o "Pocoyo". Sin embargo, la horrible verdad que hay escondida detrás de "Peppa Pig" es bastante triste, ya que la historia de cómo surgió todo, no es tan encantadora ni tan sencilla de como suele ocurrir...

A todos los niños y niñas les encanta el personaje de "Peppa Pig", los padres no le ven nada malo a este dibujo animado. No obstante, cuando termines de leer la historia y conozcas el verdadero origen, jamás les volveras a poner este programa a tus hijos.

Dicha historia fue contada por un padre que, cuando recordó algunos momentos traumáticos de su infancia, los relacionó claramente con esta caricatura.

Hace aproximadamente década y media, yo vivía en una granja junto con mis padres. Sólamente a unos metros de nuestra casa, vivía una familia que se dedicaba a criar cerdos, además de funcionar también como matadero. El criadero de cerdos de los Smith's, al cual, el negocio no iba demasiado bien, pues sus ventas estaban decayendo constantemente.

Lo cierto es que esa familia sólo estaba compuesta por dos miembros, Peppa Smith y su padre, Johan Smith. La madre de la niña, había sido trasladada a prisión por intentar asesinar a su marido Johan con un machete, en presencia de su hija, cuando estaba en estado de ebriedad.

Pues bueno, esa Peppa de la que hablamos, era mi amiga. Era un chica agradable y sumisa, a pesar de todo lo quehabía pasado. Tenía pecas en la cara y era algo regordeta, porque lo había heredado de su padre. Algunos días, yo acompañaba a Peppa a darle de comer a sus cerdos, de los cuales, Peppa tenía a sus favoritos.

Se trataba de una familia de porcinos, de la cual el macho era un animal enorme y obeso (si no recuerdo mal, Peppa decía que estaba medio ciego), y la hembra había podido tener únicamente dos crías, por ser poco fértil. Una de las crías, era un simpático cerdito, el cual, no hacía como los demás cerdos, no decía "oink", sino que solía gruñir como un demonio (o un dinosaurio), y la otra cerda era extremadamente grande, también.

Esta última había sido víctima de una mutación en el vientre de su madre, por lo que se hacía ver más grande en comparación con el resto. Peppa y yo solíamos hacer dibujos con tizas en la pared de mi granero. Un día como otro cualquiera, mientras y yo y mi poca imaginación dibujábamos una flor, mi amiga estaba haciendo una especie de bosque que era un tanto extraño.

Con una tiza de color rosado, dibujó a su familia de cerdos favorita, vistiendo playeras y vestidos, cosa que hacía bastante gracia. Peppa vio que yo sonreía, y me presentó su obra de arte con una voz bastante orgullosa de sí misma: "La que ves aquí es mamá Pig. Quien está a su lado es George, y trae en sus patitas el peluche de un dinosaurio porque le gusta rugir como ellos. Luego viene Papá Pig, que lleva unas gafas porque no ve bien. Y la última se llamará...Peppa Pig, igual que yo, porque le tengo mucho aprecio y se parece bastante a mí."

A mi amiga le gustó tanto su dibujo que llamó a su padre para que lo viera. Cuando el señor Johan llegó, agarró a Peppa de las
trenzas y comenzó a gritarle: "¡Mocosa! ¿Cuántas veces te he dicho que no te encariñes con esos cerdos? Esta mañana he arreglado la máquina trituradora y pondré a andar la producción de carne de nuevo. ¡Esos animales putrefactos que has dibujado sobre la pared están enfermos! Mañana mismo me desharé de ellos y los venderé al carnicero."

Peppa comenzó a llorar y vino para que la abrazara, pero su padre se interpuso en el camino y se la llevó a triturar desechos para dárselas de comer a los cerdos. Estaba muy triste, podía escuchar cómo lloraba desde mi casa, cuando el padre comenzó a darle machetazos a quien ella había apodado como Peppa Pig.

Llegó a las afueras de mi granero con las manos cubiertas de sangre del animal para reunirse conmigo, y entre lágrimas y llantos, pintó con sangre el vestido de la cerdita menor, Peppa. Luego trazó a una sonrisa de color rojo sobre la tiza rosa, y dejó de llorar. Levantó la mirada hacia a mí, dio unos pasos lentos y me susurró que la acompañara a triturar el resto de desechos, porque no había acabado lo del día anterior.

La seguí, y llegamos hasta la máquina trituradora, una inmensa máquina automática de gran potencia. Mi amiga la encendió y llenó una cubeta de cosas desagradables, y se subió a una escalerita. Una vez arriba, la vi vaciar el apestoso contenido y pasado un rato, bajó con algo aún más apestoso.

De pronto, la máquina se detuvo. Emitía un crujido como si algo se hubiese atascado. Los poderosos engranajes habían dejado de funcionar, y Peppa, con cara de cansancio, volvió a subir la escalerita para ver qué había fallado.

No sé si fue provocado o simplemente un accidente. Peppa se encontraba con su brazo insertado dentro de la máquina, mientras la fuerza de los engranajes la empujaba hacia adentro. Desde la ranura por donde salía la espesa y apestosa pasta, salía mucha sangre, la cual estaba saliendo disparada hacia todas partes. Ese momento, Peppa comenzó a gritar mi nombre y a pedirme ayuda.

Yo, preso del pánico, corrí hacia ella, pero tropecé y derribé la pequeña escalera que sostenía todavía los pies de Peppa. La chica ya tenía triturado todo su brazo hasta el hombro, y la máquina continuaba. Inocentemente y en un intento de apagar la máquina, me dirigí hacia la ranura de la pasta y toque todo aquello...pero la sangre salpicó mi cara y un trozo de Peppa llegó a mi boca.

Yo sólo escuchaba los gritos horribles de Peppa, que todavía seguía con vida. Eran los gritos más desgarradores que había oído nunca. Pero de pronto, pararon. La máquina había engullido todo el cuerpo de Peppa. Yo estaba en shock, así que salí llorando por la puerta, cuando unas manos me apartaron rápidamente. Eran mis padres junto a Johan, quienes habían acudido al escuchar la escena.

El padre de Peppa vio las piernas de su hija colgar desde la parte superior del triturador automático. Tiró con fuerza
como si quisiera salvarla de la máquina, pero la máquina, ya casi atascada, no dejaba de trabajar, proporcionando esa pasta ensangrentada de lo que quedaba de ella.

Mis padres me llevaron rápidamente a casa, pidiendo que lo olvidara, cuando lo lógico era preguntarme por qué había sucedido todo.

A la noche siguiente, el cuerpo de Johan Smith fue encontrado en la pared de mi granero. Su rostro había sido desfigurado por una escopeta que había sido disparada entre sus ojos. El padre se había suicidado a los pies del dibujo de su hija.

La sangre era muy oscura, como la tierra, haciendo que la familia de cerdos yaciera sobre auténtico lodo, ya que los cerdos aman revolcarse ahí. Cuando pude asomarme, los policías se encontraban evaluando el lugar de los acontecimientos. Había un reportero que me entrevistó y me pidió detalles del asunto.

Poco después, nos enteramos de que la historia la habían tomado los creadores de la serie que se daría a conocer póstumamente, mostrando el día a día de la simpática cerdita, llamada Peppa, que vive feliz junto a su encantadora familia, en las colinas...

La próxima vez que mi hija reproche, no puedo dejar que vuelva a ver esos dibujos que aquella niña hizo en la pared de mi granero, plasmados en la televisión. Todavía puedo sentir esa pasta sobre mis manos. No la dejaré, Peppa Pig.

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