Prólogo

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—Por favor, suéltame —ruego, cerrando los ojos debido al abrasador dolor de mi muñeca. Sin embargo, ante mi petición no hace más que incrementar su agarre, intensificando el doloroso ardor de mi piel.

Las lágrimas están acumuladas en mis ojos, batallando para poder salir. Mi pecho sube y baja con brusquedad, implorando por la serenidad de los latidos de mi corazón.

Me maldigo mentalmente, pues yo soy la culpable de esto. Decidí adentrarme en este laberinto hace tres años, y ya ha pasado demasiado tiempo como para encontrar la salida. Cada golpe, cada insulto, todo es un recordatorio de la realidad, de mi jodida realidad, esa a la que cada día tengo que hacer frente para tan solo ver cómo se burla de mí.

—Te soltaré cuando me salga de los cojones, ¿me oyes? —ruge en mi oído. Puedo sentir su sonrisa de satisfacción al tenerme así, vulnerable, indefensa y suplicante—. Eres una zorra —ríe, liberando mi brazo. Retiene con su cuerpo al mío, causando que mi espalda choque contra la pared tras de mí—. Hace dos semanas que debía tener mi dinero, Chloe, y aún no lo he visto. ¿Qué vas a decir esta vez, eh? ¿Qué puta excusa pondrás ahora? —lleva sus manos hacia mi cuello, rodeándolo y acariciándolo con sus callosos pulgares en una letal amenaza.

—No he podido venderlo todo, dame tan solo unos días... —soy incapaz de terminar la frase por la presión ejercida en mi garganta. Me está impidiendo respirar. Abro mis ojos con desesperación y, alarmada, llevo mis manos sobre las suyas en un vano intento por liberarme.

—Ay, Chloe, Chloe... ¿cuándo aprenderás que con las drogas no se juega? Yo tengo un jefe, y ese jefe espera parte de ese dinero, ¿entiendes? —suaviza un poco su agarre, lo justo como para consentir e respirar—. Te he dado suficiente plazo, maldita estúpida. Joder, te mataría ahora mismo, pero muerta no me sirves —entonces me empuja lejos de él, haciéndome caer al duro asfalto. Un gemido de dolor sale de entre mis labios cuando siento cómo la piel de mis codos se quiebra—. Te doy una jodida semana. Como no tenga mi dinero en siete días, yo mismo me encargaré de cobrar con intereses, y tú no saldrás ilesa, ¿me oyes? —de repente, da una patada en mi estómago, dejándome sin aire nuevamente—. Siete días, Chloe. Ni uno más.

Diablo » Propuesta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora