No pude.
No he sido capaz de vender la mercancía que me había sido entregada, por lo tanto, no he obtenido el dinero que se me reclamaba. Era demasiada droga para deshacerme de ella en un tiempo tan reducido.
¿La consecuencia de tal hecho?
Ahora estoy en la misma habitación que el jefe de Jason, el tipo que dirige la pequeña empresa de narcotráfico de la que, hasta hoy, he formado parte durante los últimos cuatro años; y con el mismo Jason, quien se ha ocupado de traerme aquí contrariando absolutamente mi voluntad.
—Es ella, Diablo —habla este último, aún con sus manos ejerciendo un agarre en mis brazos para evitar una posible huida de mi parte, entregándome en bandeja de plata al hombre que decidirá mi porvenir por el hecho de no haber entregado el dinero en el plazo ajustado.
Me empuja con fuerza, haciéndome caer a los pies del líder.
—Desgraciado —susurro con todo el menosprecio que se podría abarcar en una palabra.
Me incorporo, levantando mis ojos para hallar los del hombre que, ahora, tengo frente a mí. Unos orbes tan negros como el mismísimo vacío son lo que encuentro, escudriñándome con antipatía.
Su figura es alta y trabajada. La camiseta renegrida de manga corta que viste deja a la vista la musculatura de sus brazos y la tinta negra que envuelve a uno de ellos. La tela de la prenda se ciñe a un torso tonificado que, apuesto, también está cincelado por tatuajes.
Su pelo es corto y comparte el mismo tono con su camiseta y ojos.
Los rasgos que enmarcan su rostro son varoniles y atractivos, mas resaltan con evidencia la juventud que intenta enmascarar tras su sobrio semblante.
No me dejo impresionar por el opaco e inexpresivo color de sus ojos; tampoco por su juventud ni por el hecho de que posea una red de tráfico de drogas en la ciudad, y, mucho menos, por la hostilidad que emana su presencia. La causa de que no surja ni una chispa de sorpresa en mí se debe a que ya había oído hablar de él con anterioridad.
Xander Davies, más conocido informalmente con el ridículo sobrenombre de Diablo, es un tipo con el que a poca gente le place interactuar. Por lo que tengo entendido, pese a su corta edad, su comportamiento es maduro e intimidante.
—¿Qué significa esto, Jason? —inquiere, desviando la mirada de mí hacia el susodicho.
Su voz hace justicia a su fama, siendo tan ronca como estoica.
—Ya te dije que entre los camellos a mi cargo tengo algún que otro inconveniente porque se están retrasando con el pago —explica con rapidez, como si estuviese reiterado explícitamente unas palabras ya dichas—. Ella no cumplió con el trabajo.
Un silencio sepulcral se hace presente por unos tensos y eternos segundos, los cuales el ojinegro emplea en examinarme de pies a cabeza con la mínima sutileza que le es posible.
—¿Desde cuándo ha habido bajo mi mando una mujer, Jason? —pregunta lentamente, aún frente a mí—. ¿Quién coño te ha dicho que tenías permitido hacer semejante cosa?
Yo, mientras tanto, permanezco inmóvil, sin saber qué debo hacer o decir.
—Pero, Diablo... —interrumpe sus palabras cuando el moreno abandona su lugar delante de mí para dirigirse hacia él.
Me es inevitable no seguirlo con la mirada. Es imponente.
—¿Acaso tienes mierda en la cabeza? Es una jodida cría, ¿cómo se te ocurre involucrarla en mi negocio?
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Diablo » Propuesta
Teen Fiction-¿Acaso sabes por qué me llaman Diablo? -inquire, con voz amenazante. El peligro destella en su mirada cuando la oscuridad de sus ojos se ancla en la claridad de los míos. -No -confieso, en apenas un murmuro. Una molesta y extraña sensación martiriz...