El despertar de un asesino en serie.

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El despertar de un asesino en serie.

El primer crimen que cometió Romasanta ocurrió en 1843 cerca del municipio de Ponferrada, ubicado en la comunidad autónoma de Castilla y León. Se trató de un alguacil de la localidad. Se dijo que este fue a embargarle por una deuda de 600 reales que tenía con un comerciante. Después de aquella supuesta reunión, el alguacil apareció muerto. Y por ello lo culparon de homicidio. Pero antes de ser juzgado, huyó a Rebordechao (Allariz), una localidad montañosa ubicada en Galicia.

 Pero antes de ser juzgado, huyó a Rebordechao (Allariz), una localidad montañosa ubicada en Galicia

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En los siguientes años, Romasanta comenzó a mezclarse poco a poco entre la población local. No solo fue estableciendo relaciones personales con ellos sino que incluso se hizo amigo de muchas mujeres, sobre todo porque se llegó a desempeñar como tejedor, un oficio casi exclusivo de mujeres. Para aquella época parecía un ciudadano más que ejemplar. Pero fue después de llevar un tiempo asentado en el pueblo que comenzó a su larga cadena de asesinatos.

Modus operandi

Todo comenzó con unas extrañas desapariciones en el pueblo. Aunque al principio nadie lo notó. Resulta que el modus operandi de este asesino se basaba en acompañar a mujeres que salían del pueblo en busca de una vida mejor. Romasanta se ofrecía como guía porque no solo conocía los caminos sino que además aseguraba poder encontrarles trabajo a estas personas.

La primera víctima fue una mujer llamada Manuela García Blanco, quien tenía una hija de seis años. En 1846 Manuela decidió buscar su futuro fuera de Galicia y pensaba ir a Santander para encontrar una casa a la cual servir.

 En 1846 Manuela decidió buscar su futuro fuera de Galicia y pensaba ir a Santander para encontrar una casa a la cual servir

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Así Romasanta, conocido como el tendero ambulante, se ofreció a acompañarla hasta su destino, para enseñarle el camino y ayudarla a asentarse en el nuevo lugar. La mujer se despidió de sus hermanas y partió con su pequeña hija. Unas semanas después, el asesino volvió y aseguró que la había dejado bien ubicada en la casa de un cura. Otras mujeres del lugar, alentadas por la perspectiva de poder conseguir una mejor vida como Manuela, decidieron buscar su rumbo también en compañía del asesino. La segunda víctima fue la propia hermana de Manuela, Benita. En 1847 el asesino la convenció de ir a donde estaba su hermana y la mujer partió junto a su hijo de nueve años. Jamás se volvió a saber nada ni de las hermanas ni de sus hijos. Hasta ese momento no había ninguna sospecha, porque el criminal se aseguraba de escribir unas cartas que supuestamente eran enviadas por Manuela.

En 1850 Romasanta atacaría a otra víctima. Se trataba de Antonia Rúa, quien también tenía una pequeña hija que apenas llevaba en brazos. Así lo hizo con un par de mujeres más. Sin embargo, a ese punto ya muchos comenzaban a sospechar de que algo podría haberles pasado a las mujeres que el hombre acompañaba hacia aquella tierra que prometía riquezas y felicidad. La desconfianza se hizo mayor cuando descubrieron que el tendero había vendido algunas ropas de las personas a las que supuestamente había acompañado. También comenzaron a difundirse rumores de que Romasanta vendía ungüento hecho de grasa humana. Todo lo que se decía llegó a oídos del asesino, quien entonces decidió huir de Galicia portando un pasaporte falso.


El bosque de RomasantaWhere stories live. Discover now