LUNA NEGRA

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Sabía que no debía sentirse bien por el confort de la seguridad que el cazador le mostraba.

Sabía que no debía de confiar en nadie porque de un momento a otro le darían la espalda.

Pero Seijuuro, ya que había insistido que así le llamara, tenía ese poder en él. A pesar de apenas tener solo segundos, minutos, quizá una hora de conocerse.

Ladeo la cabeza en cuanto le vio ahí detenido mientras el sostenía la puerta para que entrara, su mirada le asusto. Se veía desenfocada y llena de terror, de rabia, bullía en ira roja. Algo que después cambio a furia y eso le hizo recordar las acciones de los abusadores de los cuales había escapado hacia tanto tiempo, pero que en ese momento parecería habría sido el día anterior.

Algo de lo cual había esperado que su padre no se hubiera enterado nunca.

Algo que no sucedió.



Corría por las calles oscuras del pueblo en dirección a su casa. Se le había hecho tarde haciendo los deberes de la clase en la que se encontraba. No se dio cuenta en que momento había caído la noche, su hermano no asistió debido a una fiebre que había pescado por pasar demasiado tiempo en el agua del río. Cosa rara enfermarse entre alfas pero sucedió y estaba atado a la cama fuertemente custodiado por la fiereza de Hyuga, aún le sorprendía lo rudo que su madre omega se comportaba. Lo admiraba.

Pero ahora no debía de divagar en eso. Tenía que escapar y pronto.

Esos chicos le seguían y no daban tregua a intentar alcanzarlo. Sus pulmones se sentían como si ardieran por la manera en la que estaba corriendo. Si le atrapaban seria otra semana de ocultar moretones y rasguños. Y el dolor, no podría más con eso. No de nuevo.

Se golpeó contra un fuerte muro sintiendo como parte de su frente sangraba. Más no era un muro. Un puño se estrelló directo en su costilla izquierda, haciéndolo ver estrellas al instante. Gimió cayendo de rodillas al suelo.

—Por... por favor n-no...—

—Oh, no te preocupes mocoso, veras que nos divertiremos—

Esa vez no pudo ocultar los moretones.

Esa vez fue su padre quien lo encontró atado y lastimado en un cuartucho a las afueras del pueblo. Tres días había pasado en ese infierno. Tres días de suplicar una muerte que no llegaba.

Esa vez vio el dolor y las lágrimas en su rostro. Al lentamente desatarle, al cubrir su cuerpo lastimado y lleno de sangre, al; después de llevarlo a su hogar, lavar las heridas en la bañera susurrando perdones.

Las pesadillas lo asaltaban todas las noches, gritando por una ayuda que no llegaría. Comiendo poco. Dejándose morir por la perdida.

Se culpaba.

Apenas tenía doce años y ya era cruelmente señalado.



Los odiaba a todos, a cada habitante de su pueblo. Un pueblo que le había dado la espalda a su dolor.

Por un tiempo sintió la ira y la sed de sangre crecer en su interior.

Fue cuando se supo de los ataques esporádicos y asesinatos que ocurrían a su alrededor, tenía miedo. Pero sabía que no podía ser él.

Ahora todos le veían con más temor y otros sentimientos que le apuñalaban y le hacían sangrar sin heridas externas.

No hablo por un año después de eso y fue; de hecho, la razón que cimentaría el querer vivir apartado en su antiguo hogar.


WOLF MOONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora