Capitulo 2

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Fría soledad

El niño tomaba la mano de su madre con fuerza y empezaba a sentir como le faltaba el aire. Esa atfixia ya la conocía, pero no dijo nada por que sabía que aunque le dijera a alguien, aunque llorara, aunque pataleara, no iba a parar hasta que estuviera apunto de morir. Temía quedarse sin aire pero siguió caminando mientras callaba, esperaba y temía. Cuando estaban por llegar perdio sus fuerzas y calló al piso suplicando que todo esto parara. Su madre preocupada lo tomó entre sus brazos sin saber que hacer.

-¿¡Que pasa!? Por favor hablame! Dios mío- suplicaba la madre del pequeño.

Los golpes en la puerta empezaron a ser más fuertes y de algún modo la tormenta solo paró dejando absoluto silencio.

El niño sentía como si su cuello se iba a partir en cualquier instante y tuvo mas miedo aún... iba a morir?

Una rosa negra se veía florecer dentro de la oscuridad y dio un poco de tranquilidad al pequeño ¿Quien lo iba a decir? Aun sintiendo que moría, aun sabiendo lo que pasaría sintió paz al ver aquella flor.

Su madre se separó de él y abrió la puerta esperando que quien estuviera afuera fuese su marido y pudiera auxiliarle, pero lastimosamente no era así. Era un hombre al cual el niño no pudo ver el rostro ya que su vista estaba concentrada en otra cosa, su madre, ella se encontraba en el piso sangrando y gritaba algo que él no podía entender por que en vez de escuchar su voz solo sonaba la bellísima cancion de cuna que su madre cantaba todas las noches y a su alrededor las espinas de las rosas que se alimentaban de su miedo se clavaban en sus brasos, dejandolo indefenso ante aquel ser de ojos grises y asesino de su madre.
Aquel hombre tenía miles de sombras que no parecían pertenecerle, eran las almas de la gente que alguna vez mató. Sonrió cínicamente y recargó el arma otra vez.
El niño se sintió tranquilo ya que sabía que todo el sufrimiento iba a terminar y miró hacia la ventana que su madre alguna vez cerró pero sus cortinas estaban abiertas y dejaban ver más sombras de almas que alguien también mató.
Aquel hombre solo tomó el arma y le apuntó al pequeño, pero él no corrió, quizá fue porque las rosas lo tenian atrapado o quizá por que no le importaba que ese demonio en el cuerpo de un hombre le estuviera apuntando. Él demonio quitó la sonrisa de su rostro y apuntó a su propia cabeza para luego disparar y que quedara un charco de sangre plateada sobre las oscuras y aun así hermosas rosas, dejando a un niño con un alma rota en el lugar.

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