Track 1: that day II

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Aquella fue la primera vez que lo vi... sentada sobre el escalón con mis largas piernas ladeadas a medio cubrir por uno de los inocentes vestidos que solía ponerme coloque a un lado mi lacia melena que se había alborotado con la Brisa de agosto y me levante alarmada.
- ¡Mamá creo que acabo de ver a nuestros vecinos! -le dije apabullada tras entrar en casa saltando obstáculos con los pies descalzos.
- ¿sí? ¿Y qué tal son?
-Es horrible mamá creo que son skinheands, si no deben ser harekrisnas o algo de eso. Tienen cabeza rapada y conduciendo una camioneta.
- Bueno, no fantasies otra vez, Sissi. Estamos en Estados Unidos, aquí mucha gente conduce una camioneta.
- Si, supongo que en Arkansas, pero no en Connecticut - le repliqué nada convencida.
Mi madre dejó en el suelo un montón de paños de cocina y se acercó a mí con la sonrisa ladeada.
- Venga, inténtalo, reclamó mi reclamo las manos y un gesto de autoconfianza.
- Oh, déjalo mamá. No voy a atacarte.
Mi madre se había pasado los dos últimos meses, antes de venir a Estados Unidos, en clases de defensa personal y a petición de la abuela la idea de que vinieramos al escenario principal de los crímenes de todas las series televisivas era devastadora para ella, y con aquel cursi ella creía que podía protegernos hasta que papá regresará del trabajo.
Mamá hizo dos llaves marciales en el aire y dijo convencida de sí misma:
- Nuestros vecinos no podrán conmigo!. De todas formas, cuando esto este en orden, nos acercamos a presentarnos. ¿No es eso lo que hacen aquí?, Salió con un pudín o alguna especialidad inglesa. ¿Qué te parece?
- ¿¡No hablaras en serio!? - dije escandalizada.
- Ya veremos, ahora sube y ponte las zapatillas, aún pueden quedar por el suelo trozos de cristal del jarrón que se rompió.
Fui a mi cuarto negando con la cabeza, pero escondiendo una sonrisa. Aquello no era lo que había imaginado cuando los del banco trasladaron a papá y me dijeron que dejábamos Inglaterra, pensé que estaríamos en una calle residencial. Con vecinos sonrientes y un guardia de seguridad haciendo rondas en su coche. En realidad, era mucho mejor... era salvaje.

Los días fueron pasando mientras descubria nuevos rincones de la casa a medida que el contenido de las cajas tomaba posesión de su espacio. Mi madre se olvidó de la ridícula idea de acercarse a la casa de los vecinos, cosa que agradecí profundamente, y yo sólo tuve que preparar mi mente para el primer día de clase en la Greenwich Academy.
Recuerdo a la perfección la idea de tener una hermana gemela, alguien que me acompañara de la mano hacia el interior de los pasillos bulliciosos. Nenne no contaba, ella comenzaba a vivir en Colombia en una semana y a pesar de ofrecerse a llevarme al instituto el primer día de clases, cuando me dio el beso de despedida a través de la ventanilla del coche, junto con un pellizco en el trasero al girarme, tuve que enfrentarme sola al peligro. Aquel primer día lo marcaría todo, si salía bien, pasaría unos magníficos 3 años. Si por el contrario no caía en gracia a mis compañeros... no quería ni pensarlo.
- Solo tienes que menear ese culo respingón cuando pases cerca de los chicos y saludar con seguridad a las pibas - me dijo mi querida hermana.
Sí, claro. Así de fácil.
Era una de esas primeras veces, esas emocionantes primeras veces que me inspiran a hacer canciones a lo largo de mi vida..
Recuerdo que comencé con clase de arte y sentí que era una buena señal. Me senté junto una chica con brackets que sonreía mucho, más incluso que yo aquel día, y os aseguro que mis sonrisas eran insuperables obedeciendo a las indicaciones de mi hermana. Por norma general, a las que llevan aparatos no les gusta abrir la boca, pero Graiden Ryan era diferente. No se rió de mí refinado acento inglés y me presentó a su grupo de amigas en el comedor: Jordyn Decker, una alocada rubia que vestía como Madonna en los 80; Kitty Benger, una adorable ratita de biblioteca, que se ofreció a ayudarme a estudiar y Caroline Bassile, la que hacía que unos diminutos pendientes de brillantes lucieran de forma espectacular en sus orejas ya que, sin duda, era la más guapa del instituto tenía un hermano mayor en el equipo de fútbol, el guapísimo Garret, y eso era como tener un pasaje gratis al paraíso del adolescente. Gracias a él todos los chicos mayores las conocían y tenían la fortuna de no pasar desapercibidas.
Estoy segura de que aquella buena estrella no me la proporcionó ni mi mejor sonrisa ni el vaivén de mis caderas, sino aquel estupendo sitio en la clase de arte junto a Graiden. Además, jamás habría pensado que mi primer día de clases Mike Marróne el atractivo amigo de Garret y delantero del equipo, me enseñaría a usar el candado de mi taquilla.
- ¿no tenéis de estos en Inglaterra? - Acudió a mí rescate cuando me vio el inmóvil, con la mirada fija en el candado.
Había entrado en estado de pánico. No sabía cómo funcionaba y podía sentir las miradas de los alumnos en mi nuca. Entonces, él tenía su taquilla al otro lado del pasillo, se acercó sonriente y me pidió la combinación que me habían proporcionado en secretaría. El candado hizo clic con facilidad y mi taquilla se abrió.
- Ahora deberás cambiar la clave, eso o... podré abrirla cuando necesite un poco de rímel. Mike tomo el pincel olvidado por la propietaria anterior de la taquilla y me lo ofreció.
- Sí, la cambiaré. Pero de todas formas en agradecimiento, cuando necesites un retoque de pestañas o lo que sea, no dudes en pedírmelo.
Mike se rió y se marchó en un parpadeo.

Soundtrack [en edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora