Febrero, 2015
Nadie dijo que sería fácil... y no lo es.
Entre charlas con la doctora Larson, acompañar ocasionalmente a mamá a hacer las compras, ayudar en casa y mi próximo regreso a clase mi vida ha surgido un ligero cambio, el cual aun queda un largo camino por recorrer y emendar. Estoy en el inicio de un largo tratamiento.
Cada vez me siento más cómoda charlando con la doctora Larson acerca de temas tan privados y dolorosos del pasado, un pasado que poco a poco deja de dolor.
Uno de los tantos consejos de la especialista fue dejar de culpar a los demás, no alejarlos más. Así que de pasar todo el día en mi habitación fui retomando mi rutina familiar. Pero antes debía disculparme por tantas molestias que causé.
Nadie dice que pedir disculpas es un paso sencillo, y mas cuando tienes tanta carga emocional sobre tus hombros, eres orgullosa y hasta poco afectiva. Fue un momento de mucha tensión, de emociones y donde la unión familiar se hizo presente. Tan solo pensar en ello se me pone la piel de gallina.
Lo siguiente fue a salir de la comodidad y protección de mi hogar; un reto de palabras mayores. Después de tantas insistencias de mamá para que la acompañara al supermercado, accedí a su petición. Durante el camino al establecimiento mis nervios aumentaban a mil por hora, pero con las palabras de aliento de mamá trataba de olvidar lo que podría suceder.
Cuando llegamos al lugar estaba muy ansiosa, porque luego de recorrer algunos pasillos las miradas y murmullos indiscretos se hicieron presentes. Pero eso no fue lo que más ansiedad me causó, sino que una niña pequeña se acercara a mí para pedir un autógrafo; no estaba preparado para ese episodio.
—Mami, es esa la bailarina de la tele —decía la niña jalando el abrigo de su madre—. Mami, mira —Empezó a señalarme.
En ese momento me quede de piedra, no sabia que hacer, hasta que mamá, en señal de aliento, colocó su mano en mi hombro. Volteé a verla.
—No tengas miedo cariño, solo es una niña —Dijo apacible.
Trata de sonreír, de decir algo, pero por el rabillo del ojo vi como la pequeña se acerca a mí, lo que aumento más mi ansiedad.
—Mami, es muy bonita —Reveló nada más llegar hasta mí.
Ante mi desconcierto mamá saludó a niña y a su mamá. Mientras ellas conversaban la niña jaló de mi abrigo para llamar la atención.
—¿Me das tu autógrafo? —Dijo sacando de su bolso rosa un cuadernillo y un crayón del mismo color.
Mis manos sudaban, mis extremidades no funcionan, mi respiración estaba ciertamente agitada; parecía un venado asustado; sin embargo no podía dejar a la niña con los brazos extendidos, pidiéndome un autógrafo. Respiré profundo para controlar las diversas emociones que me embargaban.
—Claro —dije sonriente.
Por primera vez en mucho tiempo sonreír de verdad, sonreía porque había superado otro paso de una batalla que empiezo a vencer.
Luego de aquel episodio las miradas y murmullos disminuyeron, pero trato de no darle importancia pues continuaran inventando mil y un chismes, sin embargo tu sabes la verdad de los hechos, eso es lo que realmente importa.
***
Retornar a clases es mi prueba de fuego.
Es lunes, lo que significa que debo asistir a clases. Falta media hora para que inicie el periodo y todavía continuo envuelta entre sabanas y cobijas; no tengo ánimos de asistir, mientras mas aplace ese episodio será mejor.
ESTÁS LEYENDO
La chica con el corazón de hielo
General Fiction*Destacada en ChickLitEs durante el bimestre mayo-junio 2020* *Destacada en Novela Juvenil en español. Noviembre/2018* Lissa Reed tenía un futuro prometedor en el patinaje artístico sobre hielo, pero un acontecimiento cambió su futuro. Des...