Entre Sangre Y Balas

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Se concentraba en no dejar ver su nerviosismo, esa sensación que la dominaba en el momento menos oportuno. Su compañero por el contrario se encontraba contaba los segundos.

—¿Lista?— Le preguntó, la penetrante mirada de su compañero le dio el empujón que necesitaba. Sentía que si esos achocolatados ojos le devolvían la mirada le inyectaban la valentía que le hacía falta para actuar, para atreverse a luchar.

—Siempre estoy lista, si tú estás a mi lado—
El chico del flequillo torció una pequeña sonrisa sintiendo el calor invadir sus mejillas para luego desviar su mirada de nuevo al mapa. A la señal ambos saltaron de la nave al vacío.

Natalia sintió su piel crisparse al sentir el frío ventarrón del aire que la rodeaba al caer. Ya no sentía miedo, estaba familiarizada con la sensación y el vértigo que antes la hacía gritar como loca ya no era un problema, el atronador ruido del aire tampoco era nada nuevo. Al voltear pudo ver como su compañero caía con mayor velocidad. Ella imitó su postura para caer en picada hasta la altura en la que se debía tirar del cordón para abrir el paracaídas.

Aterrizaron en una gasolinera aparentemente abandonada, sobre el techo, como unos verdaderos veteranos. Todo esto lo habían planeado con anticipación suficiente como para tener todos los detalles controlados. Al bajar y estar a la altura de su compañero se percató de que eran los únicos en esa área.

—Creo, sin temor a equivocarme, que estamos solos— confirmó el chico del flequillo cogiendo una cuarenta y siete y sus municiones. Las armas habían sido dejadas intencionalmente para que los jugadores las encontraran y tuvieran con que defenderse.

—Al fin— su intensión era aliviar la tensión del momento, pero su comentario obtuvo una reacción diferente. —¿no?—

—No te emociones—

Mayden decidió revisar el establecimiento por una puerta y ella entró por la otra. No le agradaba demasiado eso de separarse de su compañero, pero era necesario hacer todo lo más rápido posible. Sin errores ni distracciones.
Al salir vio que su compañero traía mochila y una escopeta mientras ella apenas y se había hecho con un revolver y sin balas. Pero no tuvo ni siquiera que pedirle a su compañero pues este sin pensarlo le entregó la cuarenta y siete y las municiones de su mochila.

Era la situación menos romántica, pero en esos momentos era un detalle muy preciado y hasta adorable. Este juego era, literalmente, de vida o muerte. Continuaron su camino intercambiando pocas palabras ya que no eran necesarias, tampoco podían hacer mucho ruido por los posibles enemigos a la redonda.
Se hicieron con un coche que les acortó el camino hasta la siguiente casa.
Mayden le preguntaba cada cierto tiempo a su compañera que era lo que cogía pues la conocía y sabía que se llenaría las manos de cosas innecesarias o repetidas dejando lo más básico e importante por basura. Cada tanto también la obligaba a dejar o intercambiar ciertas armas quedándose él con las más grandes, no porque las necesitara sino porque quería que Natalia estuviera ligera pero que las municiones no le faltaran. Tenía todo bien pensado la verdad, su ingenio debía servirles a los dos si no quería perderle.

—Espera... Creí haber oído algo— murmuró de pronto ella tomando del hombro a su compañero. Agudizó sus sentidos al máximo para captar cualquier variante en el sonido del viento.

—Quedan treinta con vida, camperos a lo mucho, no hay nadie ahí—
El chico del flequillo ignoró la advertencia de su compañera entrando por la puerta contraria. Natalia bufó bajito encaminándose a la edificación por la otra entrada. A veces su compañero era demasiado confiado y quizá ese era su defecto más grande, porque Natalia estaba segura de haber escuchado algo.

Mayden observó por las ventanas agachado casi al ras del suelo por los francotiradores que podían descubrirlo, intentando ver las demás edificaciones en la lejanía. Aprovechó para cargarse a un campero principiante cerca de los árboles fuera de la casa y tras su disparo le hicieron eco otros más que no fueron producidos por su escopeta. Su corazón se estrujó e inmediatamente salió de la casa para internarse en la otra, la que estaba registrando su compañera.
No quería pensar en lo peor pero es que eso mismo era inevitable. Tras cruzar una esquina sintió como un cañón de revolver era presionado en su espalda haciéndolo detenerse en seco. Un murmullo iracundo en su oído.

Entre Sangre Y Balas (#One-shotMaytalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora