Capítulo 1. Mi primer amor.

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Yuuri Katsuki es un niño de 9 años, que actualmente vive en Hasetsu, Japón. Es un un poco rellenito, tiene los ojos color avellana rojizo y es un tanto imperativo.

Tiene un mejor amigo llamado Viktor Nikiforov, aunque él le dice Vitya, él tiene el cabello plateado y ojos color azul. Es originario de la gran Russia, aunque está pasando su etapa de niñés en Japón, ya que su padre tiene un buen trabajo allí. Sabe más o menos hablar japonés, por lo tanto Yuuri le enseña.

Los dos tienen una mascota de la misma raza, Yuuri tiene a su cachorrita llamada Vicchan, mientras que Viktor un cachorrito llamado Makkachin.

Viktor siempre pasa por Yuuri para ir a la escuela. A lo que Yuuri ya se acostumbró.

[...]

Vitya, ¿quieres ir más al rato a jugar a la pista?—detiene Yuuri su andar.

¡Cláro Yuu!, ¡ahora sí podré dar por lo menos una pirueta!—alzaba la mano como si ésta estuviese volando.

¡Cláro que podrás Vitya!, has intentado hacer ese salto desde que vimos a Yuzuru—decía motivado.

Si! Yuzuru es genial!—le dió una pequeña sonrisa.

Éstos dos mejores amigos comparten el mismo ídolo: Yuzuru Hanyū, un gran patinador, que recientemente había ganado la medalla de oro por los juegos olímpicos de invierno. Ansiaban que algún día lo conocieran, aunque él es originario de Japón, ellos no podían ir a verlo, ya que sus familias eran personas muy ocupadas. Pero lo bueno es que lo podían ver por la televisión.

[...]

Llegaron a la escuela y ellos no se apartaban del lado del otro, ya que por obras del destino estaban en el mismo salón, y por coincidencia en la misma mesa.

Tocó la campana y empezaron las clases; así asta llegar a la hora del recreo. Como antes fué mencionado, ellos sólo se tenían el uno para el otro, así que salieron a jugar, para después comer.

Después de media hora, las clases volvieron a empezar...

[...]

Luego de dos horas (en total en cada hora fueron 40 min.) de clases, salieron directos hacia la pista de hielo. Para ahí seguir con lo que habían acordado.

Después de unos minutos de práctica y logros, volvieron a casa. Con la esperanza de que desde ese día para los siguientes, seguirían llendo para la pista de hielo «Ice castle»

[...]

Ya había pasado la edad de 9 años y recién tenían 10, en la escuela empezaban a tener lecciones sobre los alfas, betas y omegas. Todavía eran unos inocentes cachorros, pues no tenían el concepto sobre qué era marcar, la «voz» o incluso cómo funcionaban las feromonas (ya sea para tranquilizar, doblegar, transmitir estados de ánimo, entre otros).

—Oye Yuu, quiero que seas mi omega!—gritó animado Viktor.

—Nikiforov!, deje de gritar en media clase—acata la sr.Rita.

Disculpe, no lo volveré hacer...—se disculpó muy apenado, ya que todos empezaron a reír.

—¡Yo también quiero que Yuuri sea mi pareja!—gritó otro niño.

El amor sabor a fresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora