"Me pones nervioso"

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Cuando el sol dignó en dar algo de luz al terrible día, se dio cuenta de que no sería nada fácil llegar a la residencia Broflovski. Una tormenta de nieve se desprendía sin piedad desde el cielo hacía el pobre pueblo montañés, causando que las clases fueran canceladas (con justa razón) y varios automovilistas patinaran en el hielo. Sin duda iba a terminar muriendo si salía de casa, ya fuera por hipotermia, atropellado o simplemente por el descuido de un distraído chofer de bus.

Aun y con eso, comenzó a vestirse. Tarde o temprano tendría que salir, y mientras más rápido muriese, más pronto renacería y podría aventurarse de nuevo hasta la casa de Kyle. Cuando ataba los cordones de sus clásicas botas cafés, su celular comenzó a sonar. Rápidamente se lanzó a contestarlo con la esperanza de que se tratara de Kyle, sin embargo solo era Cartman. Bufó con el ánimo por los suelos, pero decidió contestar.

Hey, Kenny. Ven a la casa de Stan, vamos a jugar al Xbox.—rápido, conciso e inútil. Kenny arrugó el entrecejo.

—¿Y Kyle?

No sabemos nada de él. No quiere contestar el teléfono.—minimizó el beta, al parecer hastiado de tener que escuchar ese nombre tantas veces.—Stan llamó a sus padres, y éstos le dijeron que estaba enfermo.

—¿Enfermo?—replicó tontamente. El día anterior, solo hace algunas horas, no se había visto indicio alguno de que el pelirrojo fuese a enfermarse. Comenzó a sentir la mentira agria en la boca, preocupándose al instante.—Tenemos que ir a verlo

Carajo. Deja tus homosexualidades, por dios. Solo está enfermo. Si superó el sida, ganará contra una gripe o lo que sea. Ahora apúrate, que quiero que me grabes pateándole el culo a Stan.

La llamada terminó tan abruptamente como había comenzado. Kenny gruñó por la sensación amarga de preocupación, sin embargo decidió convencerse con lógica y confianza del hecho de que Kyle solo tenía un resfriado y ya. Luego pasaría a verlo, y todo estaría bien. Podría pedir disculpas por la idiotez que había cometido, se insultarían un poco, se pegaría a su cuerpo cálido en un abrazo y todo volvería a la relativa "normalidad" que caracterizaba a South Park.

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El primero en despertar fue Tweek. En medio de un desorden de telas regadas por el piso, prendas colgando del colchón y el fuerte aroma de ambos mezclado en el ambiente, se estiró. La sensación pegajosa que tenía en gran parte de la piel, sumado al escozor y agarrotamiento en varios de sus jodidos músculos le traían a mal, demostrado al gruñir que el cansancio que aun rasgaba su ser entero.

—¿Qué hora es?—escuchó una voz congestionada, rasposa. Rápidamente guió sus ojos hazel a la otra persona que descansaba a su costado.

—¡Ack! N-no sé.—retiró la mirada de la figura de Kyle. La culpa le corroía por dentro, sobre todo al observar los tonos rojizos, amarillentos y violáceos que surgían en medio de los cardenales que el mismo había causado con su boca en la piel del omega. Oh, Jesús, era una bestia...

—Me duele el trasero.—Kyle enterró el rostro entero en la almohada. Estando boca abajo en la cama, aquello no fue muy difícil. Tweek, quien permanecía sentado a su lado, se permitió observarlo de nuevo. Debido a que las sábanas habían volado lejos, Kyle a penas sí permanecía tapado de la cintura para abajo con su camisa verde. Aquella nueva que sus padres le habían puesto en algún punto perdido de la calentura que lo cegó.

—¡Gah, no!—llevó ambas manos con urgencia a su miembro, puesto que pudo sentir como reaccionaba a la desnudez de su compañero. No quería tener otra erección. Literalmente estaba hecho mierda como para seguir queriendo mantener el apareamiento, pero al parecer su cuerpo e instintos no pensaban igual. Kyle se removió un poco en su sitio, más por el tremendo frío y dolor que sentía que por el grito en sí. Divisó con algo de esfuerzo como unas dos bandejas descansaban al pie de la puerta, al lado de una bolsita con lo que parecían ser cremas. Mierda... Lo más seguro es que su madre habría entrado a su cuarto a dejarles algo de comer. Su estómago rugió, recordándole que era humano. El celo parecía haberse aplacado en gran medida, lo cual agradecía con toda el alma. Se percató como Tweek trataba de calmar a su "amiguito", y volvió a gruñir exasperado.

Rosas de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora