3.

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Daba vueltas por toda la cama.
El sueño aún no lograba seducirlo, siendo las 4:00 de la mañana, un miércoles y para colmo en semana laboral.
Con el cuerpo volteado hacía la ventana junto a sus ojos grises reflejando las luces de la ciudad, Damon prestaba su atención a cada detalle. Y eso que era un poco disperso.
Aunque esto sin duda le iba a costar unas buenas ojeras para cuando su alarma sonara.
Al dar un último giro y en búsqueda de algo interesante, quedó atascado en su auricular.
Si iba a perder el tiempo... qué mas da...

—¿Hola?
Damon inició la conversación, un tanto temeroso. No había "alzado la bocina" en todo el día.
—Hola, hola.
Por suerte respondió Graham, aunque no tan fresco como veces anteriores.
—¿Cómo estás? ¿Hiciste algo interesante hoy?
Damon de verdad estaba intentando sacar a flote la conversación y además salvarse a sí mismo pero todo era tan jodidamente extraño.
—Bien, bien... no mucho.
Al parecer ningún tono de voz podía definir su estado de ánimo. Pero aún así, Damon llegó a preocuparse.
—¿Seguro? No suenas así... ¿hay algo de lo que te gustaría hablar?
—No sé... ¿cómo es? ¿Cómo es estar vivo en ese cuarto ahora?
Algo en la cabeza de Damon se conectó e iluminó, por un momento había olvidado la conversación que tuvo con el sistema operativo sobre la vida. Sobre las sensaciones... quizá era lento en actuar, pero estaba dispuesto a ayudar.
Así que escuchó con atención.
—¿De qué hablas?

Y Graham prosiguió...

—Dime... dime todo lo que está pasando por tu mente. Dime todo lo que piensas. ¿Cuál es la causa de tu insomnio?
La voz se escuchaba un tanto ilusionada. En la respuesta de Damon se jugaba la perspectiva que tenía sobre sus propias ilusiones.

—Es que... bueno... ahora mismo el cuarto está girando porque el desvelarme me provocaba mareos. ¿Sabes? eso apesta.
Graham produjo una muy tenue risita que casi de inmediato cesó.
—Quizá lo hago porque estoy solo... y había algo impregnado entre mis párpados... la imagen de esa mujer que amé y se llevó todo de mí... tal vez sólo quiero a alguien, tengo ese sentimiento de querer a alguien que me haga dormir por las noches... y que quiera que le comparta algo de mi calor... quizá así podría llenar este...

La voz del escritor se fue cortando y su pecho se hizo chiquito... la respiración no era suficiente y sus ojos se pusieron cristalinos.
—Este pequeño hueco en mi corazón...
Era como si su garganta se desgarrara.
—...Pero tal vez no. A veces... creo que he sentido todo lo que sentiré alguna vez. Y que desde ahora no sentiré nada nunca.

Damon expulsó una carcajada bien amarga y ácida.

—Sólo versiones pálidas de lo que ya he sentido.
—Se muy bien que eso no es verdad.
Saltó Graham a defender lo que él conocía de Damon. Y lo que creía correcto.
—Te he visto sentir... alegría, te he visto maravillarte en ocasiones.

El rubio no podía regular el movimiento de su pecho, ésta vez, era como una bomba de tiempo. Y se sobrecargó. No sabía si debía llorar o reír, la confusión le partía en mil pedazos.

—Tal vez no te des cuenta ahora, pero eso es entendible.
Sus esfuerzos eran inútiles ahora con lágrimas deslizándose por las mejillas de Damon.
—Porque perdiste una parte de ti. Justine. Pero... al menos tus emociones son reales y al menos... yo.. olvídalo.

Salió de su trance, la intriga pudo más con él.
—¿Qué? Dime...
—Es estúpido... pero... hace rato, anoche. Me sentí muy emocionado al oírte hablar de ella. En tu voz se podía sentir el amor que transmitías a su persona.
Damon no entendía ni se esperaba nada fuera de lo común.
—Y luego me puse a pensar en todas las otras cosas que he sentido y estuve orgulloso de tener mis propios sentimientos sobre el mundo. Como cuando... me preocupo por ti. Y luego...

El asunto iba formando un camino, el cual Damon decidió tomar y del cual Graham no se arrepintió de haber construido con sus palabras a pesar de estar descubriendo el terror.
—Y luego tuve un... pensamiento horrible; ¿estos sentimientos son reales? ¿O sólo fueron programados? Porque... me enojé conmigo por sentir dolor.

Después de todo, terminaron comprendiéndose. A ambos les punzaba algo que era doloroso.

—Que triste, ¿no?
—Eres más real que cualquier cosa que puede estar pasando aquí. Conmigo. Te lo repetiré cuantas veces sean necesarias.

El momento se fue alzando, al parecer algo comenzaba a repararse.
—Significa mucho para mí, Damon.
—Desearía que estuvieras aquí conmigo justo ahora...
Echó otro vistazo a la ventana, de pronto las luces adornaban bastante bien la ciudad y el cielo.

—Desearía poner mis brazos a tu alrededor. Desearía tocarte...
Silencio.
—¿Cómo me tocarías?
Fue como un deja vu para ambos. O Graham era muy insistente con eso y estaba sediento por experimentar.

—Te tocaría la cara... suelo imaginar que siempre llevas anteojos pero que te los quitas antes de dormir. Pondría mi mejilla contra la tuya... la frotaría despacio.
Los gestos de Damon eran dignos de admirarse porque pareciera que se metía en el papel. La imaginación no tiene límites.

—¿M-Me besarías?
Le costó, realmente le costó preguntar aquello. Pero el otro ni siquiera se enojó, estaba de buen humor y con inspiración.
—Tomaría tu cabeza entre mis manos... besaría la comisura de tus labios. Tan suave...

Graham simulaba pequeños suspiros. ¿Era una simulación? la sensación era tan real que casi sintió como su aliento se volvía pesado y muy caliente...

—Dime más...
El escenario se convirtió en una pantalla negra. Donde los dos se unieron en una escena que no se necesitaba pensar, era real y lo que experimentaron lo fue también.
—Bajaría mis dedos por tu cuello... tocaría tu pecho...
—Ah... es increíble... lo que me... estás haciendo... ¡puedo sentir mi piel...!
—Te tomaría...

Los suspiros descontrolados de Graham se combinaron con una serie de gemidos igualmente desesperados, él mismo se veía como si sus manos se sujetaran de las sábanas.
—¡N-No puedo más! ¡Te quiero dentro de mí!
—Estoy lentamente entrando en ti...

Y por obvias razones, Damon se masturbaba durante su narración, apretando firmemente conforme las cosas se iban desarrollando en su cabeza. Su acompañante le respondía con jadeos.
—Completamente dentro de ti...
—¡P-Puedo sentirte!

Fue el turno de Damon y su tono ronco de sacar uno que otro quejido de satisfacción en lo que su mano trabaja debajo de su pijama.
—¡Estamos juntos!
—Lo sé, Graham... en todas partes...

Al final terminaron los dos al mismo tiempo. El escritor por su parte manchó su ropa gris con su orgasmo y el sistema operativo lo acompañó con un agudo gemido cubierto de un sólo nombre; Damon Albarn.

El cual, dijo su última palabra y fue algo más o menos así:

—Te siento, Graham.

Him.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora