Prólogo

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Alrededor de los matices verdes de la naturaleza me encontraba, con los pies desnudos y un vestido blanco hasta los tobillos. El cielo estaba tapizado de un rosado pastel con destellos naranjas y las nubes comenzaban a optar sus miles de formas. Estaba a punto de amanecer.
Mis pies por inercia comenzaron andar con un rumbo fijo que yo no controlaba, estaba caminando mientras acariciaba el grueso roble de los grandes árboles que se presentaban ante mi, a lo lejos mis oídos pudieron percibir y disfrutar de la melodía que producía el líquido de una cascada al caer al río. Mi cuerpo se dirigía hasta ahí. Cuando llegué empecé a mirar a los alrededores en busca de algo o alguien, estaba impaciente moviéndome por las orillas siendo cautelosa de no resbalar en aquel río. Luego de varias vueltas dadas en vano me dejé caer en el fino césped, sentándome mientras introducía mis pies en el agua fría y refrescante de aquel riachuelo. Comencé a moverlos con lentitud borrando mi reflejo que se formaba en el agua cristalina. Los rayos del sol comenzaban a salir haciendo que el arroyo resplandeciera y en su esplendor los árboles también lo hacían, comencé a sentir un sentimiento enorme de nostalgia que me arropaba conforme pasaba el tiempo pero trataba de disimular con una sonrisa, sentía la soledad incrustada en el pecho (situación altamente rara ya que la mayoría del tiempo estaba sola), y no me dejaba respirar. Tomé agua con las manos y mojé mi rostro cerrando los ojos y alzando la cabeza para que el sol me hiciera sentir más alegre.
Pasaron unos minutos cuando de repente dos brazos me tomaron por sorpresa cogiéndome la cintura y abrazándome con fuerza. Ese sentimiento de nostalgia se había esfumado, lo que estaba buscando había llegado, me giré y ahí estaba él... Con su sonrisa alegre y su cabello despeinado, su mirada tan peculiar que me hacía sentir segura aquellos ojos rasgados, uno azul y el otro marrón. Él era el chico de mis sueños encantados y mi motivo para seguir adelante. Se miraba contento como siempre y su actitud dulce me tomaba por sorpresa. Le quería bastante, era ya parte esencial de mi vida. Tal cual que era extraño no verlo en cada uno de los sueños que se me presentaban.
Tomé su rostro y le di un tierno beso en los labios. Tal cual cuento de hadas él no parecía ser una persona real no cabía la menor posibilidad de que existiese, sin embargo me cautivaba su mirar y verlo presente me hacía inmensamente feliz.

—Mylynn, tú también eres el fragmento que me da luz —Confesó el joven mientras me besaba la frente y después los labios.

Siempre se presentaba tan alegre, con las comisuras extendidas y los ojos achinados.

Estaba completamente feliz pero siempre me preguntaba cuál era el nombre de aquel brillante chico.

• • •

Y nuevamente Mylynn despertó tomando la libreta y plasmando en papel aquel joven de mirada peculiar.

Fragmentos De LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora